Han sido muchos los que han caído bajo el influjo de El corazón de las tinieblas, la novela más intensa de la literatura en opinión del mismísimo Borges. El viaje externo de su protagonista, Marlowe, sirvió para que Joseph Conrad denunciara las atrocidades que estaba perpetrando el colonialismo europeo en el continente africano; pero mucho más inquietante es su viaje interior, que le lleva a descubrir que tras el fino barniz de la civilización late un corazón oscuro y salvaje, que le lleva finalmente a identificarse con el otro gran protagonista de la obra, el ausente pero siempre presente Kurtz. Estos dos viajes, el interno y el externo, se entrelazan en la narración porque uno no puede ser explicado sin el otro, y confluyen en una de las obras fundamentales de la literatura contemporánea.
Los directores de cine tampoco pudieron escapar del hechizo de esta novela. Parece ser que el primero en intentar llevarla a la gran pantalla fue Orson Welles en los comienzos de su carrera. El proyecto sin embargo fracasó por falta de financiación. No podemos dejar de preguntarnos cuál habría sido el resultado de la conjunción de una obra maestra de la literatura con el genio de unos de los grandes del cine, como era Welles.
Unas década más tarde, en los años 60, el también genial pero a veces críptico director de cine Werner Herzog rueda en el Amazonas su gran obra Aguirre la cólera de Dios, sometiendo a todo su equipo a uno de los rodajes más duros de la historia del cine. En los títulos de crédito no aparece ninguna mención a la obra de Conrad, pero en mi opinión, el proceso de degradación moral que va sufriendo el personaje principal, Lope de Aguirre, a medida que va surcando el Amazonas y se introduce en la espesa jungla, es demasiado similar al protagonista del Corazón de las tinieblas. El final de la película es conocido por todos, Aguirre es devorado literalmente por la negra selva en su viaje a la locura.
Pero tuvimos que esperar a 1979 para poder ver por fin lo que, hasta la fecha, ha sido la gran adaptación de la novela. Estoy hablando, claro está, de Apocalypse Now. Fue John Milius, el mismo que dirigió Conan el bárbaro, el encargado de adaptar la novela. Para ello cambia uno de los viajes, el exterior, trasladándolo a la guerra del Vietnam, pero manteniendo el viaje interno. Lo que le interesa a Coppola es denunciar las atrocidades cometidas por el ejército norteamericano en el conflicto, pero cuyas causas más profundas son las mismas que las barbaridades del colonialismo europeo del siglo XIX: la hipocresía de la sociedad occidental, que tras su máscara civilizadora oculta intereses brutales y mezquinos, y la propia naturaleza humana.
El rodaje de la película en las junglas filipinas fue muy accidentado. Parece ser que muchos de los integrantes del equipo, incluido el protagonista, Martín Sheen, tuvieron algo más que coqueteos con el alcohol y las drogas. Un infarto de Sheen terminó por enviarle al hospital y retrasar el rodaje varias semanas. Quizá influyeran estas relaciones con las drogas en el ambiente alucinatorio, yo diría casi psicodélico de la película, reforzado por la música de los Doors.
El cine español tampoco fue ajeno a la influencia de la novela, y fue Manuel Gutiérrez Aragón, uno de nuestros grandes directores de cine, el que más la intentó reflejar en la pantalla. En 1979 dirigió El corazón del bosque, película protagonizada entre otros por Ángela Molina. En la cinta se narra la historia del Andarín, un líder maquis que tras la Guerra Civil se echa al monte para luchar contra la dictadura. Con el paso del tiempo, acosado por el ejército de Franco, irá sufriendo también un proceso de degradación que le llevará a actuar por su cuenta, convirtiéndose en un personaje incómodo para el propio partido comunista que le había apoyado con anterioridad. La novedad aquí, frente a la novela de Conrad, es que se sustituye la sofocante selva ecuatorial por los húmedos y brumosos bosques cantábricos, pero que sin embargo ejercen la misma influencia maligna y embrutecedora sobre el corazón humano.
En 1981 el mismo director dirige otra película, Maravillas. En un principio, el argumento de la película nada tiene que ver con la novela de Conrad, pero el director cántabro no pudo evitar homenajearla haciendo repetir una y otra vez a los personajes una de las frases más bonitas y profundas del libro: "vivimos igual que soñamos, solos".
En fin, hasta aquí he llegado. Si tuviera que recomendar una edición de la novela para todos aquellos que todavía no la han leído, me quedaría sin duda alguna con la que sacó Galaxia Gutenberg en el 2007 para celebrar el 150 aniversario de la obra y que se ha comentado en este mismo blog. Esta edición tiene el aliciente de las magníficas ilustraciones del pintor Ángel Mateo Charris. En otra ocasión podríamos hablar de otras adaptaciones al cine de novelas de Conrad. Recordaríamos, por ejemplo, la excelente Lord Jim dirigida en 1965 por Richard Brooks y protagonizada por Peter O'Toole, tan especializado en interpretar personajes tortuosos. También podríamos hablar de la influencia que tuvo La línea de sombra sobre una de las obras maestras de la ciencia-ficción, Alien, el octavo pasajero, más sutil pero no por ello menos presente. Por cierto, ¿recuerdan cuál era el nombre de la nave espacial de la película?, Nostromo, otro de los grandes títulos salidos de la pluma del genial escritor.
Rafael Sánchez-Grande Moreno (Biblioteca Pública de Guadalajara)