"Allí donde el agua alcanza su mayor profundidad, se mantiene más en calma" (El mar, El mar de Iris Murdoch)
Charles Arrowby, ha decidido ser bueno después de los sesenta, y arrinconado en un abrupto lugar de la costa inglesa, quiere acercarse a sí mismo, a través del intento de escribir unas memorias, donde contar su verdad, con la ayuda de la fuerza del mar, despreciando a todos y a todo lo que fue su pasado de éxito.
Esta trepidante vida, organizada en forma de diario alrededor de su trayectoria profesional, va a encontrar en la forma de relatarlo, en el tiempo y en el espacio que ha decidido hacerlo, lo que espera que pase: que el círculo se cierre, aunque tenga que discutir sus conclusiones.
Pues no se evadirá del primer amor, ni de los otros coparticipes de su vocación, ni de su primo, que creía insignificante, chocando con las lacerantes etapas de otras relaciones, donde predominó su despotismo.
Ese escribir le asedia, haciendo que de aquellas manipulaciones, ahora emerja una intención de ser perfecto y admirado, anulando con sus argumentos, lo sentimientos ajenos, incluso sin saber si él tenía alguno, a los que le contraponen.
Las conclusiones que saca de la idea de vivir, la inflexión de los otros personajes, no le dejan llegar a extraer la magia de su propósito, reordenar una nueva vida en la bondad, siempre administrando aquellos estadios sexuales como un incidente necesario y con derecho a desecharlos, incluido el matrimonio, que califica como una forma de secuestro.
La libertad que persigue no le dejará alcanzar la limpieza de espíritu, que cree que surgirá de la telaraña de esta soledad. Y piensas que la verdad aflorará, no solo duda de si todo, es una pantomima para seguir sintiéndose el primero, rodeado por otra de sus farsas.
Sabe que en sus tragedias la gente entra y sale rápidamente, y cuando quiere detenerse en la paz de espíritu que le ofrece el envidiado primo James o las relaciones con todos los demás y se para a pensarlo, aparecen visiones fantasmagóricas, con monstruos marinos, que le hacen confundir realidad y ficción. Lo leído, lo visto y lo vívido, le juzga, y al volver, para aceptar a los pobladores reales, que ha intentado acercar a su nueva vida, todos han cambia de destino, alejándose.
En El mar, el mar todo se va relatando con magistral ordenamiento y un agrio reposo, que en sus picos emocionales logra atemperar, con baños fríos, en el impetuoso mar inglés, para que su vida sea una metáfora rodeada de la filosofía y de los mitos platónicos, que se proyectan dentro y fuera de la caverna.
También cada planta de su casa, tiene su personalidad, unas frías, otras cálidas, en una se reposa, en las otras ocurre fenómenos inexplicables, otras son contemplativas y la otras de paso.
Es una novela escrita en primera persona, donde todo parece urgente y aleatorio, y la subjetividad del narrador, va dejando atrás todo lo antiguo, pero siempre, como lector está la opción de juzgarle y elegir por él, olvidando su idea de que "religión es poder" y que está en su imaginación
La satisfacción cuando acabe de leer este tesoro narrativo, hizo que me sintiera un privilegiado.
Y este 8 de marzo no se me ha ocurrido mejor ejemplo que Irish Murdoch.
"La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre" (Friedrich Nietzsche)
Iris Murdoch (1919, Dublín - 1999, Londres). Hija de una pareja anglo-irlandesa, su familia se muda a Londres cuando sólo contaba un año de edad, pero sus orígenes irlandeses fueron una poderosa influencia sobre ella. Cursó estudios en la Universidad de Oxford y en el año 1948 fue nombrada miembro del consejo rector y tutora de filosofía. En 1952, John Bayley, un profesor en prácticas, se enamora de ella a primera vista. Se casaron en 1956. Tuvo una vida sexual libre de prejuicios. Se acostó con hombres y con mujeres y siempre provocó una irresistible atracción en todos los que la conocían.
En 1978 logró el premio Booker con "El mar, el mar". Autora de 25 novelas, su primer libro editado fue, "Sartre, el racionalista romántico" (1953), un estudio sobre el existencialismo francés. Otro de sus principales ensayos es "Reflexiones filosóficas" (1992). Inició su carrera como escritora de ficción con "Bajo la red" (1954). Diez años más adelante escribe también para el teatro con la adaptación de su novela "Una cabeza cercenada" (1961; junto a J.B. Priestley, 1963). Entre sus novelas cabe destacar "La muchacha italiana" (1964; adaptada para el teatro en colaboración con James Saunders, 1967); "Una derrota bastante honorable" (1970); "Un hombre accidental" (1972); "La máquina del amor sagrada y profana" (1974), y "El buen aprendiz" (1986). Entre sus últimas obras destaca la novela "El caballero verde" (1994).
Su breve flirteo con el Partido Comunista fue suficiente para que los Estados Unidos le denegaran la entrada al país, tras haber obtenido una beca por la Fundación Rhodes. Trabajó para el Tesoro británico durante la guerra. De 1944 a 1946 trabajó en los campamentos de refugiados en Bélgica. Se enamoró de dos víctimas de Hitler, prematuramente desaparecidos: Frank Thompson y el poeta y antropólogo Franz Steiner. Falleció en Londres el 8 de febrero de 1999 en los brazos de su marido, el crítico John Bayley, cuyos libros de memorias han sido la principal inspiración de "Iris", la película dedicada a la escritora irlandesa. (Datos de mysofa)