La mañana del 9 de enero de 1923 en que Antonia dejó por primera vez su pueblo blanco en los montes de la Axarquía malagueña para servir en casa de un terrateniente inglés en Jerez de la Frontera, el autogiro de Juan de la Cierva realizaba su primer vuelo en el aeródromo de Getafe y doce días después, a dos calles de la fuente pública donde lavaba la ropa de los señoritos, nacía una niña a la que llamaron María Dolores, conocida luego artísticamente como Lola Flores.
El 1 de febrero recibió carta de su tío, el único que sabía escribir en la familia, anunciándole el regreso con vida de su hermano mayor, José, tras el desastre de Annual en la guerra de Marruecos. Benigno, amigo de Antonia desde la infancia, no había corrido la misma suerte.
Albert Einstein, padre de la teoría general de la relatividad, visitaba en el mes de marzo la Universidad Complutense de Madrid y Antonia y Pedro, el mozo de cuadras del cortijo -con el que tendría seis hijos; uno moriría al nacer y Carmen, con diez años, lo haría de peritonitis-, sellaban su noviazgo con el primer beso.
El día de su boda, a finales de verano, se exhibía la primera exposición oficial de la Bauhaus y Antonia, feliz, colocaba una colcha bordada por su madre, parte del exiguo ajuar, en la cama de madera de olivo hecha a mano por Pedro en sus horas libres.
El 13 de septiembre, el mismo día en que el general Primo de Rivera se hacía con el poder, supo que estaba embarazada de su primera hija.
La noche del 6 de octubre ella y su marido, sentados en el quicio de la puerta de su humilde casa encalada, hablaban del futuro mirando un firmamento plagado de estrellas sin saber que un tal Hubble acababa de demostrar la existencia de otras galaxias. El propio Hubble tampoco podía imaginar que, en octubre del 2023, justo cien años después, otro astrónomo publicaría el descubrimiento de una galaxia gemela en los confines del universo conocido; la luz de esa galaxia que ha viajado por el espacio miles de millones de años nos devuelve, gracias al descubrimiento de la relatividad de Einstein, nuestra propia imagen del pasado remoto, como un viejo de ochenta años que al mirarse al espejo viera al otro lado al niño que fue.
Pedro marchó al servicio militar con destino a Alhucemas el 9 de noviembre. Antonia le despidió llorando mientras en Alemania un tal Hitler perpetraba un fallido golpe de estado. No sabía que trece años más tarde otro golpe de estado en su propio país apoyado por ese golpista alemán acabaría con la vida de su marido, fusilado en consejo de guerra sumarísimo por afiliarse a un sindicato obrero.
Cien años después, el visitante de esta exposición en la biblioteca de la facultad de Historia de la Universidad Complutense podrá seguir algunas de estas efemérides, aunque no estarán Antonia ni Pedro ni José ni Benigno ni Carmen. Historias sin aniversario; carne de cañón y de olvido. Hilos invisibles que forman la urdimbre de la historia, que viajan y se desvanecen en el tiempo y que, por un instante, nos saludan extrañados desde el otro lado del espejo en el que nos miramos.
Acceso a la exposición virtual <https://biblioteca.ucm.es/ghi/exposicion1923>