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La boca llena de tierra de Branimir Scepanovic

Carlos Lombas - 27 de Mayo de 2010 a las 09:05

Cualquier ventaja que le saques a tus planes, podría obligarte a llegar al final, antes de conocer todas las realidades.

Novela corta, para los que corren delante de la vida, y leerla, puede trastocar tu acomodado placebo vital.

En La boca llena de tierra de Branimir Scepanovic, un hombre, aquí sin nombre, sabe que va a morir pronto. Y con la idea de volver a su lugar de infancia, ha subido al tren que le llevará allí, pero su estado de desesperación, hace que baje antes de llegar.

¡Está de pronto en un coto de caza!

Acampados en este lugar idílico, dos cazadores se despiertan, dispuestos a pasar su jornada. Ya casi preparados para dar cumplimiento a su afición, ven a un hombre que ¡se acerca!, que ¡pasa!, que ¡no les saluda! y olisquean sin juicio, ¡una presa!, aunque no sea la que buscan.


Dos mundos opuestos, en un mismo lugar, que tras el avistamiento, inician diálogos paralelos. Diferentes objetivos, llenos de adverbios geográficos, que sólo como lectores conoceremos.
Tu libertad se encoge al no poder intervenir; querrías decirles a los cazadores, al oído, que ¡se queden en su destino!, que ¡dejen al paciente llevar solo su vida!, hasta el final.
¡Pero no!, te oprime su osadía y nada puedes hacer por detener  la caza, el afán acusador y la agobiante verborrea de dos enfermos sociales, muy ociosos y nada introspectivos.
De esta vehemencia está acusada la humanidad, cuando emite tanta acusación, desconociendo al otro.
No hay mecanismos de interrupción, ni para leerlo sin ansiedad, ni para parar a los injustos.


Si alguien en un solitario campo de caza, que también es mundo, abandona un tren en algún lugar desolado, que podía ser el tren de la vida, no nos saluda al cruzarse en nuestra batida, hemos de dictaminar que es culpable de algo o huye de la justicia. Esta es la máxima que ofusca a dos cazadores  en los bosques de Montenegro, cuando ven pasar muy cerca y deprisa, a otro hombre.
Le han visto correr y concluyen que es una fuga. Con estos diálogos cruzados, sabemos que va en busca del lugar donde fue feliz, para morir.


Dos y luego más, aluden a su opinión de la solidaridad para dar caza a ese humano, y prejuzgar a quien quiere solamente pensar en su fin, y dónde.
La emotividad de los impulsos del grupo fanático, al saberse ellos buenos, deja sin argumentos que exculpen al que creen que huye, cuando solo vuelve para pisar la tierra donde fue niño, y le consuele el recuerdo, antes de decidir que ¡ha de pensar ¡o ¡dónde acabar!, cuando la muerte le haga su única visita.

El destino cumple su apuesta, anticipándose.


El brillante prólogo de Goran Petrovic, "Ten cuidado"  lo podéis leer en este enlace.

Branimir Šæepanoviæ, nacido en 1937, es uno de los grandes autores de la literatura serbia contemporánea. Ha escrito varias novelas, incluida La muerte del señor Goluja, llevada al cine bajo el nombre de Julián Po y protagonizada por Christian Slater. (Datos sextopiso editorial)

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