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Entre huesos y sombras: El misterioso reino de Mictlantecutli

MARTA MARTÍNEZ BARTOLOMÉ 29 de Octubre de 2025 a las 20:13 h

La religión azteca es una de las religiones más complejas e interesantes que se conocen hoy en día de la América precolombina, habiendo fuentes que nos mencionan que tenían más de dos mil deidades. Uno de los puntos más interesantes de esta religión es cómo veían el inframundo, las deidades relacionadas con este y los distintos rituales que se hacían.

 

El inframundo azteca estaba dividido en tres niveles muy bien diferenciados, siendo el primero de ellos el Mictlan; a este nivel iban todos aquellos que morían por causas naturales y para llegar a él tenían que pasar por una serie de pruebas, por lo que eran enterrados con diferentes objetos para ayudar a los difuntos en su camino. La primera prueba consistía en pasar por nueve ríos acompañados de un perro, el cual era enterrado con un hilo de algodón al cuello. La segunda prueba consistía en pasar por unas montañas que chocaban entre sí, mientras que en la tercera tenían que cruzar unas montañas de obsidiana; en este caso, si el difunto era un hombre quemaban petacas, armas y vestidos; por el contrario, quemaban alhajas, instrumentos de tejer y ropa, si la difunta era una mujer. El resto de pruebas radicaban en pasar por llanuras heladas, por lugares donde ondeaban banderas o te tiraban flechas, por caminos muy estrechos, o por delante de fieras que comían corazones, razón por la cual enterraban a los fallecidos con una piedra en la boca para que se la dieran a las fieras. Para este primer nivel del inframundo, realizaban rituales con el difunto que consistían en rociar agua en su cabeza, colocar junto a él un jarrón de pequeño tamaño, e ir añadiendo papeles; posteriormente, incineraban el bulto mortuorio, recogían las cenizas y el carbón, lo lavaban con agua y lo terminaban enterrando en un rincón de la casa dentro de una olla para hacerle ofrendas; pasados los ochenta días se quemaban pertenencias del fallecido. Este ritual se repetía durante tres años y al cuarto llegaba a su fin porque se consideraba que el difunto ya había llegado a su destino y cumplido todas las pruebas pertinentes.

 

Por otro lado, estaba el Paraíso del sol o Tonotiuhacan, el nivel al que llegaban los guerreros que morían durante la batalla, los sacrificados o las mujeres fallecidas durante el parto. Al cuarto año de fallecer, los guerreros regresaban a la tierra convertidos en colibríes, un ave muy importante para las culturas precolombinas. En el caso del Tonotiuhacan, no tenemos tanta información como del anterior, pero se sabe que estaba ubicado al oriente, estaba cubierto con flores blancas, rojas y amarillas, que era un lugar donde abundaban las aves, donde los guerreros simulaban luchas y saludaban gritando y golpeando sus escudos al dios del Sol. En el caso de las mujeres, acompañaban al sol desde el mediodía hasta el ocaso, llegando a aparecer en la tierra tomando el aspecto de tzitzimime, que eran una especie de monstruos femeninos que ocasionaban todo tipo de desgracias a quienes se toparan con ellos.

 

El tercer nivel es probablemente el más importante de todos y se conoce como el Paraíso de Tláloc. En este caso llegaban aquellos que Tlaloc escogía y lo conseguía matándolos por causas relacionadas con el agua y las tormentas, bien fuera ahogados, fulminados por un rayo, o mediante la hidropesía, la lepra o las bubas. Las fuentes nos lo describen como un jardín repleto de todas las cosas que cualquier humano pudiera necesitar: maíz, bledos, chile, frijoles o calabazas. En cuanto a los rituales de enterramiento, se basaban en sepultar los cuerpos con semillas de bledos en la mandíbula, pintar la frente del difunto de color azul, y colocar papeles y una vara en la mano como ofrenda. También sacrificaban bebés para Tlaloc y si lloraban antes de ser sacrificados era un buen augurio.

 

Finalmente, los aztecas tenían otro paraíso que se ha relacionado con el limbo cristiano. Este paraíso era una antesala donde los niños que fallecían de manera prematura se quedaban hasta que podían comer maíz, que era el momento en el que pasaban a la sala principal. En este lugar se encontraba también el Árbol de las Tetas o Chichihuaquahco, donde estaban bebiendo leche hasta que tuvieran una nueva oportunidad de volver a la tierra.

