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ROTH, HENRY

Ana Isabel Rábade Obradó 9 de Febrero de 2009 a las 09:04 h

Henry Roth y su novela Llámalo sueño son un caso singular en la historia de la literatura. Llámalo sueño, publicada originariamente en 1934 cuando su novel autor contaba veintiocho años, fue durante casi sesenta años la única novela del menos conocido de los Roth -¡buen apellido para escribir!-. El bloqueo de escritor de Henry Roth, que entre tanto publicó tan sólo algún relato breve disperso en revistas literarias, se hizo proverbial.

Si Stendhal dio nombre al síndrome de quien se ve abrumado hasta enfermar ante la contemplación de demasiadas obras de arte juntas, Henry Roth bien pudiera haber servido para dar nombre al síndrome del autor que, tras demostrar su genio, es incapaz de seguir escribiendo. Hasta que, ya anciano, H. Roth reemprendió, casi con furia, la escritura con A merced de una corriente salvaje, una "novela río" -un turbador retrato del artista adolescente- de carácter aún más intensamente biográfico que su primera obra, editada en cuatro volúmenes de forma ya en parte póstuma (únicamente los dos primeros vieron la luz antes de la muerte de Roth en 1995, con casi 90 años; por cierto, tirón de orejas a la Biblioteca Complutense, que sólo dispone entre sus fondos de estos dos primeros volúmenes). En esta obra de vejez se desvelaban por fin, aparentemente, los debatidos motivos -afiliación y ruptura con el comunismo, serios y permanentes brotes depresivos- del largo bloqueo de Roth que, para escándalo de algunos y morbosa satisfacción de otros, dependía de una oscura historia de incesto y atormentada culpabilidad.

Publicada en plena Gran Depresión por un autor desconocido, Llámalo sueño pasó rápidamente al olvido sin mayor pena ni gloria. Una encuesta realizada a finales de los años cincuenta entre críticos literarios norteamericanos sobre "Los libros más injustamente olvidados de los últimos veinticinco años" condujo a su redescubrimiento. La fama definitiva le llegó en 1964 -treinta años después de su primera publicación- con una edición en rústica de la obra que vendió ¡más de un millón de ejemplares! Llámalo sueño se convirtió en un clásico. Para muchos, en una de las novelas más importantes del siglo XX.

Llámalo sueño nos cuenta básicamente dos años -entre los seis y los ocho- de la vida de David Schearl. David forma parte de las oleadas de inmigrantes judíos que llegan a Nueva York a finales del siglo XIX y principios del XX antes de que los Estados Unidos comiencen a cerrar sus fronteras después de la Primera Guerra Mundial y con la Gran Depresión. Introvertido y sensible, David se asoma al mundo, como todos los niños, con una mezcla de curiosidad, confusión y temor. Sólo que en su caso la confusión y el miedo llevan todas las de ganar.

Los escenarios en los que transcurre Llámalo sueño son fundamentalmente dos: las calles y la casa de David. Por un lado están las abigarradas calles de los barrios pobres de Nueva York, atrayentes pero amenazadoras, donde, cada pocas manzanas, cambian costumbres y acentos, entremezclándose y separándose a un tiempo. Las turbulentas calles de la soñada tierra de promisión amedrentan a David: no es fácil sentirse en casa cuando tu lengua, tu religión y hasta tu rostro te señalan como extraño.

Por otro lado está el hogar, aunque tampoco ofrece siempre un refugio seguro. David anhela aferrarse a las faldas de su madre, amorosa y dulce, que apenas sale a la calle, casi no habla inglés y evoca con añoranza los verdes campos de la tierra que quedó atrás. Pero en casa también puede estar su padre. De carácter difícil y violento, suspicazmente consciente de su inadaptación al nuevo mundo, el padre de David tiende a desahogar su frustración y su ira descargando sin contención el puño -o lo que encuentre a mano- en su hijo. Henry Roth transmite como muy pocos el tenso terror de vivir con un enemigo imponente en la propia casa. David está en constante alerta ante los signos que anuncian la presencia de su padre. Aprende a leer en su rostro y en los músculos de su cuerpo la rápida acumulación de violencia que conducirá casi imparablemente a un estallido. En cualquier momento, por cualquier motivo. La violencia del padre lleva a David a las calles. El círculo se cierra.

