Google Maps se ha convertido en el mapa de cabecera de millones de usuarios. Por eso tiene que tener diplomacia para hacer frente a los problemas que la cartografía lleva décadas sorteando
Si buscamos Crimea en Google Maps desde el dominio ruso, podremos observar que una línea continua separa este territorio de Ucrania. Si hacemos la misma búsqueda pero desde Google Maps España, o desde Estados Unidos, veremos que esa línea que limita ambos lugares es discontinua. La región vive en una situación inestable desde que, a mediados de 2014, Crimea decidiera separarse de Ucrania para unirse a Rusia.
Algo similar ocurre con regiones asiáticas como Jammu y Cachemira, un territorio administrado por India y reclamado por Pakistán, en disputa desde 1947. Si se hace una búsqueda desde el dominio de la India se puede ver que el territorio se encuentra dentro de sus fronteras, y sus límites están señalados por una línea gruesa y continua. Si se realiza la misma consulta desde un .com, una línea discontinua indica que ese territorio está en disputa.
Ciudadanos de distintos países verán un territorio representado de forma diferente en función de la postura oficial del lugar desde el que se conecten. Volviendo al ejemplo anterior, los que estén en Rusia verán ese territorio como ruso, sin más discusión. En otros países entenderán que el territorio está en disputa. De hecho, algunos como Estados Unidos, lo considerarán parte de Ucrania y, por tanto, ocupado por los rusos. La intención de la empresa tecnológica es actuar con precaución "al tomar decisiones que pueden ser sensibles", ha explicado a Teknautas una portavoz de Google.
La intención de la empresa tecnológica es actuar con precaución al tomar decisiones que pueden ser sensibles
Por ello, y aunque toma información de diversas autoridades cartográficas, Google suele ajustarse a las leyes locales a la hora de representar las fronteras de territorios en disputa (que superan la treintena según los últimos datos, de 2014), y en todo caso debe actuar de acuerdo con las normas de los lugares en los que se ubican sus servidores.
También es una forma de satisfacer las peticiones que formulan los distintos países sin meterse en líos, reflejando pero sin respaldar la posición de todas las partes y permitiendo que sean los usuarios los que saquen sus propias conclusiones sobre las disputas geopolíticas.
En general, el servicio refleja las fronteras internacionales con una línea gris oscura y continua, y entiende como tal aquella que está bien definida y sobre la que no existe ningún tipo de conflicto. Mientras tanto, las fronteras en disputa las visualiza con una línea discontinua, y las concibe como aquellas por las que compiten varios estados colindantes. También representa con una línea discontinua las fronteras consideradas "provisionales", que actúan como límites de facto aunque no hayan sido acordadas formalmente.
Un ejemplo de disputa es el territorio de Los Altos del Golán, que se encuentra bajo administración israelí pero pertenece a Siria, por lo que Naciones Unidas lo considera ocupado y Google Maps lo representa con líneas discontinuas. Algo similar sucede cuando buscamos Palestina. Los llamados territorios palestinos (Gaza y Cisjordania) quedan delimitados también por líneas discontinuas, ya que Israel los considera territorios en disputa y la ONU, territorios ocupados. Lo mismo ocurre con el Sáhara Occidental, que también queda separado del resto de Marruecos por una línea discontinua: sus habitantes quieren la autodeterminación y el país magrebí se resiste a concedérsela.
Ese afán por representar territorios y fronteras de la forma más neutral posible ha llevado en ciertas ocasiones a la multinacional a generar sus propios conflictos, fruto de una errónea representación del territorio. En 2010, Google comenzó a trabajar para que el famoso islote de Perejil, por el que España y Marruecos compiten desde 2004, apareciera en sus mapas como territorio en disputa y sin autoridad definida. Lo hacía después de haber atribuido el islote primero a Marruecos y después a España, en ambos casos de forma equivocada. La solución que ha aplicado finalmente, como es habitual con los territorios insulares disputados, es representarlo utilizando al mismo tiempo el nombre español (Isla Perejil) y el marroquí (Yasira Leila).
También por aquellas fechas tuvo que enfrentarse a un caso un poco más sensible, a cuenta de un territorio situado en la frontera entre Nicaragua y Costa Rica. Un funcionario nicaragüense respaldó una incursión en el territorio vecino al considerar que no estarían cometiendo irregularidad alguna, argumentando que, para comprobarlo, sólo hacía falta echar un vistazo a Google Maps. El mapa de la tecnológica daba más terreno a Nicaragua del debido. Después de aclarar el error, la empresa lo modificó, aunque hizo revivir una disputa fronteriza que existía desde hacía tiempo.
