A propósito de El Matrimonio del cielo y el infierno de William Blake.
Siempre he pensado que los artistas entienden la realidad de un modo muy diferente, ellos pueden saltarse la mediación del lenguaje. Incluso en la Literatura es posible gracias a la magia del lenguaje poético. William Blake, y en especial su obra el Matrimonio del Cielo y el Infierno, es uno de los mejores ejemplos que podemos encontrar de ello. Él era capaz de contemplar árboles repletos de ángeles, de ver el mundo en un grano de arena o de entender que cada pájaro que cruza el aire es un mundo de goce constreñido por nuestros cinco sentidos. Él nos toma de la mano y nos arrastra a un paseo por el infierno en el que comprendemos que lo infinito se trasluce en cada rincón del mundo material.
El Matrimonio del Cielo y el Infierno forma parte de sus libros iluminados, en los que combina el grabado y la palabra poética para expresar lo inexpresable. Algunos han visto en sus páginas una protesta contra el nacimiento de la era industrial, otros la obra de un inadaptado excéntrico al que la fortuna nunca acompañó como artista. Las abundantes interpretaciones que esta obra ha suscitado no son más que una muestra de su creatividad desbordada, de sus significados interminables. Cada verso recoge una fuente inagotable de sentidos que encadenan y condenan a la relectura. Y es que este Matrimonio del Cielo y el Infierno es una ventana desde la que el lector siente el vértigo de la visibilidad de lo invisible. ¿Asumirás el riesgo de asomarte?
Por cierto, también merece la pena visitar al Blake pintor e ilustrador disponible en la Biblioteca.
Bárbara Berrocal