El pintor filipino-español Fernando Zóbel no sólo es el fundador del Museo de Arte Abstracto en las Casas Colgadas de Cuenca, sino que es el autor de más de una decena de las obras que en él se exponen.
Todas ellas cuentan con títulos esclarecedores que, en cierta medida, guían la percepción del espectador, logrando así, que la experiencia receptiva confluya más íntimamente con la experiencia creadora del artista.
Es precisamente el título de esta obra lo que resulta más particular en ella, pues no es un jardín seco lo que estos trazos parecen evocar, sino una mariposa aleteando; una mariposa símbolo de alegría primaveral y exuberante naturaleza. Así pues, aunque los colores dominantes sean otoñales, la forma que sugieren es la de un signo visual que remite a una realidad alejada de la sequedad y aridez a la que alude su denominación.
Considerar la dominante concentración cromática del cuadro como una mariposa, no es sólo el resultado de reparar en la similitud de estos colores con los pigmentos de las alas de la mariposa monarca, es también producto de la irrefrenable sensación de movimiento que desprende todo el conjunto. En medio del pacífico vacío del cuadro, emerge ese gesto pictórico como una manifestación del desorden y el azar de la naturaleza. Casi apreciable, el silencio que suscita ese gran vacío, se ve alterado por un breve aleteo, sutil pero perceptible, que no desentona ni distrae. La serenidad no se ve perturbada, pues al contrario, la gracia de esa vibración relaja lo que de otra forma sería un silencio abrumador.
Zóbel se inspiraba fundamentalmente en paisajes, en la visión natural de la realidad, y eso era lo que representaba en sus cuadros. No obstante, es evidente que una vez aludidas las nociones de "paisaje" y "visión", la mente recuerda inevitablemente ese movimiento artístico de finales del siglo XIX que todos conocemos como impresionismo. Sería falaz ignorar que en esta obra aparecen vestigios claros de la estética abstracta anunciada en las últimas obras de Monet, quien pretendía trasladar al lienzo sus impresiones visuales de la realidad, poniendo especial énfasis en la captación del instante, lo que trataba de lograr mediante la plasmación de las oscilaciones lumínicas. En este sentido, a pesar de que en un primer momento, el color parezca el elemento preeminente en la obra, tras una observación más detenida, la luz y el movimiento de Jardín seco se revelan como los auténticos protagonistas del cuadro. La obra es una impresión pues busca representar ese instante paisajístico concentrado en un detalle, el cual se encuentra representado a través de un uso maestro del color y la luz, de forma que suscita en el espectador una vívida sensación de movimiento.
Se puede concluir así, simplificando otras consideraciones, que la intención, patente en este lienzo, de capturar la fugacidad momentánea en un formato atemporal procede indudablemente del impresionismo.
Bibliografía:
- Exposición en homenaje a la memoria de Fernando Zóbel (cat.exp.), textos: Francisco Calvo Serraller. Madrid: Fundación Juan March, (septiembre-noviembre), 1984.
- Fernando Zóbel (cat.exp). Madrid: Galería Theo (febrero-marzo), 1982.
- GÓMEZ DE LIAÑO, I., "Fernando Zóbel: transparente de niebla" en Guadalimar. Madrid: Galería Theo. Año 3, número 28, enero de 1978, pp. 62-63.
- HERNÁNDEZ, M., Fernando Zóbel: el misterio de lo transparente. Madrid: Rayuela, D.L. 1977.