Otra manifestación del dilema cartográfico al que se enfrenta Google son las búsquedas. Si un usuario pregunta por lugares como Brasil, Bruselas, Italia, Estados Unidos o Mozambique, se encontrará que los países se muestran delimitados por una línea roja, con su nombre resaltado en ese mismo color. Sucede así porque su territorio está perfectamente delimitado.
En 2010 Google comenzó a trabajar para que el islote de Perejil apareciera en sus mapas como territorio en disputa y sin autoridad definida
Sin embargo, si busca lugares como Rusia, Kosovo, Sudán o Sudán del Sur, lo que aparece es el nombre del país con un icono rojo que indica de forma aproximada dónde se encuentra, sin delimitación fronteriza alguna. Buscando otros como India, Israel, Marruecos, China o Vietnam, la plataforma muestra aún menos detalles: solo un zoom sobre la zona y el nombre del lugar, sin puntos ni fronteras en rojo.
Diferentes formas de visualizar (o no visualizar) en función de lo sensible que sea cada estado a la hora de definir (o permitir que otros definan) las lindes de su territorio.
Al estilo tradicional
Habitualmente lo primero que se tiene en cuenta a la hora de cartografiar un territorio es si una frontera está sujeta a un tratado de delimitación o no. Se trata de un acuerdo entre dos estados vecinos que establece por dónde discurre ese lindero. "Cuando existe tratado, el problema cartográfico está en interpretarlo; cuando no existe, está en saber por dónde va la frontera", explica Joan Capdevila, ingeniero geógrafo de la Universidad de Barcelona. En estos casos, se determina en base a la historia, al territorio que ocupan los lugares vecinos y a las quejas que llegan del otro lado.
Si nos encontramos con una frontera disputada, ¿cómo se refleja en un mapa tradicional? Eso depende del cartógrafo. Según Capdevilla, no existe un criterio universalmente reconocido para resolver estos dilemas. Google tiene el suyo, los organismos oficiales de cada país también, y una editorial que publica mapas con finalidad educativa tendrá otro. En España, a nivel oficial, los mapas se diseñan siguiendo los criterios del Ministerio de Asuntos Exteriores, que a su vez se apoya en el servicio geográfico del Ejército para los elementos técnicos.
La organización Open Street Map (OSM), responsable de una famosa alternativa abierta y comunitaria a Google Maps, tiene mucha experiencia en este campo. En su caso, a la hora de diseñar el mapa de un territorio en disputa, siguen la regla de ceñirse a "lo que hay en el terreno". No sólo habría que acudir al lugar para saber qué dice la gente, sino también "preguntar a quienes dicen tener potestad sobre ese área", explica a Teknautas Iván Sánchez, desarrollador geoespacial y miembro del colectivo.
Sánchez entiende que "hay fronteras que no cuadran y no pasa nada", y señala que Google, en cierta manera, "traslada al ámbito digital lo que se hace en papel". En los mapas tradicionales, cuando existe una duda cartográfica, cada organismo de cada país pinta la frontera "como considera oportuno", según su versión oficial. Como hemos explicado, Google también pinta esos linderos, en muchos casos, dependiendo del dominio. "En función de quién está mirando", afirma Sánchez.
Según el ingeniero, la multinacional aún no ha solucionado bien la problemática, "aunque entendemos que no se trata de ir persiguiendo a quienes hacen mapas, sino de ponernos de acuerdo al delimitar las fronteras existentes". En el caso de España por ejemplo, Google Maps utiliza información oficial para responder a las consultas que se realizan desde el dominio .es. Se puede comprobar en la leyenda que aparece ("basado en BCN IGN España"), que hace referencia a los datos aportados por el Instituto Geográfico Nacional.
El problema con Google viene, según Capdevila, cuando los datos proporcionados por diferentes países no cuadran. Por eso y a nivel europeo, el proyecto Euroboundaries pretende revisar las cartografías de cada país para ver las discrepancias que existen e intentar llegar a una solución. Incluso hay una directiva, Inspire, para que se publique en la red la cartografía oficial de cada estado, ayudando a entender las posiciones oficiales y a buscar salidas para los conflictos.
Según el portavoz de OSM, el problema siempre ha estado ahí pero la tecnología "le ha dado un empuje y ha puesto encima de la mesa las problemáticas existentes en materia de fronteras". Al mismo tiempo, si se consiguen acuerdos sobre la representación cartográfica de los territorios, será en buena parte gracias al impulso tecnológico, causa y a la vez solución de los grandes problemas de nuestro tiempo.
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