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Qué cosa es el amor, medio pariente del dolor

Javier Pérez Iglesias 10 de Septiembre de 2010 a las 10:27 h

No sé si las novelas de Nancy Mitford, que ya nos ha visitado en Sinololeonolocreo, pueden catalogarse dentro del género “novelas de amor”. Probablemente no, hay demasiado humor, incluso ironía, en la presentación de sus personajes y de las situaciones que acontecen. Sin embargo, los títulos (A la caza del amor o Amor en clima frío) ponen la palabrita en primera línea de fuego. Otra de sus novelas, La bendición, trata de los encuentros y desencuentros amorosos entre una inglesa de clase alta y su aristocrático marido francés.

¿Qué es lo que me gusta de las novelas de la Mitford? ¿Por qué me rindo a su dosis de frivolidad impúdica? ¿Será el humor? A veces el humor hace que nos elevemos por encima de nosotros mismos, de nuestras miserias. El humor es la única salvación cuando todo se confabula para hacer importantísimo nuestro dolor. Tanto Nancy como el resto de las hermanas Mitford dieron muestras de un afilado humor que era más fuerte que sus fanatismos, más poderoso que su afán por ser admitidas en un grupo o separarse de aquel al que pertenecían por nacimiento.

Es muy probable que mi atracción por esta escritora venga de mi fascinación por los pijos o, más bien, por un tipo determinado de productos de la clase alta, no necesariamente europea, que dejó de existir con la Segunda Guerra Mundial.

Las clases altas tienen un atractivo especial, con sus propios códigos, su extravagante escala de valores y su falta de contacto con los problemas comunes y corrientes. Esas cosas que a la mayoría de los mortales nos quitan el sueño y que ellos desconocen: dinero, horarios, fin de mes, hipotecas, neveras vacías… Bien, Nancy Mitford nació muy pequeñita en el seno de una de esas familias de clase alta. Pero además, eso ocurrió en un momento, recién inaugurado el siglo XX, y un lugar, la Inglaterra del Gran Imperio Británico, en los que ser aristócrata era ser el amo del cotarro.

Nancy, como el resto de sus hermanas, fue educada para no Las 4 asomadas a una ventanaestudiar, para saber comportarse en fiestas y reuniones, vestirse adecuadamente, soportar el invierno en la campiña inglesa y las temporadas en Londres, no cocinar y no tener ni idea de cómo ganarse la vida.

A pesar de lo esmerado de su formación podemos documentar al menos dos fracasos. Nunca recibió una educación formal pero eso no pudo evitar que Nancy Mitford fuera una gran lectora y una aguerrida autodidacta. Por otro lado, aunque siempre pudo más la alta costura que el afán de ahorrar fue capaz de ganar dinero (incluso mucho dinero) con lo que escribía.

Eso sí, en lo que respecta a las cosas prácticas su educación fue un éxito: hasta en las épocas de mayores apuros económicos tuvo que contar con servicio doméstico porque no sabía ni hacerse el desayuno. Cada cual tiene sus límites y es mejor conocerlos.

Cuando leí por primera vez a Nancy Mitford no sabía nada de su vida. Me animé a leer otras obras suyas porque me gustaban su ironía, que no excluía ciertas dosis de cariño y mucho humor, en los retratos que hace de un mundo desaparecido.

La primera que me habló del clan de las Mitford fue mi amiga Pilar Gómez Bachmann y además me prestó Las hermanas Mitford de Annick Le Floc’hmoan (Circe, 2003), una biográfica coral de las seis inteligentes y bellas hermanas (también había un hermano, Tom, guapísimo y elegantísimo pero sin el tirón mediático de las chicas) que dieron color y sabor a la Europa de la primera mitad del siglo XX. Por cierto, el libro ya no está disponible en las librerías (me hubiera encantado comprármelo), ni se encuentra en el catálogo de la BUC pero si está presente en el Catálogo de las Bibliotecas Públicas Españolas. Alguna de esas bibliotecas puede estar cerca de casa o quizá podáis acogeros al servicio de préstamo interbibliotecario.

