Inicio Biblioteca Complutense Catálogo Cisne Colección Digital Complutense

Sobre cómo El mar de la fertilidad me raptó y me sumergió en lo más profundo de sus aguas

Bárbara Berrocal 22 de Febrero de 2012 a las 09:08 h

Hay algo misterioso en las estantarías de librerías, bibliotecas o casas ajenas. En ocasiones un libro llama inesperadamente tu atención, fruto de la casualidad más inexplicable, te asomas al abismo de la primera página y, sin saber muy bien cómo ni por qué, acaba formando parte de tu legado íntimo y personal. Algo así me ocurrió con Nieve de Primavera, la primera parte de la tetralogía El mar de la fertilidad de Yukio Mishima. Nieve de Primavera me interpeló vehementemente, en voz alta y de un modo personalísimo, de forma que no pude dejar de leerlo. Después de haber leído Confesiones de una máscara, esperaba encontrarme al Yukio Mishima complejo, ácido y atormentado que se desnuda frente al lector en la encrujijada de oriente y occidente del Japón de los años 50 y 60. Pero encontré una novelita de amor adolescente salpicada de tradicionalismo japonés, flores de cerezo y ceremonias del té. Sin embargo, entre sus líneas se diluía un no-sé-qué que me intrigaba, algo que no pude definir pero que se desmarcaba de los márgenes de una simple novela amorosa. Aunque con el tiempo esa inquietud indefinible fue quedando sepultada bajo las páginas de lecturas posteriores.

Pero un domingo cualquiera, un paseo sin rumbo junto a un buen amigo me llevó frente a una pantalla de cine en la que proyectaban la maravillosa película de Paul Schrader Mishima. A Life in four chapters (1985). El film retrata la complejidad de la vida interior y exterior del autor japonés a través de representaciones sorprendentemente plásticas y teatrales de fragmentos de algunas de sus obras, seleccionadas, por cierto, con mucho acierto para el cometido de la película. Una de las obras elegidas era Caballos desbocados, la segunda parte de la tetralogía. La representación urdida por Schrader de la explosión del ardor juvenil canalizado en forma de honor, lealtad, artes marciales e irreverencia hizo que finalmente germinara ese no-sé-qué que sembró Nieve de primavera. Devoré el grueso volumen de Caballos desbocados y entonces fue cuando me dejé arrastrar hasta lo más profundo de las aguas del mar de la fertilidad, me dejé llevar por sus olas, que me abrazaron y colmaron mis pulmones con toda su densidad. Entonces comprendí que El mar de fertilidad es un mecanismo perfectamente ensamblado en el que cada paso prepara el siguiente y se dirige hacia un fin indeterminado que ni los personajes ni el autor pueden vislumbrar. Todas las etapas de la vida de un hombre florecen y se marchitan ante el lector en El mar de fertilidad, con una simplicidad tan compleja, tan profunda, que nada tiene que envidiar al realismo ruso. De hecho, me atrevo a decir que la novela japonesa del siglo XX debería derrocar y sustituir a la rusa del XIX en su papel de "perfecta ilustradora del interior humano". La novela japonesa del siglo XX, y no sólo Mishima, bucea de tal modo, con tal detalle en las profundidades de la intimidad instropectiva que, personalmente, me resulta contundente y conmovedora a la hora de expresar sentimientos y relaciones humanos. Podríamos citar ejemplos como El rumor de la montaña de Kawabata o El cortador de cañas de Tanizaki entre otros muchos, pero ninguno ejemplificaría lo que digo como El mar de la fertilidad.

En el orden literario comentado

En Nieve de primavera se retrata un amor adolescente cubierto por un manto de flores de cerezo, es cierto. Pero también se gesta el germen del arrojo juvenil, de la pasión irrefrenable que en Caballos desbocados arroja esas flores de cerezo sobre el barro de un par de botas militares en busca de su destino. Y sin embargo, el destino queda más lejos de lo que el joven protagonista esperaba: alcanza la vida adulta con todos sus logros personales y profesionales, pero con un enorme vacío interior que intenta llenar a través de su estudio del budismo y el hinduísmo en El Templo del Alba. Este tercer volúmen es el más denso y reflexivo, el que recoge más argumentación externa, búsqueda desesperada de contenido fuera de uno mismo. Sin embargo, la preocupación por llenar el vacío se difumina en La corrupción de un ángel: la última parte de la tetralogía me hizo sentir esa inquietud que invade en la vejez, el ansia por mirar hacia la juventud intentando recuperar algo completamente perdido para nosotros de los modos más inverosímiles, para al final acabar desembocando en la absoluta y repentina certeza de que no hay que buscar un sentido a la vida, sino vivirla. Engarzadas en un hilo conductor explícito y sobrenatural, estas cuatro novelas están ensambladas a la perfección sin que sea necesario recurrir a la continuidad argumental, puesto que describe un todo, una vida. Cada volúmen, cada página, cada línea, se desplegó ante mí ofreciéndome una de las experiencias más intensas de mi trayectoria como lectora. Para cualquier lector de esos que no pueden vivir sin el cosquilleo de la literatura, más que recomendable, ¡imprescindible!!

Bookmark and Share
Ver todos los posts de: Bárbara Berrocal

Comentarios - 1

Javier Pérez Iglesias

1
Javier Pérez Iglesias - 22-02-2012 - 10:01:46h

Bárbara, que buenos recuerdos me ha traído tu post. Me encantó "Confesiones de una máscara" y me lancé a leer todo lo que pillaba de Mishima. Tus comentarios me animan a releer. Gracias!


Universidad Complutense de Madrid - Ciudad Universitaria - 28040 Madrid - Tel. +34 914520400
[Información - Sugerencias]