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Fitzcarraldo o la conquista de lo inútil de Werner Herzog

Carlos Lombas Huerta 14 de Abril de 2011 a las 16:20 h

Fitzcarraldo

"Desprenderse de una realidad no es nada: lo heroico es desprenderse de un sueño" Rafael Barreti

La conquista de lo inútil, es el  amargo diario que Werner Herzog escribió el aquel accidentado y agresivo rodaje de la película Fitzcarraldo, que junto al archivo fílmico  de su realización, Burden of Dreams dirigido por Les Blank con guión de Michael Goodwin, y el otro documental de Herzog Mi enemigo íntimo, que abunda en la destructiva relación de director y actor, durante los rodajes que compartieron y en especial en este, hacen de esta recreación, una epopeya, con los infortunios propios de categoría dramática,  que van desde la guerra entre Perú y Ecuador, obligándoles a moverse; luego una guerra tribal, mientras los actores iniciales abandonaron el proyecto, y que ya iniciado de nuevo, sufre una sequia histórica, perdiendo  el Amazonas, parte de sus afluentes.

 La historia  está basada en un personaje real, el irlandés  Carlos F. Fitzcarrald, el barón del caucho, dueño de un gran sueño: llevar la opera, que adoraba, a las selvas del Amazonas, para que los indígenas puedan disfrutar de Verdi, cantado por su ídolo, Enrique Caruso o a Sarah Bernardt. Los nativos le creían un héroe, un patriota, casi un dios.

Para conseguirlo, emprende una magna empresa que cree que le hará rico, y luego podrá construir en Iquitos un lujoso teatro de la opera, como el de Manaos, donde había visto una espectacular función protagonizada por el gran tenor italiano.

Necesitaba un barco, el Cotamana se llamaba el verdadero, para iniciarla, comprado con la ayuda de su amante-esposa Molly (Claudia Cardinale), una madura dueña de una casa de señoritas, que alienta y se emociona con esta idea, como con sus otros delirios anteriores, como la fabricación de hielo para venderlo en la selva o la construcción de un ferrocarril transamazónico, con los que se arruino.

Aquella zona que el cauchero quería explotar, no era accesible debido a los rápidos, y la única manera de conseguirlos era llevar un barco, de uno a otro río a través de la montaña, y fue la tarea que Fitzcarraldo (Klaus Kinski) y Herzog hicieron de aquella loca idea, una realidad, que podemos ver. Sin ningún apoyo financiero de los terratenientes al personaje real, sabiendo a la vez, que se reían de él, de sus sueños, de sus obsesiones, inicia su lucha por lograr un imposible.

Con una trama mínima y lentamente, aquel delirante sueño va camino de hacerse posible, pues una vez adjudicado el territorio y pagado al gobierno, comprado y reparado el barco, completada la tripulación, parten, planos en mano, hacia el lugar, que él ya sabe, es el más cercano entre aquellos ríos, con la noticia de que sus habitantes, los jibaros, no son gente amigable. Y piensa, que no se unirán fácilmente a su proyecto, para ser explotados.

En la realidad del cine, tras muchos meses de trabajos, donde se paga a los indígenas tres veces más de lo normal,  y aún el misionero de la tribu pide otro tipo de de cobro en otras especias, para mantenerlos contentos. Mientras, vamos viendo las corruptelas gubernamentales, los caciquiles abusos y las honorables fiestas de aquella sociedad enriquecida, bebedora y ostentosa, rodeada de trabajadores, que en aquel inhóspito territorio están a merced del amo, pues el dinero que ganan trabajando, lo gastan en burdeles y bares, que también son de su amo.

Iniciado los viajes, rodeados de una exuberante selva, ficción y realidad, romanticismo y megalomanía, se mezclan como una fuerza salvaje que emana de la naturaleza, en aquella selva peruana, en busca de un paso entre los ríos Pachitea y Uyacal, con el barco original, de un peso inferior, y que fue desmontado, mientras que en la película, el gran barco se cruzo entero.

En los momentos donde el río se hace más siniestro, para evitar el silencio y el miedo, el gramófono suena haciendo que aquella travesía parezca algo predestinado  a su sacrificio. Llegados al punto elegido, con la tripulación mermada, y rodeado de nativos,  silenciosos y con el ánima  puesta en la esperada visita de un dios blanco que vendrá del rio, todo se vuelve incierto.

Tras una larga incomunicación y  ya marcada la ruta para cruzar el barco, indígenas, y tripulantes, cuerdas,  poleas,  inician el transporte colina arriba, que es tan accidentado como intenso, y consiguen llevarlo al otro caudal, con multiplicidad de graves accidentes de actores, de algún cámara, de los extras.

La violencia se palpa en toda la filmación, la vemos reflejada en las escenas desde el inicio del transporte del barco, en los momentos en que aparecen los indígenas. La tensión, entre Kinski y ellos, llegaron al punto de ofrecerse a Herzog para matarlo, que confesó aprovechar aquellos sentimientos para rodar las escenas más decisivas, donde se llego incluso a insinuar, que la comida del rodaje estaba envenenada.

Sin ningún registro de efectos especiales, fue real aquel trasbordo del barco, Molly-Aida, nombre de la ficción, de un rio a otro, a través de una montaña, hacia el lado donde tiene los derechos de explotación de la zona, que le permitirá cumplir su sueño.