Uno de los grandes méritos de esta deslumbrante novela es la perfección y la naturalidad con la que lo que se cuenta se imbrica con cómo se cuenta. El monólogo interior -Joyce es una influencia fundamental en Llámalo sueño- se adecua a las mil maravillas con la perspectiva intensamente subjetiva de la narración, que nos sumerge en el mundo desde la mirada de David y en pocos momentos se aleja de ella.

El prodigioso oído de Roth para captar los ruidos de la calle y las voces de la gente, para el diálogo nada impostado, resulta en un naturalismo que nos sitúa por inmersión -sin apartarnos de cómo David ve y oye la realidad- en esos barrios pobres de inmigrantes que aspiran a cambiar su desarraigo por una vida mejor y demasiadas veces no lo consiguen, con una veracidad muy superior al verismo de la típica reconstrucción documental que, buscando reproducir los hechos con objetiva minuciosidad, sólo consigue generar distancia. "La novela más ruidosa jamás escrita" es el título que un crítico concedió a Llámalo sueño. Como uno de los valores máximos de esta novela siempre se ha aducido, asimismo, la maestría con la que Henry Roth conjuga diferentes registros lingüísticos, en particular, el contraste entre la lengua de la calle, un inglés trompicado, teñido por mil dialectos, a veces vulgar, y la lengua materna del hogar, el yiddish -que Henry Roth traduce a un perfecto inglés-. El contraste entre lenguas representa, de nuevo, algo más: es el contraste entre los dos mundos por los que David, hijo de la inmigración, se mueve confuso.

Roth también sabe dotar a su lenguaje de una enérgica belleza plástica como recurso para sublimar, con un lirismo que raya en lo onírico, el desamparo de David frente a una realidad demasiado hostil. Genya y Albert, los padres de David, adquieren una dimensión casi mítica, shakespeareana. Ella, sensual y ensimismada, es como la madre tierra, cálida y acogedora, siempre dispuesta a proteger. Él, brusco, alto y poderoso, con músculos, venas y nervios tensamente tallados, es de una dureza casi mineral. Aunque también podría tratarse simplemente de la mirada aterrorizada de un niño -lo que emparentaría a este David tan judío con aquel otro cuyas amargas andanzas por las calles de Londres nos narró Dickens- que agiganta y pinta formidables a los adultos. La resignada Genya sabe enfrentarse a Albert para defender a su hijo y, en algunos momentos, David siente una vaga compasión por su padre, hombre sin recursos ni suerte, cuya agresividad resulta del fracaso -¡ese traicionero sueño americano!- y el permanente sentimiento de inferioridad.

Llámalo sueño es también una excelente novela sobre la inmigración, si bien es mucho más que eso. Ante la avalancha actual de novelas sobre la cuestión, es, en este sentido, una buena opción -no la única, pero sí de las mejores-.

En definitiva, Llámalo sueño es una obra densa, escrita con oído y fina sensibilidad para la realidad, con textura poética, sin falsas soluciones redondas, con compasión (en el sentido etimológico del término). Es una excelente muestra de cómo el lenguaje y sus recursos pueden ser la materia para transformar la realidad en obra de arte. Rezuma realidad vivida, muy lejos de tantas narraciones planas que buscan conmovernos con ramplona sensiblería.

Así que, nada de arredrarse ante las casi 700 páginas de la traducción española -en la muy meritoria aunque a veces discutible traducción de Miguel Sáenz-, y a descubrir a este Roth no tan conocido. Me lo vais a agradecer. Llámalo sueño. Llámalo obra maestra. Termino proponiéndoos un juego: ¿por qué se titula Llámalo sueño?

Ana Isabel Rábade Obradó

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