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James, Conrad y el cine

María Luisa Esteban Hernández 2 de Agosto de 2010 a las 13:04 h

A Henry James, (1843-1916), un estadounidense enamorado de Europa y en ella afincado gran parte de su vida, le costó la adquisición de la nacionalidad inglesa el rechazo y la crítica de sus compatriotas americanos que minimizaron entonces su valía. Hoy todos reconocen su extraordinario dominio del lenguaje y la calidad de su obra está fuera de discusión.

 

Muy hábil en la utilización del estilo indirecto y sutil en la descripción de sus personajes, sus narraciones avanzan a ritmo lento, desvelándonos la trama con diálogos y observaciones minuciosas que van adensando la historia, donde parece que los hechos nunca asumen la gravedad esperada.

Su empleo de narradores múltiples y los monólogos interiores de sus criaturas son recursos estilísticos con los que se anticipa a su tiempo y sus lúcidos estudios psicológicos constituyen también rasgo dominante de su manera de hacer.

Pero es sobre todo su capacidad para crear buenas historias que nunca aburren lo que le ha hecho tan interesante para el cine. La moral y las costumbres pueden cambiar, sus personajes comportarse con actitudes hoy pasadas de moda, pero la curiosidad que despiertan y mantienen los argumentos de sus cuentos y novelas pesa más que todos estos avatares que trae consigo el paso del tiempo.   

Aunque son muchos los géneros que frecuenta, (novela, teatro y crítica literaria), han sido algunas de sus narraciones las que han acaparado la atención del cine: En 1949 William Wyler dirige "La heredera", excelente versión de Washington Square, que en 1997 volvería a llevar a la pantalla Agnieszka Holland, con el mismo título de la obra literaria, Washington Square, y resultados aceptables, aunque no tan brillantes como los de la versión anterior. La de William Wyler constituye un clásico imperecedero que uno no puede ignorar. El argumento habla de amor y desamor, de hipocresía y de interés, de engaños y desengaños, de traición, de rencor y de venganza, sin salirse de los estrechos márgenes que la sociedad burguesa decimonónica impone a una señorita de buena familia. Si el relato de James cautiva, su puesta en escena por Wyler logra sumergir al espectador en este atormentado melodrama, atrapándolo con su manera elegante y meticulosa de llevarnos por la historia. La película contó además con un reparto de lujo, bellos diálogos y la espléndida música de Aaron Copland, componentes todos que se suman a la gran sensibilidad artística del director y dan como resultado una obra capital.

En 1961 Jacques Clayton rueda Suspense (Innocents), una interesante pelicula de género gótico que recrea "Otra vuelca de tuerca", (The turn of the screw), relato de fantasmas con niños e institutriz contado de forma ambivalente, de manera que nunca se aclara si asistimos a algo que está sucediendo en la realidad o que sólo ocurre en la mente de la niñera. En 1972 y a partir de la misma narración, el inglés Michael Winner dirige Los últimos juegos prohibidos poniendo más el acento en el aspecto dramático y pasional de la historia, aunque lindando también con el terror. En 2006 volvería a llevarse al cine, esta vez por Donato Rottuno bajo el título "Atrapados en la oscuridad" (In a dark place).

Asistimos a otra de sus constantes temáticas, los estadounidenses en Europa, en las siguiente películas, que sobre títulos homónimos y con diferentes resultados realizan Peter Bogdanovich en 1974, Daisy Miller ; Jane Campion, en 1996, Retrato de una dama; Iain Softley en 1997, Las alas de la paloma ; y James Ivory en 2000, La copa dorada.

La historia de Las bostonianas, exquisitamente adaptada también por James Ivory en 1984, gira en torno al feminismo, apuntando además otro aspecto, la personalidad arribista, ya abordado en varias ocasiones, pero sobre todo en Washington Square, donde traza de manera magistral el agudo perfil de joven ambicioso y ávido de ascenso en la escala social.

Y no hay que olvidar  La habitación verde, una  desolada recreación de diversos relatos de Henry James como "El altar de los muertos", "Los amigos de los amigos" y "La bestia en la jungla" efectuada por François Truffaut el año 1978 en la más extraña de sus películas.

Patricia Highsmith hace a propósito de James este agridulce comentario: "Henry James, que fracasó estrepitosamente como autor teatral, debería vivir ahora para ver el partido que otros dramaturgos sacan de sus obras. Se sentiría orgulloso". Y si la obra de Henry James ha sido fuente de inspiración para el género cinematográfico, también el séptimo arte ha sacado gran partido de la narrativa de otro gran escritor en   lengua inglesa, Joseph Conrad.  

Ucraniano de nacimiento, polaco por educación y genio de la literatura inglesa, Joseph Conrad (1857-1924), a veces etiquetado de romántico, y considerado además precursor del modernismo, ha desarrollado una extraordinaria obra literaria, que, efectivamente, ha sido con frecuencia adaptada a la pantalla. Nos detendremos en algunas de las realizaciones a que ha dado lugar y que podemos consultar en la Biblioteca de Filología:

 Lord Jim, (1965), película británica basada en la novela homónima que Conrad publicara en 1900. Dirigida por Richard Brooks e interpretada por un magnífico plantel de actores de la época, narra las aventuras de un oficial de la marina británica que, marcado por un acto de cobardía, huye a Sumatra, donde tratará de compensar su falta.

 Los duelistas, (1977), realizada por Ridley Scott a partir del cuento de Conrad  "El duelo" (1907), es un relato obsesionante  centrado en el eterno enfrentamiento entre dos soldados durante las guerras napoleónicas.

 Apocalipse  now, (1979), en que Francis Ford Coppola traslada a la guerra de Vietnam la novela corta "El corazón de las tinieblas", (1899), originalmente ambientada en África, logrando con ello un resultado impactante.

 Gabrielle, (2005), sobre el cuento "El regreso", donde Conrad nos relata cómo la traición de su mujer hace que se tambalee el mundo del protagonista, hasta entonces sólido y seguro. Escrito de una forma elegante y precisa, Patrice Cherau ha sabido llevarlo al cine sin traicionar su estilo literario y consiguiendo a la vez una obra muy personal.

 

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