He descubierto que no hay forma más segura de saber si amas u odias a alguien que hacer un viaje con él". Mark Twain
No me va a importar mucho que la otra maleta, la de la ropa, lleve lo estrictamente necesario, y sabiendo que las prendas de medio abrigo, para las frescas tardes del norte, están allí, pero si seré muy cuidadoso con los libros, y con lo que cargue en el lector electrónico.
Una cierta premisa: Amo la literatura de la posguerra española, claro no toda, si no la que enumeraré a continuación, porque ella encuentro trozos de mi vida, de la de que me contaba mis abuelas, o las otras mujeres en los" poyos" y en los braseros; y la de los vencidos o las versiones de algunos vencedores, y sobre todo del día a día, que desde muy pequeño, siempre en alerta, se desenvolvía entre la necesidad, el trabajo, los rencores y recelos, entre lo que no se decía, lo que se decía con ironía, las palabras tercas, las multas, las amenaza, las encarcelaciones personales, y el ego de alguno de mis tíos, que presumían de pertenecer al régimen, luciendo sus brillantes medallas y el espadón; o la homilía de aquel cura rojo, que me enseñó el latín de la vida. Y el otro.
Amores, desamores, preñadas, matrimonios sin amor, amor sin matrimonio, lejas de odios, y herencias, algún crimen, tumbas, muchas tumbas sin flores, y los cuentos de mis tías, y los refranes, y las anécdotas, y aquellas madalenas gigantes, y las sopas de ajo picantes, y sobre todo los largos silencios, y los lutos femeninos eternos. Por todo eso, que conforman la historia de la primera parte de mi vida, y que luego encontré dispersas en las novelas, cuentos y romances, si, por todo eso, soy un ferviente devoto, de estos díscolos escritores, con los que a continuación iré de veraneo.
Y en este y otros muchos, convoco un nuevo homenaje a toda esa pandilla de interventores históricos, que fueron mordisqueando de las biografías, de los ensalmos, de las tretas, de los escondites y del pan moreno, que ya en los años de mi niñez era un poco más blanco; se que algunos aún fueron leídos a la luz de las velas y candiles, encendidos entre el largo atardecer de noviembre, las horas de sobremesa de los febreros nevados, y las mañanas blanquecinas de primeros de mayo, y al calor de los veranos brillantes y hoscos de la quietud rural, con cierto zumbido lejano de los mapas y la radio que me hablaban de un mundo más grande, y lleno de palabras e imágenes.
Cada día me doy cuenta de que no nos conocemos, y por eso, para este estoy preparando una maleta de literatura en castellano, seleccionando aquellos que no me decepcionará su re-lectura.
Voy caminando por el siglo XX, y siempre se cuela Misericordia o Tormento de Benito Pérez Galdós, que vienen de la mano de Los pazos de Ulloa de Doña Emilia Pardo Bazán. Pero eso es inevitable, la riqueza del lenguaje y el análisis social de las Españas finiseculares y de los años siguientes, no deja resquicio para hablar de estas obras maestras, como preámbulos de exilio.
Pero quiero entrar en la literatura de postguerra, y sólo me quedo con La colmena y Pascual Duarte, de Cela, pues sus otras obras son misceláneas arribistas. Cargo con Torrente Ballester, con mucho ahínco, selecciono su Don Juan, Nada de Carmen Laforet, y con el gran Miguel Delibes, sus obras completas son un baúl largo y grande de los recodos de la postguerra española, La hoja roja marca el deletreo de los últimos librillos de la vida.
Aún me quedan muchos, no sé si me darán estos tres meses para leerme, también Las hermanas coloradas de García Pavón y el Plinio más perdiguero. También están esperando Las ciegas hormigas de Ramiro Pinilla, o La paradoja del interventor de Hidalgo Bayal. Solo he nombrado a una mujer y no es excombatiente, por eso vamos a amarrar a Carmen Martín Gaite ( Entre visillos), a Rosa Chacel ( Barrio de maravillas), a Ana María Matute ( Los hijos muertos), o Carme Riera ( Palabra de mujer), algo de María Zambrano como Persona y democracia, a su lado está Flores del año mil y pico de Álvaro Cunqueiro, Volverás a Región, de Benet, El Jarama de Ferlosio, un tomo del primer teatro de Antonio Gala, La aventura equivocada de López de Aguirre de Ramón J. Sender, una antología de Francisco Ayala, o de Juan Goytisolo, el Celaya más poeta en los Canto iberos; se pegan por venir Lorca, Blas de Otero, Jardiel Poncela, Mihura, Vicente Aleixandre., Javier Marías, José Luis Sampedro, Feliz de Azúa, Luis García Montero, y gritan Ignacio ( Vísperas de silencio) y Josefina Aldecoa ( Los niños de la guerra); quiere venir , Buero Vallejo ( Historia de una escalera) y se queja, porque no le tengo en cuenta. También esperan mi decisión para acomodarse, Juan Ramón Jiménez, José Hierro,
Se me olvidan mis grandes maestros leoneses Jesús Fernández Santos, Luis Mateo Díez, José María Merino, Julio Llamazares, Antonio Gamoneda, Ricardo Gullón y Eugenio de Nora, con quienes compartí palabras y miedos ¡cualquiera de sus libros están siempre en mi corazón!
¿Cómo lo haré, me esperan en la puerta amenazantes Voltaire y Rimbaud, y el señor Conan Doyle? Va, con una mochila más se vienen todos.
No preocuparos que los otros que me faltan, están esperándome en la pequeña habitación que mira al amanecer, cuando casi entre dos luces, voy vislumbrando aquellos que alimentaron al bachiller insatisfecho.
Quizá tenga que dedicar alguna tarde a los cotilleos, dos días o tres sobremesas a hablar, o alguna noche a esperar que llegue el amanecer. Mientras, esto es una parte importante de mi memoria que han llenado algunos días de lector, y son mi archivo de la memoria.
Los que no están elegirlos vosotros.
Y para afinar, completar punterías y análisis, estos enlaces:
http://www.biblioteca.org.ar/libros/300095.pdf
www.unav.es/literatura/contemporanea20/apuntes40-50.doc
http://dialnet.unirioja.es/servlet/fichero_articulo?codigo=68985