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El rito funerario en la antigua Roma

David Fernández Carpintero 28 de Abril de 2020 a las 18:05 h

Como en todas las culturas del mundo, es común que, cuando un ser querido muere, se  celebren unos ritos funerarios con una ceremonia  en honor al difunto y se le despida con honores. En el mundo romano también era frecuente celebrar este tipo de actos, pero encontramos una serie de diferencias que los caracterizan. A continuación, vamos a proceder a exponer cómo se celebraba un funeral en la época de los antiguos romanos.

 

En el ritual funerario romano vamos a encontrar cinco fases: una de preparación del cuerpo, otra de procesión del difunto o pompa funeraria, una tercera de cremación o inhumación , una de elogio en honor al fallecido y por último, una conmemoración y celebración. El rito variará dependiendo de la clase social del difunto. Si pertencene a una clase media alta o alta, recibirá unos ritos funerarios más elaborados y suntuosos que los que se ofrecerán a un difunto de clase media baja o baja. El tipo de entierro y su futuro lugar de descanso, en consecuencia, variarán también. En todo caso, ciertos procesos del rito se mantienen para todo tipo de clases sociales.

 

En primer lugar, una vez se confirma que el individuo ha fallecido, se procede a la preparación del cuerpo; en otros casos, incluso se comenzaba antes. Los preparativos son: lavar el cuerpo, amortajarlo y perfumarlo (unctura). Al concluir el protocolo de prepararción del cuerpo, este se solía colocar sobre una camilla (Lectus funebris) en el atrium o en una habitación cerca de la entrada de la vivienda. Se colocaba siempre con los pies mirando hacia la entrada que estaría decorada con un ramo de ciprés, mirto o laurel, para que se supiera que en esa vivienda se había producido un óbito. Tras haber colocado el cuerpo, se daba comienzo al velatorio y la duración de este podría ser de varios días, hasta siete, debido al temor que los romanos presentaban ante la muerte aparente.

 

Después del velatorio, se procedía a llevar a cabo la procesión funeraria (Pompa funebris). Un pregonero (preaco) anunciaba el comienzo de esta, que podía variar dependiendo del poder adquisitivo que tuviera la familia del difunto. Las clases medias-altas o altas tendrían una procesión funeraria más elaborada en la que encontraríamos todo tipo de detalles, empezando por las vestimentas del difunto que portaría sus mejores galas y tendría un lectus funebris decorado con guirnaldas y corona. Transportado por sus familiares más cercanos, los demás acompañantes llevarían también antorchas, velones y lucernas. Las llamas simbolizan la luz que el difunto no ve tras fallecer y que le servirá para llegar al más allá. Destacable es la presencia de las famosas plañideras (praeficae) que lloran incansablemente al difunto y entonan cánticos laudatorios (neniae). Por último, podía haber un flautista que aportaba una nota musical lúgubre a la comitiva. En algunas ocasiones puntuales, se podían detener en el foro para que algún familiar realizara la llamada laudatio funebris, que era una especie discurso en el que se recordaba al difunto y sus logros.

 

A la par que se realizaba el traslado del cuerpo hacia las afueras de la ciudad, donde se solían ubicar las necrópolis en la antigua Roma, se preparaba la madera para la cremación o la fossa en la que se inhumaba el cuerpo. La tumba podría variar: ser más o menos monumental, estar ya construida o no, ser un enterramiento provisional hasta que se construyera su lugar de descanso definitivo o simplemente un hoyo en el terreno en el que se enterraría al difunto o las cenizas de este en una vasija.

 

Ya en la necrópolis, el dessignator daba la orden de cremar el cuerpo sobre una pila de leña. Previamente, se le colocaban monedas en los ojos o en la boca: era el pago al barquero Caronte para que lo trasladara por la laguna Estigia hasta la entrada al Hades. También se le llamaba por tres veces para verificar que el difunto realmente estaba muerto. Después de que el fuego se hubiera extinguido, se procedía a la recogida de las cenizas y se depositaban en el interior de urnas funerarias.

 

 

 

 

 

Bibliografía:

 

• VAQUERIZO GIL, Desiderio:  Funus Florentinorum. Muerte y ritos funerario en la Iliberri Romana. Universidad de Córdoba. Museo Arqueológico y Etnológico de Granada, diciembre 2008 - abril 2009, 2008, págs. 131-144.

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