Nada como una tarde de viento y frío para pasar las horas, con calor y una buena luz, leyendo con gusto. Los cristales golpeados por la lluvia se convierten en un muro mágico que nos protege del mundo y nos hace aún más placenteros el sillón, la taza de te y la lectura.
En días así, gusta leer sobre lugares lejanos en donde el sol calienta sobre los seres vivos con un vigor que, a estas alturas del otoño español, parece imposible. Así que he pasado muy buenos momentos leyendo África.es: 7 escritores españoles en África, libro publicado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en el marco de la estrategia de cultura y desarrollo. Siete países de África Subsahariana (Senegal, Mozambique, Etiopía, Guinea Ecuatorial, Cabo Verde, Uganda y Kenia) son visitados por siete escritores españoles: Juan Bonilla, Olvido García Valdés, Luis Goytisolo, Manuel Gutiérrez Aragón, Ignacio Martínez de Pisón, Eduardo Mendoza y Clara Sánchez. Nacen así, unos relatos de viaje que nos muestran impresiones de esos países entrelazadas con lecturas preparatorias. Son textos cortos, todos de muy agradable lectura, hasta los que no me han gustado mucho me han parecido entretenidos, y que se complementan con fotos realizadas por artistas de cada uno de esos países que acompañaron las andanzas de los escritores: Albino Baptista en Cabo Verde; Paul Kariuke Munene en Kenia; Mário Macilau en Mozambique; Aida Muluneh en Etiopía; Matar Ndour en Senegal; Pascual Nvo Mituy en Guinea Ecuatorial y Joseph Senyondo en Uganda.
Los autores reconocen sus ideas preconcebidas y no pasan por alto algunos temas recurrentes cuando se habla de África (la pobreza, el exotismo, la emigración, el ritmo particular, etc.) aunque, todos ellos, tienen la virtud de descubrirnos aspectos nuevos o nos siempre destacados: la fuerza, la potencialidad de esos países y de sus gentes, la capacidad para innovar y emprender.
El libro nos ofrece también dos prólogos deliciosos. El de Javier Reverte, que trata sobre el ojo literario europeo posado en el África Subsahariana, es un repaso muy personal, ligero y amablemente irónico. Por su parte, el escritor senegalés Boubacar Boris Diop reflexiona sobre qué podemos definir como literatura africana en los países que se extienden más abajo de los grandes desiertos. Cuestiones como las lenguas, los distintos modelos coloniales y las sutiles insidias del postcolonialismo son analizadas, con bastante humor y anécdotas personales.
A veces, sin embargo, el frío exterior anima a leer sobre paisajes todavía más helados. Os recomiendo un librito con tres cuentos, Tres tormentas de nieve (El Aleph Editores y del Taller de Mario Muchnik). Son tres muestras de la altura que alcanzó la literatura en lengua rusa con Pushkin, Tolstói y Chéjov. El primer relato, "La tormenta", de Pushkin, está escrito con una media sonrisa que se va ensanchando hasta llegar a un final sorprendente. Tolstói, en "Una tormenta de nieve", nos hace atravesar paisajes helados, en medio de las ventiscas que arrastran la nieve. Todo se confunde, no sabemos dónde está el límite entre la vigilia y el sueño, pero sentimos el frío y el miedo a quedarnos perdidos en medio de la estepa hostil. El cuento de Chéjov, "En el camino", nos coloca en muy pocas páginas frente a unos personajes, y unos sentimientos, tan intensos que empequeñecen la tormenta que les rodea.
El viento, que va desnudando las hojas de los árboles de la plaza y despeinando las plantas de mis balcones, es el protagonista de Casualidad, una de esas joyas por las que apuesta Bárbara Fiore Editores. ¡Qué gusto esa libertad en los formatos! Este es un libro de un tamaño difícil para guardar en las estanterías (43x14 cm) pero de una especial belleza que nos hace necesitar tenerlo cerca para mirar las ilustraciones de Pablo Amargo que tan bien acompañan y amplían los textos de Pepe Monteserín. Sencillez, blanco y negro y mucho arte. ¡Una auténtica gozada!
Pero, tengo que reconocer, lo que mejor me sienta en las tardes frías es una novela. Por eso, me encantó encontrarme con una nueva de Irene Némirovsky, El vino de la soledad. Es una obra que se lee con un sentimiento especial si se conoce algo de la biografía de la autora porque hay mucho de su vida en esa familia de padre ausente (en sus negocios) y madre cruel y alejada (en brazos de su amante). Una vez más el frío, las nieves y nieblas de San Petesburgo, con sus canales helados, y los bosques de Finlandia en donde los protagonistas se refugian huyendo de la revolución y la guerra civil. No hay nada de la Némirovsky que no me interese.
Algo parecido me ocurre con otra escritora (también de origen ruso y judío) de la que he leído una biografía este otoño: Clarice Lispector. Curiosamente, porque siempre me han gustado las biografías, conocía la obra de Lispector sin saber nada de su vida. Por eso me ha gustado mucho Ladrona de rosas: Clarice Lispector, una genialidad insoportable de Laura Freixas. Siempre me había imaginado a esta escritora como una intelectual dedicada a su obra pero al leer el libro de Laura Freixas he descubierto una mujer que escribe en secreto, sin que quienes le rodean sepan nada de sus inquietudes. Una señora, esposa de un diplomático, que da cenas y hace vida social sin que nadie sospeche a la escritora.