El espectacular transvase, fue realizado con la ayuda de los indígenas, y  con su compleja relación con el animismo, viéndose luego derrotado por otro sueño tribal.

Tras tales peripecias, llegan de nuevo con su barco a Iquitos y lo vende para ofrecernos el final de su sueño: un espectáculo  orgiástico y  delirante, a lo largo del río.

Realidad y ficción se equiparan.

En el desarrollo de la producción, que vemos en el documental, tan interesante como la película, donde tanto Herzog  como Kinski, en aquella relación amor odio, van reflejando los excesos cinematográficos y sus interpretaciones, tal que especímenes en celo, marcando sus territorios. Ambos, Kinski en su memorias, Yo necesito amor, y en  La conquista de lo inútil Herzog, abren razón y corazón, para describirlo.

La película obtuvo  premios en los BAFTA,  en el festival de cine de Cannes, en los Globos de Oro y en el festival de cine de San Sebastián.

Werner Herzog (Múnich, 1942) es realizador cinematográfico, guionista, productor, actor y escritor. Se crió en un pueblo de montaña remota en Baviera y nunca vio ninguna película, la televisión o los teléfonos como un niño. Él comenzó a viajar a pie desde la edad de 14 años. Hizo su primera llamada telefónica a la edad de 17 años. Durante la escuela secundaria, trabajó el turno de noche como soldador en una fábrica de acero para producir sus primeras películas e hizo su primera película en 1961 a la edad de 19 años

Inició su trayectoria con documentales y su primer largometraje de ficción fue Signos de vida (1968). Sus películas posteriores han confirmado su carácter visionario y su atención por lo irracional y por las realidades marginales (También los enanos comenzaron pequeños, 1970; Tierra de silencio y oscuridad, 1972; El enigma de Kaspar Hauser, 1975; Corazón de cristal, 1976; Nosferatu, el vampiro de la noche, 1979; Woyzeck, 1979; Fitzcarraldo, 1982; Donde sueñan las hormigas verdes, 1984; Cobra verde, 1987; Grito de piedra, 1991). Ha dirigido también montajes teatrales, en especial de óperas (Doctor Fausto, 1985; Lohengrin, 1987; Juana de Arco, 1989). En la década de los noventa realizó documentales para el cine y la televisión: En las puertas del infierno (1992), The Transformation of teh World Into Music (1994), Little Dieter Needs to Fly (1997) y Mein liebster Feind (1999).

A lo largo de su carrera recibió numerosos reconocimientos. Entre ellos, el premio especial del jurado en el festival de Ámsterdam y el FIPA de Plata de Biarritz por el documental El pequeño Dieter necesita volar, el Oso de Plata de Berlín por Signos de vida, el premio al mejor director en Cannes por Fitzcarraldo, el premio del jurado en Cannes por El enigma de Kaspar Hauser, el premio del Directors Guild of America por Grizzly Man, el premio al mejor filme extranjero de Le Syndicat Français de la Critique de Cinéma por Aguirre, la ira de Dios, y el premio del FIPRESCI en Venecia por The Wild Blue Yonder. Entre sus obras literarias publicadas en castellano se encuentran Del caminar sobre el hielo y Vaya país.

Una de las más excéntricas figuras del Nuevo Cine Alemán, caracterizado como un romántico visionario del movimiento. Todas sus producciones se caracterizan por su necesidad de enfrentar el peligro. Son conocidas sus dificultades de producción como transportar un barco a través de una montaña, filmar la erupción de un volcán, etc. Su trabajo ha producido reacciones encontradas, desde los que lo consideran un poeta sublime y misterioso hasta aquellos que lo creen un místico o un mitificador. ( datos de adwers)

Klaus Kinski,  (18 de octubre de 1926 - 23 de noviembre de 1991) fue un famoso y controvertido actor alemán. Su auténtico nombre era Nikolaus Karl Günther Nakszynski. De padres polacos, nació en Zoppot, Danzig, Alemania (actualmente Sopot, Polonia).

Kinski sirvió en el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial, aunque la mayor parte del tiempo la pasó como prisionero de guerra bajo control británico. Al finalizar la guerra, empezó a actuar en obras de teatro, pero pronto pasó a la industria del cine, que consideró mucho más rentable. Actuó en un gran número de películas, casi todas ellas de ínfima categoría, como él mismo reconocía. No obstante, algunas de ellas fueron películas memorables dentro de sus respectivos géneros, como Doctor Zhivago y Por unos pocos dólares más.

La reputación internacional de Kinski se forjó gracias a sus colaboraciones con el director Werner Herzog en películas como Aguirre: La cólera de Dios, Woyzeck y Nosferatu, el vampiro. En 1985 rodó a las órdenes de Fernando Colomo El caballero del dragón.

Kinski, que bebía en exceso, era un maníaco sexual, narró sus hazañas sexuales en una autobiografía. A causa de la gran cantidad de papeles de loco y asesino que representó a lo largo de su carrera, y a su comportamiento obstinado y a menudo obsesivo, se le solía considerar un genio demente. Se casó cuatro veces y tuvo tres hijos, Nastassja Kinski, Nola Kinski (ambas actrices) y Nikolai Kinski.

Kinski murió a los 65 años de edad, en Lagunitas, California, de un ataque al corazón.( datos mundocine.net)

 

 

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