Consideramos la toma de Constantinopla en 1453 como una de las fechas con la que se pone fin a la Edad Media. Ello se debe al impacto y conmoción que este hecho generó en su tiempo, pues fue el episodio final del agonizante Imperio Bizantino a la par que supuso la irrupción definitiva de los turcos en Europa.
El Imperio Bizantino era en este momento un territorio fragmentado, apenas una sombra de lo que fue siglos antes. A su vez, pagaban tributos a los otomanos para mantener la paz y en algunos momentos les rindieron vasallaje. La derrota en la batalla de Varna de 1444 pone fin a la cruzada convocada para combatir a los turcos, una última esperanza por derrotarlos y recibir ayuda de Occidente. Constantino Paleologo XI, el último emperador bizantino, heredó una situación muy tensa, y pese a ser un eficiente militar que había tratado de restaurar el poder bizantino en Grecia, poco pudo hacer al respecto para evitar la guerra.
La figura que afrontaría con éxito la misión de conquistar Constantinopla sería Mehmed II. Mehmed II ascendió al trono con 18 años, siendo un joven erudito y cultivado pero que aún debía afianzar su reinado. La motivación por la cual se persiguió en varias ocasiones la conquista de Constantinopla se debía a que era el último bastión del Imperio Bizantino, siendo objetivo de numerosos líderes musulmanes ya que había sido prevista su caída por una profecía. Para Mehmed suponía la mejor vía para asentar su poder a través de una gran victoria a la par que se presentaba como lugar ideal para situar la capital de un imperio en ciernes. El 5 de abril de 1453, de acorde a la ley islámica, se lanzó un ultimátum en el que se afirmaba que se les perdonaría si se rendían sin luchar.
Los bizantinos se habían enfrentado ya a varios asedios a lo largo de su Historia. Frente a los turcos ya habían resistido un asedio a manos de Murad II en 1422, así como un largo sitio de 8 años en 1392. La defensa bizantina había radicado en sus extraordinarias defensas. Las murallas teodosianas contaban con un muro triple, sólidas torres y profundos fosos. A su vez, contaban con artillería y una cadena de metal con la que podían cerrar el estrecho. Pero por otra parte, contaban con la desventaja de tener que cubrir todo el perímetro de murallas. Constantino XI puso al mando de la defensa a un experimentado comandante de origen genovés, Giovanni Giustiniani Longo. Mehmed no subestimó a su enemigo y se preparó a conciencia para la batalla que le esperaba. Reunió un vasto ejército y una gran flota, pues tenía bien presente que el fracaso de sus predecesores se debió en gran medida al carecer de barcos con los que privar a los bizantinos de ayuda externa. El elemento más destacable del ejército de Mehmed era el importante tren de artillería del que se había dotado, sin duda el más avanzado de su época y con el que pretendía derribar las colosales murallas de Constantinopla.
El 7 de abril de 1453 se inició el asedio. Constantino XI organizó una eficiente defensa y fortificó las murallas, así como cerró el Cuerno de Oro con la cadena. Mehmed atravesaría por tierra con los barcos para burlar la cadena. A costa de un gran desgaste, los defensores lograrían repeler los asaltos lanzados por los turcos, siendo la defensa dirigida por el propio emperador junto a Giovanni Giustiniani. El 23 de mayo se conoce la noticia de que no van a recibir los refuerzos prometidos por Venecia, por lo que se anuncia la decisión del emperador de no entregar la ciudad ni tratar de salvarse. En la madrugada del 29 de mayo los turcos lanzan un asalto total. Giovanni Giustiniani es herido y se derrumba la moral de sus hombres, por lo que los jenízaros logran romper su defensa. El emperador Constantino XI por su parte, cayó combatiendo en las calles de la ciudad. Como era frecuente en la época, tuvo lugar un brutal saqueo a la ciudad. Este ha sido exagerado por las fuentes cristianas, si bien no llegaron a cumplirse los tres días concedidos en un inicio por Mehmed, pues este realmente se preocupó por salvaguardar a los cristianos y evitar la destrucción de la ciudad en la medida de lo posible. El sultán pretendía usar los pilares del viejo Imperio Bizantino para levantar un nuevo imperio centralizado y sabía que para ello necesitaría integrar a los demás credos en su nueva civilización. La toma de Constantinopla tuvo un gran impacto en su momento.
En el ámbito geopolítico, supuso la rápida conquista de Grecia y del Egeo por los turcos. Se trata de una amenaza real a occidente por el avance turco y por el afianzamiento otomano como imperio de un amplio territorio unificado, teniendo a un enemigo poderoso muy próximo. Constantinopla, que era un importante centro económico y comercial del Mediterráneo, ahora se encuentra en poder de una potencia islámica. A su vez, se produce el cierre a los cristianos de las rutas tradicionales hacia Asia, lo que les obligará a buscar nuevas vías. En cuanto a la mentalidad y conciencia de su época: Para el Islam supuso la desaparición final del Imperio Romano, ya que en Oriente se consideraba a los bizantinos como sus herederos. Por ello, Mehmed toma del título de heredero del Imperio Romano y es denominado como tal. Al afianzar la dinastía otomana, Mehmed II se considera un líder indiscutiblemente capaz y los otomanos una potencia fuerte y unida, lo cual suponía una gran amenaza para el resto de reinos europeos. La victoria supuso también una imagen de superioridad de una religión sobre otra, la victoria sobre los cristianos. A partir de este momento, los otomanos se convirtieron en el estado hegemónico del mundo musulmán. Para la cristiandad se produjo una sensación de conmoción y pánico ante la victoria del turco. Estos aparecen presentados como una plaga contra la humanidad, casi como una señal del apocalipsis. Mehmed II es considerado el anticristo y se barbariza la figura del turco. Tras la pérdida de la ciudad hay una apelación de exiliados bizantinos a las potencias para reconquistar Constantinopla, mas no tuvieron demasiado eco. En las fuentes, Bizancio es una imagen del pasado, se mantiene una concepción de la época clásica. Surge a su vez una justificación providencialista, dándose ahora gran importancia a la diferencia religiosa entre ambas iglesias. Se interpreta la toma de Constantinopla como un castigo divino a los bizantinos por haberse desviado del verdadero dogma, similar a una plaga que les ha castigado. Se producirá un cambio de mentalidad cuando el turco amenace al resto de Europa, la cual no se consideraba desviada y sienten la amenaza en su territorio. Una vez más, se justificará con tintes providencialistas, causado por la discordia entre príncipes y protestantes. Se afianza un ideal, el que para frenar al turco hará falta empuñar tanto las armas como la virtud, dotándose esta misión de un aura de cruzada.
Bibliografía:
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