Sentado sobre un cojín estampado y pisando una tela roja de grosor casi palpable, se aparece Giacomino ante el espectador. El niño mira hacia su izquierda con expresión ausente mientras se sostiene apoyando su mano derecha sobre la silla. La postura hace que sus hombros caigan relajados al mismo tiempo que se encorva su espalda, provocando que la piel de su vientre se arrugue en varios pliegues por encima del ombligo. La imagen real de Giacomino está delante del espectador.
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