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El Sitio de Cartagena de Indias

Javier Rodríguez Saiz 6 de Febrero de 2015 a las 14:15 h

Una vez asentado en el trono español, Felipe V va a reprimir el comercio ilícito en América, principalmente el inglés. Para ello llevó a cabo la creación de un servicio de guardacostas destinado a inspeccionar los buques extranjeros en aguas españolas y a confiscarlos en caso de que portasen mercancías de contrabando.

Esto produjo grandes tensiones con los comerciantes-contrabandistas británicos, que no tardaron en llevar sus quejas al parlamento inglés. El primer ministro británico no era muy partidario de declarar la guerra a España, pero tras constantes presiones del parlamento, y ante la poca iniciativa del gobierno español por arreglar el conflicto, decidió aceptar el dictado popular, declarando la guerra a la España borbónica el 19 de Septiembre de 1739.

La monarquía hispánica, que se encontraba tanto en inferioridad numérica como tecnológica, decidió llevar una estrategia defensiva, manteniéndose a la espera de los movimientos británicos. El gobierno británico mandó reunir una gran armada en la isla de Jamaica, desde donde se atacarían los principales puntos estratégicos de la monarquía en el caribe. Cabe destacar la toma y destrucción de Portobello. El siguiente enclave estratégico era la ciudad de Cartagena de Indias, llave del resto del continente suramericano.


Los británicos aparecieron en Cartagena el 13 de marzo de 1741, al mando del almirante Vernon, con unos 30 navíos de línea y otros 150 de diferente uso, que transportaban unos 30000 hombres. En el bando español, la defensa de la ciudad se encomendó al célebre almirante don Blas de Lezo, mientras que el gobierno de la plaza le correspondía al virrey don Sebastián de Eslava. Lezo apenas contaba con seis navíos de línea y unos 4000 hombres para defender los distintos fuertes que, desde su llegada a la ciudad, se había obstinado en organizar.

Los británicos vieron desde el principio la toma de la ciudad como un mero trámite, tratando de sufrir el menor número de bajas. Estos no debieron subestimar ni a los defensores ni al clima tropical de la zona. Lezo dispuso la defensa con la idea de prolongar el asedio lo máximo posible, pues tener a un ejército de semejante categoría hacinado en los barcos y sometido a un clima tropical de altas temperaturas y gran humedad, solo podía causar el desánimo entre la tropa y que las fiebres diezmasen el contingente.

A lo largo del sitio, que duró algo más de dos meses, los ingleses intentaron el asedio e la plaza con diversas tentativas, primero bombardeando las fortificaciones, mientras que un contingente desembarcaba en los alrededores selváticos, para tomar las posiciones españolas mediante maniobras envolventes. Estas maniobras conllevaron un gran desgaste de las tropas británicas, debido al clima y a la férrea resistencia que Lezo inculcó en sus hombres.

Los españoles acabaron replegándose a la fortaleza interior, conocida con el nombre de San Felipe, donde los hombres de Lezo, junto al coronel Desnaux, propiciaron una gran derrota a los granaderos del general Wentworth, que trataron de tomar el castillo al asalto. Blas de Lezo morirá días después de la batalla por enfermedad.
Este alarmante fracaso, junto a las constantes muertes por toda clase de epidemias, persuadió a Vernon de que la toma de Cartagena se hacía más difícil cada día que pasaba, por tanto dio la orden de regresar a Jamaica, convencido de haber sufrido la mayor derrota naval de la historia de Inglaterra.

Tras el sitio, los territorios americanos se mantuvieron bajo dominio español durante unas décadas más, quedando Lezo y sus hombres inmortalizados para la eternidad.

Bibliografía:


SAEZ ABAD, Ruben: La guerra del Asiento o de la oreja de Jenkins 1739-1748, Almena Ediciones, Madrid, 2010.

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