"Se convirtió en otra coordenada en el mapa del experimento norteamericano de autogobierno, un experimento estadísticamente distorsionado desde el principio, porque no fueron las personas con genes sociables las que huyeron del superpoblado Viejo Mundo hacia el nuevo continente: fueron las que no congeniaban con los demás". (p. 532)
Cuando leí Libertad de Jonathan Franzen hace unos meses no me decidí a hacer un comentario. El tiempo ha pasado y sigo viendo cómo en muchos lugares aparece como el acontecimiento literario del año (pasado); aunque también recojo -en vivo, de algunos de los más cercanos; y en papel, de algún escritor perdido que casi se excusa- ejemplos de escepticismo, distancia y perplejidad. Es cierto que pese a su abultado volumen tardé muy poco en leerlo, seguramente porque después de un tiempo largo me veía con la posibilidad de leer en mi lengua materna una novela sin sentirme culpable por no dedicar el tiempo a estudiar otra. Pero la sensación que tenía a medida que avanzaba era la de encontrarme ante adolescentes; aunque no sé por qué esto no lograba explicarla del todo. Hasta que descubrí que la mejor explicación era que -en su mayor parte- los personajes se mostraban como inmaduros totales, incapaces de afrontar la vida con responsabilidad.
El padre borracho que debe ser mantenido por los demás, y del que será fiel seguidor alguno de sus descendientes. La/s hermana/s a la/s que el mundo debe agradecer que exista/n, da igual si nadie es capaz de descubrir su innencontrable capacidad artística o si pertenece/n a esa familia que -llena de todas las bondades de los "progresistas" estadounidenses- pasa por alto la violación de otra de sus hijas, simplemente porque la cometió alguien que pertenece a un status económico social superior... Son algunos de los ejemplos, a los que pocos escapan. Si añadimos un final hollywoodiense (lo que tiene su importancia después de muchas páginas de desencuentros), seguramente podamos explicar el desapego de unos, la incredulidad de otros, la falta de feeling de los de más allá.
La novela está vertebrada por un triángulo de personas: un matrimonio (Walter y Patty) y un amigo/amante (Richard) que se conocen desde los tiempos de la universidad. Las familias de los componentes del matrimonio, incluyendo sus hijos, y quienes les rodean, completarán el universo de personajes que irán apareciendo a lo largo de muchos años.
El narrador es omnisciente, ayudado en buena parte por la autobiografía de Patty que se convierte también en autor omnisciente ya que -escribiendo por recomendación de su psicoterapeuta- habla de sí misma en tercera persona (además de referirse a la autora como la autobiografiada), y desvelando la parte más íntima de sí que actúa teniendo en cuenta que "el otro" tal vez piense que debería haber sido de la forma que no fue porque entonces habría pensado que sería que tal vez fue... lo que no me merecía que me merecí. Seguramente a eso se refiere Juan Gabriel Vásquez (El País Semanal, nº 1885, 18 de septiembre de 2011, p. 50) cuando dice "cuyo problema... es el eterno conflicto entre lo que quieren y lo que se espera de ellas".
El contexto -con sus contradicciones- es lo que mejor funciona: el ecologismo y las campañas de cooperación, la forma de actuar de las grandes empresas, el inicio de las sagas o la introducción de las familias, los fraudes en la compraventa de armas que se dedicarán a guerras llevadas a cabo lejos del hogar... Tampoco me parecen mal los diálogos, apuntados como uno de los puntos fuertes del autor, y como una de las debilidades por mis allegados. Pero no sé muy bien qué tengo que ver con esos personajes; aunque a veces pueda parecer que deberían unirme muchas cosas. No lo sé, tal vez es que se trata de una sátira y no me he enterado.