 

El inframundo azteca estaba gobernado por la pareja conformada por Mictlantecutli y su mujer, Mictecacihuatl, conocidos también como los señores del Mictlán, y asociados con animales nocturnos como los murciélagos, los búhos o las arañas.  Iconográficamente hablando, se les suele representar con el cuerpo descarnado y mostrando el cráneo, un ojo y una ceja muy característica que le diferencia del resto de las deidades, mostrando las costillas y los huesos, y con el pelo ensortijado con ojos que nos podrían recordar a las estrellas. Aunque hay veces que, pese a estar descarnado, se muestran los pulmones y el corazón tras la caja torácica.

 

En muchos de los códices que conservamos se representa a este dios junto a codornices, las cuales se empleaban en los sacrificios que se hacían en su honor, dado que fueron las que le ayudaron a atrapar a Quezalcoatl cuando intentó robar los huesos que guardaba en el inframundo. Por otro lado, Mitlantecuhtli es el patrón del día “perro”, así como el patrón de las ofrendas y las penitencias, dedicándole rituales en la trecena del sur con inciensos de humo muy oscuro que hace referencia al inframundo y profetiza la muerte. Asimismo, tiene un mensajero silencioso que se conoce como Tecolote, que también aparece en algunas representaciones de códices como es el caso del Códice Cospi.

 

Al mismo tiempo, en los códices se han encontrado representaciones de los cuatro templos principales de la religión azteca, los cuales indican las distintas direcciones del universo: el oeste, Xochipilli; el norte, Itztlacoliuhqui; el este, Cinteotl; y el sur, Mitlantecuhtli. En este caso nos interesa el cuarto templo, dedicado al dios del inframundo. Se representa como un templo realizado con huesos, costillas y ojos arrancados, así como cuchillos y manos cortadas; y el techo suele representarse de color azul, haciendo alusión a los sacrificios.

 

Por otra parte, tenemos códices en los que se representa una doble versión de esta deidad, junto con Quetzalcoatl, el dios del viento. Este conjunto de fuerzas opuestas, viento y muerte, se muestran en algunos  códices, como el Códice Vaticano B, mirando a lados opuestos, rodeados de figuras sueltas que se relacionan directamente con los días y que se asocian a distintas partes del cuerpo de los dioses. Al aparecer como fuerzas antagónicas, la combinación y la oposición entre ambas deidades podría hacer alusión a una división del tiempo concreta en campos de influencia contrarias. Centrándonos en la posible interpretación calendárica, Mictlantechutli mira hacia la izquierda y se asocia con los signos viento, lagarto, y los signos águila, serpiente, hierba, venado y caña. Por el contrario, Quetzalcoatl mira hacia la derecha y está asociado con los signos casa y lagartija, y los signos jaguar, serpiente, agua, perro y águila. Añadir la idea de que también se ha relacionado con una función medicinal y con el sacerdotismo.

 


 

En el caso del Códice Laud se nos presenta en numerosas ocasiones Mictlantecuhtli, pero más que como la muerte en sí misma, como la influencia que tiene esta deidad en la vida, todo ello relacionado con el mundo sacerdotal, los ancestros, gobernantes, etc. Además, en muchas escenas se presentan las ofrendas que hacían en los rituales a este dios. En relación con este tema, tenemos el caso del Códice de Tudela, algo posterior a los comentados previamente, que recoge el baño de sangre que hacían a una escultura de Mictlantecuhtli.

 

En conclusión, dentro de la propia complejidad de la religión azteca, la figura de Mictlantecuhtli nos muestra la importancia que tenía la muerte en la cultura azteca, siendo prueba de esto las representaciones artísticas de los códices, así como los rituales que se hacían dedicados al dios, y  que han llegado hasta nuestros días gracias a las fuentes escritas.

 

Bibliografía:

 

Descubre más detalles a través de los fondos de la Biblioteca:

Codex Borgianus

Codex Fejérváry-Mayer

Codex Laud

Codex Vaticanus 3773


Bibliografía temática:

Aztecas-Religión y mitología

Calendario mexicano

Códices mexicanos

Indios de México-Religión y mitología

Manuscritos mexicanos

Manuscritos mexicanos-Facsímiles

México-Historia-Hasta 1517, Época prehispánica-Fuentes

Mitología azteca

Pictografía mexicana

Religión azteca

 

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