Esta Luz reúne la poesía de Antonio Gamoneda entre 1947 y 2004. Miguel Casado es el artífice de esta espléndida antología, autor del ensayo sobre la poética de Gamoneda, El curso de la edad. La lectura de Esta luz y el citado ensayo nos adentra a conciencia en la obra de este contemporáneo de Ángel González, José Ángel Valente, Pere Gimferrer, Francisco Brines, Jaime Gil de Viedma y otros poetas inmensos de la generación de los 50.
No empezó a reconocerse la obra de Gamoneda hasta 1987, aun cuando dos años antes le fuera concedido el Premio Castilla y León de las Letras. Premio que disimuló un poco la despreocupación de su ciudad natal, León y de la administración cultural de su región por uno de sus mayores poetas, como volvió a manifestarse en el I Congreso de Literatura de Castilla y León celebrado precisamente en esta ciudad en 1986, cuya única referencia al poeta la hizo Víctor García de la Concha en su comunicación, "El último cuarto de siglo en la poesía de Castilla y León", citando su libro Descripción como una de las mejores creaciones concebidas en la región durante la década anterior. En 1987 fue resarcido de este olvido con la obtención del Premio Nacional de Poesía y a partir de entonces, Antonio Gamoneda ocupa un destacadísimo lugar en el panorama poético contemporáneo español y su poesía se vuelve referente para muchos poetas tanto noveles como consagrados, proliferando los congresos nacionales e internacionales, los festivales poéticos, publicaciones, estudios, traducciones, de y sobre su obra. Y aun con tanta nombradía, Gamoneda continúa siendo otro de los grandes desconocidos en manuales y libros de texto escolares, cuyo mayor interés continúa siendo la monótona cantinela de autores y obras, breves comentarios superficiales y pequeños fragmentos no siempre comentados y analizados de los textos más conocidos -que no necesariamente mejores-, ignorando a creadores que poco a poco han ido saliendo a la luz y su obra desempolvada del olvido. Tal el caso de nuestro autor y de tantos otros. Antes y ahora, España se ha caracterizado por ignorar desde la escuela a la poesía y a sus poetas. Literariamente curtido en la España de la postguerra, en el seno de una familia represaliada de los suburbios industriales leoneses, su sola lectura hasta su primera juventud fue el único libro de poemas que su padre publicara en 1919, Otra más alta vida, fallecido cuando nuestro poeta apenas contaba un año de edad. Lectura que sin duda marcó su obra, de la que supo extraer con maestría la dura expresividad de una lengua utilizada en su posterior escritura para representar la realidad sórdida y descarnada de un país devastado, en poemarios como Blues castellano, Arden las pérdidas o Descripción de la mentira, incluidos en esta antología.
Como un barco calcificado en un país del que se ha retirado el mar, / escuché la rendición de mis huesos depositándose en el descanso. (Descripción de la mentira)
Vi mi rostro en el interior del cobre abrillantado por el vinagre y el frío. / Era la niñez delante de agujeros sangrientos, / la niñez abrasada en sus pétalos, perdida / en la dureza negra de canciones lejanas. (Viene el olvido. Arden las pérdidas)
En mi casa están vacías las paredes / y yo sufro mirando la cal fría [...] Dentro de la casa -el mundo es grande- / no es bueno que haya tanto sufrimiento (Blues de la casa. Blues castellano)
Esa lengua que tampoco dejó de abrazar para expresar con toda la musicalidad de su poética los más sublimes testimonios del amor o de la belleza en obras como Cecilia o Libro del frío, también incluidos en Esta luz.
Llueve en hebras doradas / y envuelven nuestros cuerpos los perfumes de marzo. / Sucede como en tus ojos: / llueve a través de la luz (Cecilia)
En la humedad me amas / y eres azul en tus pezones. Hablas / suavemente en mis labios y regresas / a tu prisión en la melancolía (Libro del frío)
Como señala Pedro Serrano en su crítica de esta antología en Letras Libres (diciembre de 2005), "sus poemas son fotografías exactas de la miseria y lo inmisericorde, y de una voluntad de vida que florece a pesar de la opresión y en la opresión, con una hábil capacidad para unir ternura y descarne en una sola imagen".
Salvo su Libro de los venenos y algunos otros poemas, según exigencia de cualquier antología, se incluye en ésta la práctica totalidad de su obra hasta 2004, comenzando por sus primeros poemas recogidos en La tierra y los labios, y seguidos por Sublevación inmóvil, Exentos I, II y III, y los ya citados Blues castellano y Descripción de la mentira, Lápidas, Libro del frío, Arden las pérdidas y Cecilia.
La antología se ultima en un apéndice, Versiones antiguas, dedicado a las continuas correcciones y reescrituras que Antonio Gamoneda somete de manera incesante a su obra. Para el autor, la reescritura de un poema persigue "hacer cantar otra vez al poema". Pero la reescritura significa también un proceso profundo de memoria, como señala Miguel Casado en su ensayo. Gamoneda concibe el pasado como algo no vivido o vivido en carencia, una suerte de no vida, algo pendiente de ser resuelto, que permanece abierto. Así, Sublevación inmóvil ha resultado un libro completamente distinto del original, tras haber experimentado hondas transformaciones. Por ejemplo, los extensos poemas fragmentarios de la versión inical se hacen concisos y compactos en Esta luz. El largo proceso que ha dado lugar en el tiempo a los cambios en la poesía de Gamoneda ha desembocado, para Miguel Casado, en "la renuncia a la retórica y el individualismo", creando en Esta luz nueva obra procedente de la anterior.
En definitiva, una poesía más perfecta, cuya seña de identidad puede apreciarse en la reducción última de su universo poético que acaso cabría condensar en este verso de Lezama Lima, poeta en apariencia nada influyente en Gamoneda, que abre Cecilia: "La luz es el primer animal visible de lo invisible".