"El fascismo no ha muerto. Y como estoy convencido de ello, siento un gran deseo de combatir, de comprometerme cada vez más, de ser siempre más decidido e intransigente, de mantener una actitud polémica con respecto a cualquier poder." Leonardo Sciascia
En la nota final del libro Sciascia nos explica la intención de esta fábula: "tomando como modelo aquel otro Cándido que Voltaire, escribo éste, para extrapolar el optimismo de Leibniz, extiendo aquella aventura, con mi estilo sencillo por el poco campo que me dejan las palabras en el mundo actual, tan falto de soltura y ligereza".
Hablar de este libro, como de cualquier otro de Sciascia, es una disculpa para traer a este blog su personalidad, su estilo, sus ideas, y su perspicacia para desvelar las intrigas del poder.
Cuantas veces lo necesitaríamos hoy para que sus artículos de "Negro sobre negro" hiciese de su apuesta por la verdad, su objetivo y su búsqueda, ya tan faltos hoy de opinión pública autorizada, con una intelectualidad europea, desde hace muchos años, al lado del poder, a la espera de recibir honores, participar en eventos y salir en las listas de los candidatos a los premios oficiales.
Ya que fuimos optimistas, y algo nos queda, encontrar en la palabras de Cándido, pensadas en modo conciliador, y bien sujetas a las comillas:" vivimos en el mejor de los mundos posibles", para no hacer múltiples notas a pie de página, esa carencia de malicia en cada nuevo contratiempo, cuando piensa en su presente, con el fin de ayudar a que su entorno comparta su buena suerte, pone al autor-critico muy cerca del mundo actual. Pensándolo de modo sencillo: no necesitamos demasiado para sacar la cabeza y respirar, incluso ideas nuevas.
Cándido tiene familia: una madre, un padre, un abuelo, tíos, una segunda madre como nani en los que confía, a los que quiere y piensa que le quieren. Pero en realidad, desde su nacimiento allá por 1943, el mismo día de la liberación de Italia, en una cueva, nadie lo desea. Él ve como la hipocresía le circunda, excluyendo su presencia física, de todos los entornos donde, el devenir ideológico le lleva. Va cargado con la verdad y sin suspicacias ni maldades, busca amores y afectos por el mundo, hasta llegar a aquel París, con restos de 1968, que vive como un sueño y le ofrece asilo.
Es el libro más cercano a la propia vida de Sciascia, pues con su sabio planteamiento de la vida, imbuye al personaje en algo que a ambos, el camino de la realidad y el de la ficción, les lleva a producir grandes incomodidades a su alrededor, rodeando su vida de amenazas, chantajes, mentiras y trampas.
Se habla de la transformación de los fascistas en demócratas camuflados tras la Democracia Cristina, del pragmatismo falso del partido comunista italiano, y de la sociedad civil, del encumbramiento de los catolicismos y los marxismo, como fuente que acaba en un mismo atolladero; de los amores para obtener beneficios, del poco de amor sincero que queda a su lado, de lo difícil que es tener un aliado o mentor ideológico como Antonio, el arcipreste Lepanto, siempre a su lado, también en los momentos difíciles; se canaliza la razón de la cobardía, del suicidio, de los poderes en la sombra, de la esperanza en cambiar de vida emigrando, de la influencia de los grandes estados, en los estados inestables tras las catástrofes. Pero Cándido salta de cada aventura anunciada en las cabeceras de capitulo, a otra, sin sombra de maldad, o tercas estrategias que le favorezcan. De su Sicilia a Milán, Turín, Madrid, El Cairo, Barcelona, París, este lazarillo de la más pura novela picaresca en versión contemporánea, actualiza la visión con nuevos itinerarios, validos por la importancia económica, social y política en el régimen del país mencionado, de la mano de su segundo amor Francesca, tras perder a Paola.
Sciascia cita tras releer, contemporiza los contenidos de la razón desde la Ilustración y concluye citando a Víctor Hugo, a Zola, a Marx, a Lenin, a Gorki, a Dostoievski, a Stalin, a Togliati, a Gramsci, Baudelaire o Courbet, se presenta ante las estatuas de Maillol, nos emnumera a los huérfanos de De Gaulle, de Franco, de Salazar, del PCI, relata el miedo de Goebbels a la palabra "intelectual", o respira la savia de mayo del 68.
"Abracemos a Voltaire, pues Él es nuestro verdadero padre", le dice don Antonio, paseando por los Campos Elíseos, pletórico, tras saber pulidos los entendimientos y la razón de Cándido, ante la de los otros, en el mundo, y que no es "cándido por imbécil, sino porque vive un mundo de sueños armado de razones" (1)
Perdida la fe comunista, y transformada en indignación ética y estética, no tan verde como para que sea pasto de herbívoros, ni tan exegeta para que resulte incomprensible, y por salud mental, volver a leer dos o tres veces al año algo de Sciascia nos ayuda a desenmascarar estas ideologías de cartelera electoral, pues en el contexto actúa como guión para volver a hacer sus preguntas a esas enquistadas sagas políticas, judiciales y económicas. Y con alas o sin alas salir del laberinto de esta realidad que nos golpea. Eso sí, sin dejar de ser "cándidos", con un poco de optimismo y creyendo en los otros.
Si Dios existe, le voy a pedir cuentas de lo absurdo de la vida, del dolor, de la muerte, de haber dado a unos la razón y a otros la estupidez... y de tantas otras cosas. Leonardo Sciascia
¡Es lo que hay, de momento somos los humanos los que decidimos!
No olvidemos a Leonardo Sciascia.
