Algunos aseguran que la felicidad debe contar con un alto porcentaje de mala memoria. Puede que sea cierto, pero olvidar no es necesariamente una elección.
Dice Joan Margarit que estamos construidos por el olvido y la pulsión sexual y que cualquier intento de luchar contra esas dos condiciones esenciales está condenado al fracaso. ¿Es siempre inútil intentar abrir brechas en el olvido? ¿Verdaderamente no merece la pena trabajar para que la memoria tenga espacio? El mismo poeta nos dice: "No lo he olvidado aunque no lo recuerdo".
Y es que la memoria está hecha de una materia tan extraña que, aunque no tengamos conciencia de algunos hechos vividos, los sueños se encargan de que afloren. Incluso pueden ser los sueños de otro, como ocurre al principio de Vals con Bashir.
El protagonista de la historia, Ari Folman, el propio director y autor del guión, comienza a tener sueños de su época de recluta en la guerra del Líbano a partir de las pesadillas que le cuenta un amigo suyo.
Toda la película es un intento por reconstruir la memoria de una experiencia traumática, la guerra, en lo que parece un fenómeno de amnesia colectiva. Casi nadie recuerda qué estaban haciendo allí, sólo algunos episodios fragmentados o ni siquiera eso.
Las dibujos de David Polonsky, el director artístico e ilustrador del film, juegan con lo surrealista, con el mundo onírico, mezclado con situaciones reales de bombardeos o de la vida cotidiana de las tropas durante el conflicto.
Hay una imagen que se repite, poética e inquietante, a lo largo de la obra. Tres jóvenes salen desnudos del mar a una playa situada en medio de un Beirut bombardeado, destruido y desierto.
Esta película, dirigida por Ari Folman, que ha recibido un Globo de Oro en 2009 y estuvo nominada para la Palma de Oro en Cannes 2008, tiene una versión en cómic que acaba de publicar en España la editorial Salamandra.
El cómic, con dibujos muy buenos, conserva mucha de la fuerza que transmite la película aunque se pierdan algunas cosas, quizá por ser una traslación demasiado literal. Las secuencias son las mismas pero en el libro no tenemos el movimiento y la música, que logran que la película tenga mucha más intensidad.
Es lo contrario de lo que ocurre con la obra de Persépolis de Marjane Satrapi cuya versión cinematográfica resulta interesantísima precisamente por ser distinta del cómic original.
En todo caso, Vals con Bashir es muy recomendable, tanto en película como en papel, y aunque ninguna obra de arte puede parar una guerra o arreglar un conflicto puede, al menos, ayudar a que ciertas cosas no se olviden.
En 1982, en medio de la guerra civil que sufría Líbano, el ejército israelí jugó un papel en Sabra y Shatila que es necesario recordar. La memoria no aleja el dolor pero ayuda a que los crímenes no queden impunes, o a que no se cometan otros nuevos sin consecuencias.