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El rayo yuntero

Andoni Calderón Rehecho - 29 de Junio de 2010 a las 09:35

A ti sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya (Dedicatoria)

Siempre he leído a Miguel Hernández de manera no sistemática, bien en antologías propias o acompañando a otros autores. Ahora, seguramente por ser su centenario, se han publicado numerosas ediciones facsímiles; algunas de las cuáles me han regalado por mi cumpleaños (incluyendo un cuento que escribió y dibujó para su hijo cuando estaba en la cárcel). Después, de manera inesperada, he acudido a un recital de poesía donde se homenajeaba a Miguel Hernández y a Luis Rosales, y escuchar algunos de sus versos, como los que empiezan "Tengo estos huesos hechos a las penas / y a las cavilaciones estas sienes" y "Me llamo barro aunque Miguel me llame" me animaron a leer una de esas ediciones facsímiles: El rayo que no cesa.

 

Es un libro que se editó en enero 1936 (cuando tenía 24 años) y fue escrito en los dos años anteriores. Contiene un total de 30 poemas, 27 de ellos sonetos, en los que encontramos ecos clásicos con imágenes que anuncian el futuro y un lenguaje propio.

 

Un poeta joven (y mi corazón con canas) que está descubriendo un mundo de emociones (este rayo ni cesa ni se agota: / de mí mismo tomó su procedencia / y ejercita en mí mismo sus furores), donde se impone la pena (¡cuánto penar para morirse uno!) preludiando las tres heridas de su yo que mencionará en otros poemas (la de la vida, la de la muerte, la del amor), donde también aparecen los andaluces de Jaén o niños yunteros (Vienen de los esfuerzos sobrehumanos  / y van a la canción, y van al beso, / y van dejando por el aire impreso / un olor de herramientas y de manos) y el mundo del campo se convierte en metáfora.

 

Y, sobre todo, recoge una de las más bellas elegías jamás escrita (que se puede escuchar versionada por la voz individual de Serrat o la coral de Jarcha), dedicada a su amigo Ramón Sijé, en la que también aparecen el rayo (así se lo llevó) y la pena (tanto dolor se agrupa en mi costado / que por doler me duele hasta el aliento) y en la que sólo en un "preverso" condensa el amor (fraternal o de todo tipo): "con quien tanto quería".

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