Creo que siempre merece la pena leer a William Boyd, pero especialmente cuando se apoya en el relato biográfico. Es un maestro contándonos la vida de la gente corriente -que nunca lo es, pues sabe hacernos ver lo que de especial cada uno tiene. He disfrutado mucho siguiendo la vida en este caso de una mujer, Amory Clay, fotógrafa británica nacida a principios del siglo pasado. Suave caricia. Las muchas vidas de Amory Clay nos hace acompañarla con su cámara por acontecimientos como las dos guerras mundiales y la de Vietnam, por el ambiente berlinés en los años de ascenso del nazismo, por una comuna en los sesenta y en general por los profundos cambios culturales que el siglo XX ha visto en las relaciones de pareja, familiares y sociales. La novela nos hace pensar en la introducción de las mujeres en el mundo del periodismo, en la historia de los medios de comunicación, y en particular en la fotografía como documento y como arte. Al relatarnos todo ello a través del testimonio en primera persona de la protagonista, de sus reflexiones, experiencias y deseos, se hace fácil empatizar con Amory y contrastar aspectos de su historia con otras que conocemos o con nuestra propia visión de las cosas.
William Boyd juega con la realidad, la manipula sutil y magistralmente para hacernos muy creíble la vida de Amory, y en cierto modo creo que utiliza la fotografía sabiendo que a pesar de su aparente "objetividad" es una construcción. A lo largo de la novela va intercalando algunas de las fotografías pretendidamente realizadas por Amory (como éstas de la etapa berlinesa) para enriquecer la historia y hacérnosla más veraz. Como fotógrafa Amory Clay pasó por distintas etapas e intereses, pero más allá de la función documental de la fotografía fue haciéndose consciente de la importancia del punto de vista adoptado, buscando a veces la aparente anécdota por encima del "hecho" más relevante periodísticamente o del enfoque previsible. Con ello, Boyd nos retrata a una fotógrafa transgresora y en todo caso innovadora, que muestra lo que quiere, y la utiliza para dar al lector un retrato del siglo.
Leyendo la vida de Amory he recordado la biografía en cómic de otra fotógrafa, Tina Modotti, pues coincidieron en algunos escenarios. La vida de Tina es impresionante por sus muchas aventuras en momentos clave de una historia ya no tan reciente, contadas por Ángel de la Calle en su Modotti, una mujer del siglo XX. En efecto, esta mujer italiana, que viajó y ejerció la fotografía por Estados Unidos, Centroamérica, Italia o España, intervino como activista revolucionaria en México, promovió los movimientos antifascistas y formó parte de las Brigadas Internacionales en defensa de nuestra segunda República. El cómic que nos cuenta su apasionante pero breve vida merece ser leído: Ángel de la Calle culmina un esfuerzo gigantesco por documentar y hacernos sentir la biografía de Modotti. Nos muestra su papel y sus muchas relaciones con proyectos de otros artistas, políticos e intelectuales de los años veinte y treinta, llevándola mucho más allá de la fotografía a través de cuestiones como los movimientos comunistas y anarquistas de su época o la transformación del arte y de la sociedad.
Está claro que la fotografía ha jugado un papel clave en la comunicación y el arte del siglo XX. En apariencia reflejo fiel de una realidad, que congela en un instante, la fotografía, tanto en su aspecto de testimonio de los hechos como en el de creación artística, desborda la supuesta objetividad, y es una obra del fotógrafo que inspira nuevas realidades al encontrar la mirada de cada uno de sus espectadores. Pensando en esto durante la lectura de Suave caricia, la forma en que Boyd usa la fotografía para su relato me ha recordado a Joan Fontcuberta, y me ha parecido interesante hacer un cierto paralelismo. Hace no mucho vi "Imago ergo sum", la exposición antológica de Fontcuberta en la Sala Canal de Isabel II, y pude observar cómo en sus obras manipula la realidad con humor para cuestionar la supuesta objetividad fotográfica. De todo esto se puede aprender mucho leyendo la tesis doctoral de Mónica Lozano "De las imágenes del mundo al mundo de las imágenes: documentación y análisis de los escritos de Joan Fontcuberta como aproximación a la teoría de la fotografía", y su resumen visual en la presentación Arbor Fontcubertensis.
A lo largo del siglo han convivido visiones enormemente diferentes de la fotografía. Recordemos La gota de oro, la gran novela de Michel Tournier, en la que una fotógrafa de viaje por el Atlas captura una fotografía de un joven bereber, Idriss, quien desde ese momento intentará recuperarla por temer que con su retrato la mujer se había llevado algo de su identidad que ya no podría recuperar. Frente a esta creencia que desencadena la trama de la novela de Tournier, hoy nuestro mundo en relación con la imagen se define por algo diametralmente opuesto, la "selfie generation", que transforma lo que había significado la fotografía y nuestra relación con ella. Ahora realizamos una reproducción inmediata y casi infinita de nuestra imagen, que en cierto modo refleja una identidad múltiple, trivial y fragmentaria, que en pocas ocasiones logra la autenticidad perseguida. La necesidad de contar nuestra identidad me parece que se refleja magistralmente en el testamento en videoclip del gran David Bowie, Lazarus. Es impresionante ver cómo nos pide por última vez que lo miremos, ya agonizante -y sin su móvil- en lo que constituye una especie de selfie auténtico y radical, en el que quiere que recordemos quien ha sido: "Look up here, I'm in heaven..., Look up here, man, I'm in danger..., Dropped my cell phone down below". Este video, que ya han visto muchas decenas de millones de personas, agranda su memoria e impresiona, desde luego.
La reseña que inicialmente fue de la novela de William Boyd ha derivado por donde no me pensaba. Este hombre escribe tan bien que la novela se disfruta desde la primera línea sin tener que buscar nada más que lo que nos está contando, pero a la vez da la posibilidad de encontrarnos con impresiones como las mías o muchas otras, según quiera el lector, según haga o no una segunda navegación. Adentrarse en esta novela nos hará recordar y revivir el placer de leer y nos ayudará a pensar.