Aunque tengo la impresión de que los lectores "de toda la vida" abominamos las adaptaciones cinematográficas de obras literarias, debo reconocer que descubrí a uno de los autores que han entrado a formar parte de mi panteón a través del cine.
A mediados de los años 90 "visioné" -parece que se dice así, aunque me duele la lengua al hacerlo- la película titulada en español El ogro. Me gustó mucho, pero, incrédulo como soy, desde la mitad me iba diciendo a mí mismo: "esto no tiene detrás solamente un guión". De manera que me mantuve muy atento durante el pase de los títulos de crédito hasta enterarme de que su fuente era la novela Le Roi des Aulnes [también aquí], de Michel Tournier.
No paré hasta hacerme con ella. Su traducción española en Alfaguara estaba agotada. ¡Mejor!, pensé; así la leeré en su idioma original. Y de inmediato me acusé de pereza pues, cuando se puede, eso es precisamente lo que hay que hacer: leer en el idioma original.
No me costó nada encontrar un ejemplar en la colección Folio de Gallimard. Aquello superó todas mis expectativas. No había encontrado semejante despliegue de inteligencia desde Thomas Mann; ¡y qué decir del sentido del humor en el tratamiento de temas tremendos! Sencillamente sin parangón. Historia, psicología profunda, un trasfondo mítico, a la postre antropológico en el más ambicioso sentido del término... Un goce intelectual y estético nada frecuente.
En 2002 fui invitado por la École des Hautes Études en Sciences Sociales a pasar un mes en París dando alguna conferencia y realizando algunas otras actividades propias de mi oficio, y gracias a la habilidad de mi amiga Marie Christine Pouchelle, investigadora de la EHESS, pude visitar al "ogro" Tournier en su casa rectoral de la iglesia en St. Rémy les Chevreuse, un pueblecito del valle de Chevreuse al sur de París: un auténtico placer que, además, me permitió volver a casa con un ejemplar de una de sus novelas que aún no tenía -pues a la sazón ya había comprado casi todas-: Eleazar, ou la source et le buisson.
Hace unos años -¿tres o cuatro?-, después de hablar con alguien que no leía francés sobre esta novela tuve la humorada de escribir a la editorial Alfaguara en unos términos "ogrescos" -al modo del maestro-, diciendo, poco más o menos: "¡Vamos a ver! Soy un sabio que da cursos sobre medicina y literatura en la Universidad Complutense y ustedes me están complicando la vida. ¿Para cuándo una reedición de El Rey de los Alisos?". Tuvieron la amabilidad de responderme: "¡Ahora mismo! ¡Ya estábamos pensando en ello!".
Ni que decir tiene que no soy tan narcisista como para pensar que mi escrito tuvo nada que ver en la reedición de la obra, pero me resultó muy divertida -y "tourniérica"- la coincidencia, y por eso lo cuento.
De modo que, hasta que se agote esta edición, parece que algunos podrán leer esta obra admirable, en la que se cuenta la historia de un ogro francés que adora a los niños de forma inquietante y que se ve llevado por los avatares de la Segunda Guerra Mundial a una tierra mítica y no menos ogresca que él: Prusia Oriental, donde encontrará encarnadas, y encarnará él mismo, algunas de las grandes leyendas germánicas, de cuya mano viajará hasta el corazón de las tinieblas, que no es otro que el corazón humano en época oscura. Unas leyendas que han llegado hasta nosotros a través de algunos Märchen del folklore alemán así como de ciertas baladas románticas, como la homónima de Goethe -Erlkönig-, tan poco romántico él mismo -al menos conscientemente- pero tan profundamente alemán:
¿Quién cabalga tan tarde en la noche y el viento?
Es el padre con su hijo...