¿Te mareas cuando vas en barco? ¿Tienes vértigo? ¿Temes no estar nunca a la altura de las circunstancias y estás convencido de que cualquier día de éstos todos descubrirán que eres un fraude? ¿Acabas por ser temerario por miedo a demostrar lo cobarde que eres? ¿Tienes un oído enfrente del otro? ¿No sabes cómo decir que no a los demás? ¿Con frecuencia simplemente no sabes qué decir? ¡Ejem! Pues tienes los dones precisos para convertirte en un héroe naval. Por lo menos, esas son algunas de las cualidades que adornan a Horatio Hornblower, protagonista de la saga de novelas (10 entregas) escrita por C.S. Forester.
Las novelas de Hornblower son sorprendentemente muy poco conocidas en España, aunque disponemos de la serie completa editada por Edhasa. En otros muchos países, sin embargo, son muy leídas y tienen entusiastas defensores, entre los que se cuentan premios Nobel como Hemingway y Kertész o (¡ésta va por los trekkies!) el creador de Star Trek, Gene Roddenberry. Tampoco es C.S. Forester un escritor muy conocido por estos lares, aunque a más de uno se le encenderá la bombilla al saber que es también autor de La Reina de África. Sí: la novela original en la que se basa la película de John Huston.
¿El género de las novelas de Hornblower? Por supuesto, aventuras, aventuras navales. De esas en las que uno se ve inmediatamente rodeado de batayolas, botavaras, estayes, penoles y guindalezas, aunque no acabe nunca de saber qué son ni la mitad de esas cosas. Tampoco importa. Lo que importa son las historias y, sobre todo, el personaje. No se trata precisamente del héroe que se siente elegido por los dioses y en cuyo pecho parece que las balas rebotasen. No. Horry (¡odia el apodo!) se maldice a sí mismo porque se le revuelva el estómago cada vez que embarca, por su falta de fortaleza física, tan impropia de un hombre del mar. Se avergüenza de la confianza, a sus ojos totalmente inmerecida, que todos, subordinados y superiores, depositan con tanta ligereza en él. Teme equivocarse. Se sorprende de su buena ventura. A pesar de todo, con esfuerzo, dudas y ocurrencias afortunadas en el momento crítico, Hornblower sale adelante. Aunque... en la próxima ocasión seguramente la suerte no le sonreirá y se desvelará por fin su ineptitud... El larguirucho, inseguro y, excepto para el lector, con frecuencia impenetrable Honrblower hace que sigamos con interés los avatares de su brillante carrera en la Marina Real de Su Graciosa Majestad Británica durante las -todavía románticas- guerras napoleónicas.
Siempre hay a quien se le escapa un displicente gesto de superioridad ante la literatura "de género". Sobre todo si el género son "aventuras" y no, por poner un ejemplo, la mucho más prestigiada "novela negra". Para mí, los libros de aventuras son libros para leer "en calcetines". Para desmadejarse confortablemente en el sofá o en la cama y recuperar el sano placer solitario de la lectura tal y como lo descubrimos, para algunos ya hace bastantes años, cuando de niños o adolescentes nos enfrascábamos en nuestro libro temiendo que acabase y consolándonos con el hecho de poder reencontrarnos con el mismo personaje -nuestro héroe del momento- en una nueva entrega de su vida y aventuras. Nuestros gustos y placeres de niños ni se sometían ni se avergonzaban por entonces ante opiniones supuestamente más autorizadas.
Por cierto, mucha es la influencia que las historias de Hornblower han ejercido en las increíbles novelas de Patrick O´Brian, para mi gusto, junto con Forester, el otro "grande" de la literatura naval. Las novelas de O´Brian destacan frente a las de Forester -¡y frente a las de cualquiera!- por su prodigiosa y exquisita reconstrucción tanto de la época -las mismas guerras napoleónicas-, lo que las sitúa ya con un pie en el género histórico, como de la vida en el mar -mientras lees, a veces sientes la necesidad de echar mano a lo primero que encuentres para mantener firmes los pies sobre la cubierta oscilante-. Con frecuencia, en cambio, las bien tejidas aventuras de Forester son más trepidantes. En cualquier caso, resulta innegable que las andanzas del audaz Jack Aubrey y el doctor Maturin deben mucho a Horatio Hornblower, por no hablar de epígonos hispanos que abominan patrióticamente de la pérfida Albión para -quizás- no tener que reconocer su deuda.
Basada en las historias de Hornblower -aunque en ninguna en concreto- hay una película clásica, El hidalgo de los mares (sugestivo título castellano para Captain Horatio Hornblower R.N.), de Raoul Walsh. La película cuenta con un glamuroso reparto encabezado por un adecuado Gregory Peck en el papel de Hornblower -aunque acaso demasiado elegante para el desgarbado Horatio- y una guapa Virginia Mayo -excesivamente frescachona pero muy atractiva- como Lady Barbara, su segunda mujer. Alguno dirá que no es el mejor Raoul Walsh, ¡pero es Raoul Walsh! ¡Muy recomendable! Sé que también hay una serie de televisión británica de más reciente factura sobre las aventuras de nuestro marino. De ella no opino, pues no sé nada excepto los fervientes elogios que despierta en las y los amantes del cuerpo masculino el recio y viril actor que representa al leal, a pesar del nombre, teniente Bush (Paul McGann).
¡A leer! ¡Como niños!
Ana Isabel Rábade Obradó