Ha sido leyendo esa biografía cuando he sido consciente de hasta qué punto utilizaba Nancy a su familia como modelo para sus personajes. Las otras cinco hermanas (Pamela, Diana, Unity, Jessica y Deborah) no tienen desperdicio. De todas ellas hay rasgos en su gran éxito, A la caza del amor, así como de otros familiares y amigos de su círculo.

Cubierta del libroLa biografía de las hermanas Mitford tiene muchas más aristas que las novelas de Nancy porque la familia ofrece todo un muestrario de comportamientos no siempre encomiables. Representantes del fin de una época, en la que la aristocracia dominaba Inglaterra y ésta dominaba el mundo, son testigos, protagonistas, y también víctimas, de las sacudidas del siglo XX. Así, mientras Diana se divorcia de uno de los herederos más ricos del Reino Unido para vivir con su amante, Oswal Mosley, fundador del partido fascista inglés, Unity no para hasta hacerse presentar a Hitler, a quien adora, y convertirse en asidua de su círculo más cercano. Pero, al mismo tiempo, Jessica se escapa de casa con su primo Esmond Romilly, otro aristócrata “oveja negra”, para ir a apoyar a una República española que agoniza bajo las bombas alemanas ante la indiferencia de las democracias europeas. Jessica emigra a Estados Unidos antes de la guerra y años después, tras militar en el partido comunista americano, en plena guerra fría, será una figura clave en la defensa de los derechos civiles y también se convertirá en escritora.

Nancy Mitford formó parte de los Bright Young People un grupo de jóvenes excéntricos (aristócratas y de la alta burguesía) que escandalizaban a la buena sociedad londinense de los años veinte. Es un ambiente que describe muy bien el gran amigo de las Mitford, y asiduo a los mismos saraos, Evelyn Waugh, en su novela Cuerpos viles. Al grupo no le faltó un cronista gráfico de la altura de Cecil Beaton (por cierto, para los perdidamente snobs recomiendo su libro El espejo de la moda: una sucesión de apellidos dobles, decoraciones extravagantes y bellezas doradas no todas nacidas rubias).

La vida de Nancy y sus hermanas ilustra muy bien el ambiente de los jóvenes descreídos de los años veinte que odian lo establecido, huyen del aburrimiento y levantan dolor de cabeza a sus convencionales padres mientras ellos sufren lo suyo a base de resacas. En ese ambiente, la mayor de las Mitford, va creando sus armas como escritora. Pero la vida no se detiene en las fiestas de esos años locos y con la década de los treinta llegan otras bandas sonoras más tremendas y dolorosas.

“Qué cosa es el amor, medio pariente del dolor”, canta Liliana Felipe en A Nadie. ¡Tantas canciones, películas, novelas, series de TV y grafitis en los retretes dedicados al amor! ¡Tantos árboles mancillados en los parques y tantas flores esperando a pudrirse en nombre del amor!

Armada de su humor, Nancy Mitford tuvo que superar una vida cargada de desengaños amorosos y de relaciones difíciles de mantener pero imposibles de cortar. En sus novelas “siempre hay un roto para un descosido” pero la vida real no suele ser tan amable.

Al menos, con Nancy podemos reírnos y disfrutar el final del verano.

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Comentarios - 2

Javier Cenzano

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Javier Cenzano - 23-09-2010 - 10:13:45h

No conocía para nada a esta escritora, pero la recordaré para mi lista infinita de libros por leer. Muchas gracias por el post, es precioso, como siempre. Un gran abrazo
Javi

Marta O.

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Marta O. - 10-09-2010 - 16:51:09h

Nancy no permitiría que las flores se pudriesen en nombre del amor, más bien nos recomendaría cambiar de florero, o tirarlas a la basura.
Hace un verano tuve el placer de leer No se lo digas a Alfred,en la que aparecen la mayoria de los personajes anteriores pero esta vez ocupando la embajada de Paris.Grandes dosis de risa, amargura, disparates y sensatas reflexiones de la prima Fanny.
Altamente recomendable.


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