Así se titulaba la novela de ciencia ficción de Alfred Bester que leí en mi adolescencia; estaba editada por Editorial Roca en la colección Superficción y era una traducción de la edición inglesa. Este año [el post está redactado en 2009] la editorial Gigamesh la ha recuperado con su título americano "Las estrellas, mi destino".
En un futuro próximo, el descubrimiento accidental del teletransporte instantáneo entre dos puntos cambiará el mundo completamente. El jaunteo (por su descubridor, el científico Jaunte) puede parecer una bendición pues ya no son necesarios ninguno de los medios de locomoción convencionales, pero existen algunas pegas. Se necesitan unas condiciones mentales especiales (no todo el mundo aprende a hacerlo); sólo puede realizarse entre dos puntos en los que se haya estado previamente; no se puede jauntear al espacio y sobre todo, ya no existen barreras ni fronteras, y la intimidad es casi sólo cosa de ricos.
En este contexto, el protagonista de nuestra novela, Guy Foyle, es un hombre sin oficio ni beneficio que sobrevive a una tragedia, pero se ve abandonado a su suerte. Este abandono es el revulsivo que necesita. A partir de ahí tendrá una sola idea en la cabeza: la venganza. No habrá cambio que no esté dispuesto a acometer, ni precio que no pueda pagar. En un mundo dominado por grandes empresas que luchan encarnizadamente entre sí, Foyle se reinventará a sí mismo y usará todos los medios a su alcance para cumplir su propósito sin importarle lo poderoso que sea su enemigo.
Alfred Bester escribió esta novela en los cincuenta, pero ha soportado bien el paso del tiempo y además, anticipa muchos de los temas tratados por la ciencia ficción de los años siguientes.