Quien parte, reparte y se lleva la mejor parte. El refrán español es más que pertinente para hablar del dividendo que el país realizó junto a Portugal, en el siglo XV, para distribuirse literalmente el mundo. El espionaje entre ambas potencias era feroz por las continuas expediciones que ambos fletaban en busca de la conquista de nuevas vías de navegación y territorios. Así que, en 1494, dos años después de que Colón llegase al Nuevo Mundo, ambos países realizaron un ejercicio diplomático que quedó signado en el Tratado de Tordesillas: básicamente partieron el mundo en dos -de polo a polo y sin conocerlo todavía en su totalidad- para intentar que ninguno interfiriese en las empresas del otro. Pero había mucho en juego y las artimañas de espionaje y despiste entre ambos no se detuvieron por esta firma.