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La carta cerrada

José Manuel Lucía Megías - 16 de Diciembre de 2009 a las 10:12

Gustavo Martín Garzo va construyendo, libro a libro, una de las narrativas más interesantes y atractivas de las que se han escrito en español en los últimos tiempos. Desde su Valladolid eterna, esa que parece haberse convertido en una imagen de cine, Gustavo se deja llevar por la magia de las palabras y transita por un mundo personal que está al margen de las modas y de los modos, de los premios y de las prebendas. No hay en su obra un deseo de agradar, de convertirse en una columna de novedades en los grandes almacenes, pero para muchos un nuevo libro de Gustavo Martín Garzo es siempre un premio, un regalo, una sorpresa. Y así lo es esta última entrega de su obra: "La carta cerrada", publicada en su "Biblioteca" dentro de la editorial Lumen (y no todos pueden decir lo mismo).

A Gustavo Martín Garzo le gusta mucho Alcalá, y Alcalá le sienta bien, sin duda. Se siente a gusto, como en casa. Y así tenemos la fortuna de haberle visto y oído en varias ocasiones, en encuentros, en tertulias, en recitales. Y a Gustavo Martín Garzo, frente a lo que sucede con otros escritores de su generación, da gusto escucharle. Tiene un tono de voz amable, que aumenta con una sonrisa que siempre le acompaña y le gusta hablar. Le gusta hablar mucho. Pero le gusta hablar porque tiene muchas cosas que decir no por el mero hecho de escucharse, de imponerse desde el vacío de sus palabras. Y una presentación de un libro con Gustavo pueden ser horas de charla porque es capaz de crear la ficción de que nos encontramos en el salón de su casa y que nos ha recibido en su hogar como un amigo más para hablar de todo y de nada, de esas charlas de confianza en que todo está por decir y casi todo está ya dicho, en que el cariño y el respeto acompañan cada opinión, sin querer ofender, sin querer imponer nada. Es un gusto leer a Gustavo Martín Garzo, leer cada una de sus apuestas literarias. Y es un gusto escucharle, un gusto escucharle hablando de su obra, de su tiempo de escritura, de sus dudas y tropiezos, de sus hallazgos y soluciones, que es la verdadera historia de cualquier libro. 

 

"La carta cerrada" es su última novela. Un peldaño más en este preguntarse y en esta búsqueda de las claves del vivir. Ni más ni menos. Quien busque una novela con una trama enrevesada, con efectos ya conocidos de intriga y de sorpresa escénica; una novela río en que los personajes se dejan llevar por la furia de la vida como el autor por su apoteosis de escritura, no es esta la novela que tiene que tener entre las manos. Nada de eso. "La carta cerrada" es mucho más que eso, es el relato de un itinerario, el relato de una vida, o de todas las vidas que tenemos dentro y de la vida que, al final, nos toca vivir. Es la historia de una lucha personal por adaptarnos a la realidad cuando la realidad se empeña en alejarnos de nuestros sueños, de esa vida que nos imaginamos siempre que es la nuestra cuando es la de nadie. Y esta es la historia de un hombre, de Daniel, que intenta poner orden a sus recuerdos... y de la voz de su madre, Ana, que nos va desgranando una vida, una vida verdadera, a la que nunca podía llegar el bisturí inocente de los recuerdos infantiles. La joven Ana, la joven que trabaja en la joyería de la familia que se queda deslumbrada por la gracia y el desparpajo de su futuro marido, que la enamora con un gesto y con el sueño de hacer realidad los sueños de las películas. Una tragedia familiar que llena de sombras una casa y el futuro de toda una familia. Y esas noches de lloros y esos días de ausencia. Y ese entrar en el hogar, con los cuadernos del colegio todavía calientes de promesas de sabiduría, y no entender nada. Y no saber nada. Y unos besos nocturnos. Y ese saberse fuera de lugar, ese estar en el campo cuando Ana siempre había sido una "mujer de ciudad", ese saber que algo pasa y que nunca se llegará a comprender del todo. Pero a Martín Garzo no le interesan los misterios policiales y la tragedia familiar, esa que puede llegarnos a todos en el juego de los dados del destino; no le interesa la tragedia como explicación y final, sino como contexto y como pantalla. Es esta "carta cerrada" una reflexión sobre la vida, sobre la necesidad de contar siempre con otras vidas, de saber que soñamos una vida en la juventud que, casi nunca, ha de cumplirse, y que la vida no es más que adaptarse a las nuevas vidas que nos salen al paso, que se nos vienen encima. Una magnífica reflexión sobre nuestra vida desde dos posiciones bien diferentes, como es la de la mujer soñadora en un mundo hostil, y la de su hijo que, poco a poco, va poniendo orden en el puzzle de su vida. De sus recuerdos. "La carta cerrada" se abre ante nuestras manos literarias devolviéndonos el gusto por la lectura. Una novela que se mima, que se lee disfrutando de cada una de sus palabras, como un poema. No de otro modo es la magnífica prosa de Gustavo Martín Garzo.

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