Aprovechando, he releído los cuentos que publicó Grijalbo en 1988, Silencio, con traducción de Cristina Peri Rossi. Son cuentos que parecen cortados con un cuchillo de hielo para dejar las palabras desnudas pero esa sencillez se multiplica en sensaciones sugerentes. Me han vuelto a gustar pero quiero leerlos en portugués. Y es que el otoño, en estas épocas que nos han tocado, suele llegar cargado de propósitos y a mi me ha dado por aprender portugués. Mi profesora es brasileña y un día llevó a clase una carta de Caio Fernando Abreu, para Hilda Hilts, en la que narra su encuentro con Clarice Lispector. La carta es preciosa y se entiende tan bien, con unas nociones mínimas de esa fascinante lengua, que anima a leer más en versión original.
El otoño nos regala unos colores en el paisaje que ensanchan nuestra alegría, trae frutos y setas que alegran las cocinas y nos anima a disfrutar más de la vida recogida. Y aunque siempre es un buen momento para disfrutar de la poesía parece que estos días de viento, frío y nubes nos hacen más gratas esas píldoras de eternidad que nos puede ofrece un poema. Por eso, y por ese afán de visitar otras lenguas que me acompaña, me ha encantado la lectura de No me gustaría palmarla: Boris Vian, poemas ilustrados. Las traducciones son estupendas pero agradezco mucho que vengan los textos originales para gozar por partida doble.
Así que me despido con unos versos de Boris Vian (en traducción de Javier Krahe y Andy Chango) seguidos de su versión original.
No quisiera morir antes de conocer los monos del Brasil que duermen sin soñar
Los zorros de Moscú devorando el jardín
Las arañas de plata, de seda y de rubí.
No quisiera morir sin saber si la luna redonda disimula el filo de una hoz
Si en las cuatro estaciones caben tres primaveras
Si hace frío en el sol
Sin haber paseado vestido de mujer por un gran boulevard
Sin haber penetrado en las turbias miradas
Sin entrar en tu casa por la puerta de atrás
No quisiera morir sin conocer las llagas
Ni cualquier enfermedad que nos hace sufrir
El contagio del mal o el contagio del bien si se estrenan en mí me echaría a reír
Y también, cómo no, lo que ya conocí en el fondo del mar
donde bailan un vals el pulpo y el delfín y la hierba de Abril
y el olor a resina y el perfume en la piel de mi clara madame
mi amante, mi heroína,
mi peluche cruel, mi eterno manantial.
No quisiera morir sin haber agotado mis labios en sus labios
mi todo con su todo, su todo con mis manos
su infinito tesoro, mi amor desmesurado.
No quisiera morir sin que se haya inventado la rosa permanente
el ocio laboral, el mar en la montaña, la montaña en el mar,
el amor que no daña y la sombra en color.
A los niños volando y al ingenio inventando la vacuna total,
la aventura espacial, fontaneros baratos,
los monarcas en cueros, arquitectos modestos, abogados sinceros,
tantas cosas que ver, tantas cosas que oír, tanto por esperar contra la oscuridad.
Y ahora veo el final que se acerca hacia mí, que me quiera besar con besos de marfil, que me quiere llevar.
No quisiera morir sin dejar de probar a la gélida novia, la de gusto más fuerte, el sabor que me agobia.
No quisiera morir sin dejar de probar el sabor de la muerte.
Y en francés:
Je voudrais pas crever
Avant d'avoir connu
Les chiens noirs du Mexique
Qui dorment sans rêver
Les singes à cul nu
Dévoreurs de tropiques
Les araignées d'argent
Au nid truffé de bulles
Je voudrais pas crever
Sans savoir si la lune
Sous son faux air de thune
A un coté pointu
Si le soleil est froid
Si les quatre saisons
Ne sont vraiment que quatre
Sans avoir essayé
De porter une robe
Sur les grands boulevards
Sans avoir regardé
Dans un regard d'égout
Sans avoir mis mon zobe
Dans des coinstots bizarres
Je voudrais pas finir
Sans connaître la lèpre
Ou les sept maladies
Qu'on attrape là-bas
Le bon ni le mauvais
Ne me feraient de peine
Si si si je savais
Que j'en aurai l'étrenne
Et il y a z aussi
Tout ce que je connais
Tout ce que j'apprécie
Que je sais qui me plaît
Le fond vert de la mer
Où valsent les brins d'algues
Sur le sable ondulé
L'herbe grillée de juin
La terre qui craquelle
L'odeur des conifères
Et les baisers de celle
Que ceci que cela
La belle que voilà
Mon Ourson, l'Ursula
Je voudrais pas crever
Avant d'avoir usé
Sa bouche avec ma bouche
Son corps avec mes mains
Le reste avec mes yeux
J'en dis pas plus faut bien
Rester révérencieux
Je voudrais pas mourir
Sans qu'on ait inventé
Les roses éternelles
La journée de deux heures
La mer à la montagne
La montagne à la mer
La fin de la douleur
Les journaux en couleur
Tous les enfants contents
Et tant de trucs encore
Qui dorment dans les crânes
Des géniaux ingénieurs
Des jardiniers joviaux
Des soucieux socialistes
Des urbains urbanistes
Et des pensifs penseurs
Tant de choses à voir
A voir et à z-entendre
Tant de temps à attendre
A chercher dans le noir
Et moi je vois la fin
Qui grouille et qui s'amène
Avec sa gueule moche
Et qui m'ouvre ses bras
De grenouille bancroche
Je voudrais pas crever
Non monsieur non madame
Avant d'avoir tâté
Le goût qui me tourmente
Le goût qu'est le plus fort
Je voudrais pas crever
Avant d'avoir goûté
La saveur de la mort...
¡A disfrutar que llega el invierno! [Enviado unos días antes de que empezara]