"...fue el primer escritor en pensar las historias de crímenes, delincuentes e investigadores como un gran arte del siglo XX." Leonardo Padura
(1) Cándidos y Cándidos de la biblioteca ITAM
Leonardo Sciascia por Vincenzo Salerno
"La conciencia de Italia. Desafiante, por definición". Así es como a finales de Leonardo Sciascia, uno de los autores más populares de la Italia de posguerra, ha sido descrito por sus colegas sicilianos. En las palabras de Gore Vidal: "?. ¿Qué es la mafia de Sicilia, ¿Qué es lo que se refiere a la exploración de este infierno particular ... Sciascia es la vigilia perfecta".
Para conocer al hombre es necesario conocer su mundo.
En el complicado mundo de la opinión pública italiana, en la que Sciascia fue novelista, polemista, político ocasional, y el candidato perenne al Premio Nobel. Desde un entorno filosófico-ecléctico, caracterizado por intolerancia a los periodistas de izquierda y, en el extremo opuesto, a los políticos de derecha, no tenía miedo de escribir sobre cuestiones morales y éticas.
No pocas veces, Sciascia se sabe que era decididamente impopular en la Italia de finales del siglo XX. Si, al igual que muchos profetas, a veces parecía más popular fuera de su país, uno debe darse cuenta de que, a pesar de notable el patrimonio literario de Sicilia, los verdaderos intelectuales rara vez son respetados, ni reconocido por el público siciliano.
La ética y la política a un lado. En el ámbito académico y en la prensa, seis décadas de influencias a veces hostiles, que van desde el existencialismo al catolicismo, del comunismo al neo-fascismo, han erosionado la apreciación popular ante un comentario social objetivo. Incluso una mirada superficial a los periódicos italianos es suficiente para confirmar que los periodistas en este país están obsesionados con sus propias opiniones, participan en un ritual extraño egocéntrico que tiene prioridad sobre la información imparcial.
Leonardo Sciascia ha trascendido a esta vorágine violenta, de manera sutil que revela los grandes retos de la sociedad en la vida de hombre común, dejando la impresión de un crítico maestro.
En medio de un mar de charlatanes pseudo-intelectuales, brillaba con un talento iluminado y creativo. La esencia de la visión humana. La cosa real. No sería justo decir que era breve, y quería "dejar las cosas claras".
El joven italiano que quiera estudiar ciencias políticas, filosofía o leyes, en la universidad, pensando por ahí llegará por fin en la vida a la comprensión de sus misterios, tendrá que reconsiderar los conceptos después de leer una novela de Sciascia. Para su gran crédito, la más singular de los autores no era particularmente popular entre los profesores universitarios italianos. Su mayor audiencia era, y es, el intelectual honesto.
Desafiar las ideas preconcebidas por los jóvenes volubles, fue sólo una pequeña parte del trabajo de Sciascia. Sus caracterizaciones y observaciones eran tan incómodas para muchos italianos mayores, como Tolstoi y Turgueniev de fuera por los rusos de otra época. Tal vez sea de esta manera fue como un autor contemporáneo cruzó esa frontera indefinible entre la ficción popular y la gran literatura.
La ficción vende, la literatura perdura.
Algunos de los mejores trabajos de Sciascia son un tratado fundamental, aunque rara vez simples, de los dilemas morales, a menudo en el marco de la ley y el orden, lo correcto e incorrecto. Fue, de hecho, uno de los primeros autores que lidiar con los males intrínsecos del fascismo, algo claramente inquietante para los italianos que participaron en el régimen, e incluso para algunos de los hijos de los colaboradores. (Donde casi cada familia del país ha contribuido con el fascismo, los talibanes de Italia, de alguna manera, aunque fuera sólo por alistar a un hijo en la juventud fascista o el envío de otro a morir en una de las desafortunadas aventuras militares del Duce.)
En los cuentos de Sciascia, la conciencia humana se explora en un ambiente íntimo, pero es sin embargo, colectiva, en la forma. En cierto sentido, él era filósofo. Los Camisas Negras eran sus blancos más fáciles. Todo el sistema es ineficiente, corrupto. La justicia italiana encontró a uno de sus críticos más letales en Leonardo Sciascia, de los cuales no podría esperar ninguna defensa, sólo vacío.
Su nacimiento coincidió con el fascismo. Nacido en 1921 en la localidad de Racalmuto, donde pasó gran parte de su tiempo hasta su muerte en 1989, prefirió la vida rural a la de Roma o en otras ciudades caóticas. Observación, comprensión y expresión son las herramientas de un gran autor, y estos Sciascia no le faltaban. Su estilo literario rudo y violento no siempre es capturado en la traducción de sus obras, pero el espíritu está ahí. Su pluma fue su espada, y desde su atalaya en Racalmuto, una ciudad de fundación árabe con una iglesia normanda y las ruinas de un castillo normando, Sciascia, fue el consumado escudero de su país, un caballero solitario, a punto de llevar a su isla, lejos de un vasto mar de la conformidad social. El caballero- pastor, cuyos discípulos se reúnen en una revolución no violenta de las mentes.
Algunos de los más divertidos frases Sciascia han perdurado en la mente de Sicilia. En el día de la lechuza (llevada al cine popular) que divide a los hombres en varias clases, entre ellos el rumbo, sin rumbo, fácilmente conducido, como de pato Qua-qua-a-qua, que raramente se consigue mucho en la vida.
No por nada algunos profesores de derecho estadounidenses requieren que sus estudiantes lean Sciascia, cuyas obras han sido comparadas con las de Kafka y Stendhal. En "Puertas Abiertas", el juez insiste en la moral durante la era fascista. La novela ha sido descrita como "una meditación sobre la pena capital, traducción moral, y la imprecisión cultural." La muerte y el caballero" es la historia de un investigador de la policía que se enfrenta a "las relaciones entre las personas traidoras y el Estado." Era un terreno que Leonardo Sciascia conocía muy bien.