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Sacrificiales de Rómulo Bustos

José Manuel Lucía Megías 21 de Marzo de 2011 a las 10:51 h

Colombia es tierra de poetas. E incluso se puede decir que es tierra de poesía, de la poesía. Desde la Casa de Silva en Bogotá hasta las aceras, el cerro de Monserrate, o las calles imposibles de Cartagena, todo respira poesía... tanta es su presencia que incluso hay una generación de "poetas invisibles", a los que parece que pertenece Rómulo Bustos Aguirre, que ganó hace unos años el premio de poesía de la UCM con su espléndido libro "Muerte y levitación de la ballena". Pero no es en esta obra donde quiero hacer una parada en el día Mundial de la poesía, sino sobre su obra anterior, "Sacrificiales".

Nada más comenzar el libro hay un poema en que, al leerlo, vi el retrato del propio autor, que es como decir, el retrato de cualquier poeta (de cualquier buen poeta, por supuesto). Me refiero, precisamente, al poema "La escritura invisible". Vale la pena detenerse en él:

 

Digo

hay la escritura invisible: las silenciosas marcas

las cicatrices, los tatuajes que los otros

que lo otro va haciendo en ti.

 

Hay la escritura visible: esa misma trama invisible

te hace dar vuelta

y vas encontrando los poemas, los vs descifrando,

como una hermosa y misteriosa cosecha que, de algún modo,

crees no merecer.

 

Y te vas encontrando.

te vas descifrando.

 

Uno no escribe, a uno le escriben -digo.

 

Y Rómulo Bustos es capaz de escribir de lo cotidiano sorprendiendo en el malaberismos de sus imágenes, de sus giros poéticos... no hay poema que no deslumbre en un verso, en varios versos, que nos deje indiferentes: "El alma -ya se sabe- es asunto de ganarse o perderse cada día"... "El árbol, su claro ritmo concéntrico, vertical"... pero si hay una apuesta en este libro es el de ofrecernos lo cotidiano con otra mirada, con otra voz y otra expresión: la abeja, la flor, el árbol que crece e incluso el espectáculo aterrador de la muerte de las hormigas, que se convierte en "cotidiana" en estos versos, que todo lo dicen en la simplicidad de una escena que todos hemos vivido, a la que todos hemos pasado de puntillas, sin llegar a adentrarnos en la enseñanza que esconde y que nos ofrece en estos versos:

 

La hermana pasa lentamente la escoba sobre el pequeño tumulto
de las hormigas
y no cesa de asombrarse de lo rápidas que acudieron
al saltamontes inesperadamente caído del techo
- Parece que supieran - dice
Cuánta minúscula y moviente voracidad sobre el cuerpo muerto
Cuánto vértigo de pinzas trincando, desgarrando, cargando
victoriosamente el animalejo
-Algo las llama - insiste sabiamente la hermana
Yo nada digo.
Yo aparto los pies y dejo barrer
mientras miro la desorientación de las hormigas
que ahora no parecen saber tanto

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