A muchos Jonathan Swift les retornará a su niñez. La mención de su nombre les traerá a la mente la ilustración a todo color de un cuento infantil en el que quizás aparece un gigante dormido en una playa rodeado por un montón de hombrecillos que intentan amarrarlo como pueden con lo que para ellos son gruesas maromas y, para el hombretón, nada más que finos hilillos que romperá casi sin darse cuenta al menor tirón. Pero ni Swift es un autor de cuentos para niños, ni Los viajes de Gulliver una fantasiosa fábula para entretener a los más pequeños.
Swift es un autor con frecuencia francamente difícil. A quien lo dude o quiera comprobarlo, le remito a obras como el Cuento del tonel o La batalla de los libros. Los viajes de Gulliver, que todos leímos cuando niños en una versión convenientemente adaptada, son una de las sátiras más amargas sobre la sociedad moderna y la condición humana. De la potencia satírica de la pluma de Swift da cuenta el pequeño panfleto, éste sí de fácil lectura: Una humilde propuesta que tiene por objeto evitar que los hijos de los pobres sean una carga para sus padres o para el país, y hacer que redunden en beneficio de la comunidad, más conocido por el título abreviado de Una humilde propuesta, convertido en una común frase hecha en inglés.
Una humilde propuesta pretende ofrecer solución a la endémica miseria de la Irlanda natal de su autor. Por entonces -la obrita data de 1729- la verde Irlanda se hallaba en manos de propietarios ingleses -clase a la que pertenecía el propio Swift- poco interesados en mejorar las condiciones de vida de los habitantes de la isla. Para ello, Swift nos propone aplicar la ya en aquellas fechas pujante racionalidad económica para obtener apropiado rendimiento de los verdaderos activos del país. ¿Cuáles son éstos? Bien es sabido que la natalidad en Irlanda siempre ha sido naturalmente alta. Niños. Demasiados. Criados en condiciones paupérrimas, que ofrecen un lamentable espectáculo y constituyen una carga invencible para sus progenitores. La solución sugerida por Swift no puede ser más sencilla, útil y lucrativa: aprovechar el suculento excedente de niños pobres para su consumo como una exquisitez en las más elegantes mesas británicas. Ya que tratamos a las personas como ganado, ¿por qué no hacerlo hasta sus últimas consecuencias? ¡A comer! El autor del Gulliver se extiende en detalles: calcula los costes probables; el porcentaje de machos y hembras necesarios para una crianza eficaz; la duración de ésta -Swift aprecia que los niños estarían en su punto alrededor del año-; estima las raciones que aportaría un bebé bien regordete, e incluso nos sugiere algunas posibles recetas como el ragú o la fricasé. Cuestión de costes y beneficios, y de proponer alguna salida a quienes nadie ofrece nada.
La humilde propuesta de Swift fue denostada en el momento de su publicación por su mal gusto: siempre hay mentes bienpensantes cuya sensibilidad reacciona mucho antes frente a las palabras que frente a los hechos a los que, tantas veces, ellas mismas contribuyen.
El texto de Una humilde propuesta puede conseguirse fácilmente de forma gratuita en la web tanto en traducción al castellano como en el original inglés. Como alternativa propongo la versión de Begoña Gárate publicada en Alianza. Tiene la ventaja añadida de incluir algunas otras piezas igualmente breves y sabrosas del mismo autor. Yo destacaría: Un proyecto serio y útil para construir un hospital de incurables, Reflexión en torno a una escoba o, muy recomendable para los que -¡ay!- vamos pasando de cierta edad, Propósitos para cuando llegue a viejo.
Ojalá os haya abierto el apetito lector. ¡Buen provecho!
Ana Isabel Rábade Obradó