Algunos aseguran que la felicidad debe contar con un alto porcentaje de mala memoria. Puede que sea cierto, pero olvidar no es necesariamente una elección.
Dice Joan Margarit que estamos construidos por el olvido y la pulsión sexual y que cualquier intento de luchar contra esas dos condiciones esenciales está condenado al fracaso. ¿Es siempre inútil intentar abrir brechas en el olvido? ¿Verdaderamente no merece la pena trabajar para que la memoria tenga espacio? El mismo poeta nos dice: "No lo he olvidado aunque no lo recuerdo".
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