José Antolínez es uno de los pintores más representativos de la escuela madrileña de la segunda mitad del siglo XVII enamorada de los celajes azules venecianos, de las carnes nacaradas rubenianas y de los ropajes barrocos revueltos por el viento.

Aunque Francisco Rizi se le adelanta en la empresa de hacer triunfar el barroco, su importancia en este aspecto es de primer orden. Él y Mateo Cerezo son los principales representantes de la nueva generación barroca que inicia su carrera a mediados de siglo. Lo mismo que Cerezo, muere en la flor de su juventud, aunque dejando ya creado buena parte de su estilo.

Las obras que de él conocemos, entre las que representan elevado porcentaje las Inmaculadas, constituyen la más cumplida ejecutoria para figurar la primera fila entre los pintores de la segunda mitad del siglo. Esta estimación de Antolínez no es de nuestros días. El Almirante de Castilla, gran coleccionista madrileño de su época, no duda en hacerle el honor de colocar una pintura de su mano en la sala dedicada a los artistas eminentes españoles, y Palomino, que trata a quienes le conocieron, nos dice que "llegó a ser uno de los primeros de su tiempo".

Gracias a la renovación de su biografía por Allende Salazar, sabemos hoy que José Antolínez no es sevillano, como un día se supuso al considerarlo hijo de otro pintor del mismo nombre avecindado en Sevilla que muere pobre a mediados de siglo. Consta hoy, por el contrario, que es bautizado en Madrid, el 7 de noviembre de 1635, en la iglesia de San Justo y Pastor. Recibe el nombre de Claudio José Vicente y aparece como hijo de Juan Antolín y Ana de Sarabia, vecinos de la calle de Toledo. Sabemos que su padre era un excelente artesano, carpintero de cofres y ataúdes que consigue, gracias a su laboriosidad y arte, dar a su hijo la carrera de leyes. Su apellido, como se habrá observado, no es Antolínez, sino simplemente Antolín, aunque al final de su vida lo cambiará.

La primera noticia que de él tenemos después de la del bautismo es la de su casamiento a los dieciocho años, en 1653, con la hija del pintor Julián González de Benavides, cuatro años mayor que él. Y, aunque no pueda asegurarse, es probable que con él hiciese al menos buena parte de su aprendizaje. En fecha imprecisa, pero probablemente no muy posterior a la de su boda, Antolínez se establece a la entrada de la calle de Alcalá frente a la Lonja del Buen Suceso, donde vive y trabaja hasta el final de su corta vida, pues muere el 30 de mayo de 1675, a la no larga edad de cuarenta años. Al parecer, no llega a tener tienda abierta como su suegro.

Muerto a los 40 años, solo conocemos su labor de poco más de quince. En ellos cultiva intensamente al género religioso y, como es natural, es donde su personalidad artística se desarrolla más rápidamente. En sus Concepciones, sobre todo, veremos cómo evoluciona desde el estilo barroco, todavía un poco canesco, hasta el movimiento desbordante y la factura suelta de la nueva generación treinta años más joven que el maestro granadino. Como pintor concepcionista, llega probablemente a una meta de barroquismo no superada por sus coetáneos más longevos ni aun por los algo más jóvenes, anteriores a la llegada de Lucas Jordan. Es, además, el pintor de la Inmaculada más importante de la escuela madrileña, en la que solo le hace alguna competencia Carreño, y dentro de la española, solo cede ante Murillo.

BIBLIOGRAFÍA:

- ANGULO ÍÑIGUEZ, D. : José Antolínez, Madrid, Instituto Diego Velázquez, 1957.

- BALLESTEROS ARRANZ, E. : Escuela madrileña del siglo XVII, Madrid, Hiares, 2015.

-LUNA, J. J. : De Tiziano a Goya : grandes maestros del Museo del Prado, Madrid, Museo del Prado, 2007.

- PÉREZ SÁNCHEZ, A. E. : Pintura barroca en España : 1600-1750, Madrid, Cátedra, 1992.

- PORTELA SANDOVAL, F. J. : Grandes maestros de la pintura barroca española, Barcelona, Vicens-Vives, 1989.