Esta reedición de ROBINSON CRUSOE de Daniel Defoe, tiene mucho que ver con el momento de lectura por parte del editor, con una nueva traducción y con la revisión hecha por Coetzee del personaje, en su novela Foe.
Es un libro numérico, escrito para exponer el desarrollo económico de un mundo primitivo, con validez actual. Los tiempos que invierte en el trabajo, la producción de esa inversión, y los excedentes que le servirán para cubrir los avatares o la inmovilidad. La única diferencia son las estrategias macro-económicas.
El personaje de Crusoe, o el de Viernes, sirven de nudo para las mil imaginaciones que desbordan la creación literaria en todas sus variantes: relato, poesía, narrativa, teatro, novela erótica, páginas de relaciones, cómic, libretos y ensayos.
Han escrito sobre él Italo Calvino, James Joyce, Coetzee, Rousseau, Santiesteban y Barbieri, Saint John Pierre, Godfrey Kneller, Luis Buñuel, Giles Deleuze, Karl Marx, Vázquez Montalbán, Michael Tournier, Oscar E. Beltrán, William Cowper.
Y ahora nos acogemos de nuevo al relato de nuestro náufrago.
El mar del XIX que encerró infinitos naufragios, tuvo espacio para millones de náufragos, y sin embargo ni en todos los siglos, anteriores y posteriores, cargados de pragmatismo literario, se han descrito todas las formas. Nos limitaremos a los dos mas opuestos editados en el tiempo.
Como una gota en el océano del alma, el Robinsón de Defoe, narra e insinúa, el Foe de Coetzee, interroga, y responde.
La isla a la deriva del mundo busca al náufrago actual, heredero del desarrollo industrial que se acoge a las redes psicosomáticas para sacar razones del contenido de sus preguntas, o someterlo a la amnesia. Y lo encuentra enmascarado en las capas sociales de Crusoe o de Viernes, y a Defoe y a Coetzee con informes detallados de sus razones de clase.
Deciden ocultarse lejos de su lugar de creación junto con la historia que tienen que contar. En esos borradores que dialogan sumas y restas relacionadas con las necesidades estacionales y a veces sordas a los imprevistos, hace inventario de la administración de su tiempo y de los bienes que ha de distribuir.
Viernes, taciturno, se oculta en las formas alternativas de comunicarse y lanza un silencio cada vez más fuerte (conciencia del otro Crusoe) que reposa acomodado en su vida inglesa. Estupefacto espectador del victoriano que se asombra por su valentía y admira su comportamiento. Huele todo cuando ha digerido y lo que quiere contar excluye a la narradora (musa), activa a Viernes en un apéndice vivo de la memoria que se escapa a la comprensión de nuestro otro primitivo y se coloca al lado de Crusoe para no ser él el más próximo al animal. Si hubiera estado sólo el hubiera sido el silente.
El oscurantismo y el libertinaje le ofrecen a Foe a través de Coetzee una balsa para salir de ese entarimado carente de comunicación con el otro, y maneja a Crusoe con el atavismo innato que nacemos, y que el azar nos coloca en la civilización opulenta o en el declive de la pirámide, alejados de las necesidades a los primeros o en el entorno que te proporciona alimento, luz, calor, agua y su variaciones. Y los ciclos vitales de animales y vegetales son el guión para reflexionar sobre nuestros modos de vida.
Alexander Selnik, marinero escocés abandonado por amotinamiento en un islote de Juan Fernández, en las costas chilenas, estuvo 4 años y 4 meses. Pero Defoe, abuso de los sueños del naufrago. Crusoe es un amotinado del puritanismo inglés, de la religiosidad anglicana solapada la nada primigenia del primer habitante de ese islote, sin razón para las utopías. Y Coetzee, u otros lo urbanizan, desdoblan, y sedan de desencanto, no sabiendo que su Viernes era un fantasma corpóreo con una comunicación simbólica en la isla de los días eternos, y pasando despacio por el tiempo o por la historia habitada de esta aventura, se materializan las ilusiones del hastío humano en la civilización, mordiendo en el relato de Defoe que convierte a Crusoe en un trabajador obsesivo.
Dejo en los lectores que 280 años después sumen ellos en un blog, los miles de granos que una cosecha literaria tan amplia, deja en el granero para los días del crack.
Economía, trabajo y razón.
Carlos Lombas