Vivir en una librería es como vivir en un almacén de explosivos. Los estantes están ordenados con los combustibles más furiosos del mundo: "los cerebros de los hombres". Christopher Morley
Crecimos sin esta desmesura consumista, con la tienda de los comestibles, y el horno de pan, únicamente abierto a diario, lo demás venía de fuera. Los vendedores ambulantes llegaban unos una vez al mes, otros una a la semana. Desde el pescado hasta la confección no eran materia de primera necesidad, y se compraban si alcanzaba; para los otros que no fueran las truchas que se pescaban en el río o un abrigo que no te podía hacer tu abuela, arreglando otro suyo, solo se adquirían con la función de alimentar y dar calor.
El teatro y el cine también venían de fuera. En los principios de la primavera o en otoño, cuando menos trabajo había en los campos, los titiriteros te representaban un Tenorio o te proyectaban La diligencia.
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