El espía que surgió del frío es la tercera obra en orden cronológico de John Le Carré, seudónimo de David John Moore Cornwell, escritor inglés nacido en 1931. Como se sabe, Le Carré se especializó en novelas de espionaje tomando como marco la Guerra Fría que enfrentó a los países occidentales liderados por EEUU frente al bloque socialista dirigido por la URSS.
Con la caída e implosión del régimen socialista en la URSS y de los restantes países de su órbita -período comprendido desde los inicios del gobierno de Mijail Gorbachov a la caída del Muro de Berlin el 9 de noviembre de 1989 - culmina el Pacto de Varsovia y, de facto, la guerra fría y el fin de la URSS como superpotencia enfrentada a los EEUU. Todo esto lleva a un mundo unipolar, dominado por aquel país como única nación hegemónica, lo que conduce a problemas nuevos o "viejos nuevos", como el terrorismo, el fundamentalismo, las luchas en Oriente Medio, los nuevos problemas económicos derivados de la globalización y en suma las diversas políticas unilaterales que EEUU promueve y realiza para llevar a cabo su hegemonía.
Es en este contexto donde se desenvuelve la trama de El espía que surgió del frío. El servicio secreto británico, más conocido como el MI6, urde una maniobra para liquidar a la cúpula del Abteilug (el servicio de seguridad e información de la Alemania Democrática). Para ello se sirve de un agente llamado Leamas, aparentemente caído en desgracia tras su fracaso como jefe del espionaje inglés en Berlín. Leamas controla a un espía llamado Karl Riemeck, miembro del los órganos de dirección del Partido Comunista de la RDA, quien resulta muerto al escapar en uno de los famosos checkpoint de Berlin.
Tras de este hecho los ingleses hacen que Leamas protagonice un descenso a los infiernos entre la degradación personal y profesional y el alcoholismo, que lo lleva a un mundo gris con seres tristes y solitarios, donde conoce e inicia una relación con Liz, una joven bibliotecaria afiliada al Partido Comunista británico, quizá el único personaje limpio y honorable de la trama.
Cuando se supone que ha tocado fondo, Leamas es contactado por el Abteilug de la RDA, que con ciertos preliminares le propone la traición a sus antiguas fidelidades. El británico acepta y tras una serie de peripecias empieza a ser interrogado por Peters Fiedler, jefe del contraespionaje. En todas sus conversaciones, Leamas va dejando caer insinuaciones y verdades a medias para llevar al ánimo de Fiedler la sospecha de que su jefe Hans Dieter Mundt es un agente del espionaje inglés, lo que le permite a Fiedler saborear la ambición de ser el jefe del Abteilug, tras desplazar al traidor.
Los diálogos entre uno y otro resultan de enorme interés. Así, por ejemplo, responde Leamas a una de las preguntas de Fiedler: "hacemos cosas desagradables .... a veces hacemos cosas verdaderamente malvadas; nuestros métodos y los de los adversarios son similares ... [Munt] es un profesional de la guerra fría - como nosotros-".
Otras veces pasa del diálogo de los personajes al narrador omnisciente. El interrogador se pregunta "¿Qué sabe Leamas? ¿Guardaría hasta el final sus mejores cartas? No lo cree". Leamas está muy lanzado a la traición para andarse con tonterías. El narrador describe a interrogador e interrogado del siguiente modo: "como apostatas que temiesen quemar la cruz vacilaban entre lo instintivo y lo material. Peters Fiedler, atrapado en la misma polaridad, tenía que proporcionarle consuelo [a Leamas]".
Se forma una especie de tribunal secreto para juzgar a Hans Dieter Mundt, pero entonces aparece en este lugar Liz, la joven bibliotecaria, y entonces Leamas entendió toda la extensión del diabólico plan.
El final de este relato sin esperanza es, como no podía ser de otra forma, desgarrador. Sólo en esta última parte, las reflexiones de Leamas son excesivamente cínicas, casi de un nihilismo total, ante cualquier consideración. Tal vez no excesivamente convincentes.
Además del libro, en la BUC podéis ver el DVD de la película producida por Paramount Picture y dirigida por Martin Ritt, con Richard Burtton, Claire Bloom y Oskar Werner.