También lo amaba en nombre de mamá. Porque ella no podía amar (p. 123)
Teena Maguire, con su hija de 12 años, decide atravesar un parque una noche del Cuatro de Julio para acortar el trayecto de regreso a casa. Un grupo de casi adolescentes se interpone entre ellas y el resto de su vida, al violarla y maltratarla hasta casi matarla.
Lo peor vendrá después, con las sucesivas violaciones perpetradas por familiares que juzgan limpios a sus sucios congéneres, por abogados cuyos escrúpulos son inversamente proporcionales a su abultada minuta, por amables vecinos ayer que hoy te juzgan culpable último de tus desgracias y se permiten insultarte o se pliegan a las conveniencias; por una misma hirviendo en el dolor interno. Incluso por la arrogancia posterior de los cobardes violadores.
Sólo habrá una persona ajena al círculo íntimo (en realidad ni las conoce, es sólo uno de los primeros policías que acudió al escenario del suceso, cuya alma había muerto como una lombriz en la arena ardiente de un desierto del Próximo Oriente, p. 18) capaz de aliviar -de una manera peculiar- una parte del sufrimiento que les embarga por algo que no ha sido sino cuestión de mala suerte, al alcance de la frágil existencia de cualquiera de nosotros.
Oates nos lo cuenta de forma ágil, directa, en un suspiro... guardando la segunda persona del singular para la niña que vivió su última noche como tal con 12 años.
De repente parecías tan sola. Como si hubieses olvidado que estoy contigo.
Oates, Joyce Carol. Violación: una historia de amor. Traducción de Santiago Roncangliolo. Barcelona: Papel de liar, 2011.174 p. ISBN 978-84-936678-8-7.