El supuesto diario de Maqroll, hallado por azar en una librería de viejo en Barcelona, clásico recurso del "manuscrito perdido y encontrado", con larga tradición en la literatura de viajes y aventuras, es el patrón primordial de esta obra de Mutis.
En su breve texto, el presentador anuncia que ha complementado el diario con "algunas crónicas sobre nuestro personaje aparecidas en publicaciones anteriores y que aquí me parece que ocupan el lugar que en verdad les corresponde", luego desaparece del relato.
Maqroll es el mismo personaje siempre; en cada historia agrega nuevos u olvidados detalles, desvíos y notas a una vasta historia conocida: es la travesía de un viejo marinero, que se acerca inexorablemente al momento final, pero vive caminando sobre sus azares y tiene la virtud de convertir en luz, sus pensamientos.
Un hombre que siempre se deja seducir por la insensata posibilidad de nuevas tareas, pero que ha perdido ya la batalla y lo sabe desde la gavia, viendo el horizonte. La parte más alta y privilegiada de los barcos, le proporciona una visión en permanente movimiento del mundo, una idea total del mismo, desde su exótica mirada.
Con incredulidad y escepticismo sobre sí mismo, y sobre los hombres, sigue a los navíos en las rutas que surcan las gastadas y tristes embarcaciones. Sin detenerse. Evita los puertos. Remonta y desciende por los ríos. Se confunde en las lluvias que inundan las sabanas. Niega toda orilla. Nota cuánto descuido reina en estos lugares. Así todos los días de mi vida. No fue más. Ya no podrá serlo. Las mujeres no mienten jamás, de su cuerpo mana siempre la verdad.
"Dos metales existen que alargan la vida y conceden,
a veces, la felicidad. No son el oro, ni la plata, ni cosa
que se les parezca. Sólo sé que existen.
Hubiera yo seguido con las caravanas. Hubiera
muerto enterrado por los camelleros, cubierto con la
bosta de sus rebaños, bajo el alto cielo de las mesetas.
Mejor, mucho mejor hubiera sido. El resto, en verdad,
ha carecido de interés".
La nieve del almirante (1986). Con esta novela, Mutis iniciaba lo que había concebido como una trilogía necesaria para contar la historia completa del personaje; esa trilogía se completa con Ilona llega con la lluvia (1988) y Un bel morir (1989).
Las andanzas y malaventuras de Maqroll desbordaron, y esclarecen la larga agonía de un personaje que está preparado para morir pero que, por diversas circunstancias, se convierte en un repetido sobreviviente.
El conjunto confirma la cualidad esencialmente marginal, de nómada, marinera e iluminada que tiene la prosa de Mutis.
Lo vemos incluso en Un bel morir, anunciado desde el título; al final de esta novela hay un apéndice con versiones discrepantes y cuestionables sobre el fin del Gaviero. Pese a todas sus catástrofes, el personaje sigue tercamente su vagabundeo por el mundo, prolongando el largo epílogo de su vida. Así lo prueban relatos posteriores, como Amirbar o Abdul Bashur, soñador de navíos (ambos de 1990), textos con un marcado sabor de escolios o apéndices que echan una luz lateral sobre el sentido de la peripecia existencial del Gaviero. En el segundo se nos informan que Bashur "desempeña el papel de salvador, rescatando a Maqroll en los momentos críticos". Y una advertencia en Tríptico de mar y tierra (1993) nos aclara que reúne tres experiencias de Maqroll "que le revelaron regiones desconocidas y cuyo descubrimiento lo marcó para el resto de sus días".
Álvaro Mutis escribe desde una vertiente poética y otra narrativa, con comprensibles razones prácticas. La realidad es que no hay una diferencia esencial entre ambas, más allá de los rasgos formales, que separan la prosa del verso.
Carlos Lombas