Una visión aguda desde el punto de vista de un naturalista.
¿Consideramos a los ricos una especie aparte o lo son?
Con el más puro humor, como hiciera Dian Fossey al describir las relaciones de los gorilas de África, Richard Conniff nos presenta a los ricos inmersos en la trayectoria de sus estrategias, que se alargan desde la dominación a la sumisión, pasando por sus arriesgadas prácticas de apareamiento hasta confluir en el aislamiento, que los hace perfectos.
El autor en su experiencia como periodista de National Geographic y ataviado con una exhaustiva base biológica sobre animales tribales superiores tales como los monos, chimpancés, babuinos o bononos, y la de otros más minúsculos tal que la libélula, los ratones o los patos, consigue datar objetivamente el hábitat natural de los ricos, capaces de casi todo, llegando a utilizar la fuerza, si fuese imprescindible para dominar a los demás.
Nos habla de Donald Trump, de Peggy Guggenheim, de J.L. Morgan, etc. catalogándolos como animales superiores, a partir de sus posturas, del arqueo de los ojos o de las miradas de cazador.
La clase media y su personal de servicio los adula por su capacidad de acumular grandes cantidades de todo.
El siguiente análisis nos coloca en la pista.
"Machos o hembras alfas, monos con navaja y vestidos de seda, los ricos habrían aparecido en la historia con las sociedades agrícolas y las primeras acumulaciones de alimentos. Por eso las fiestas pantagruélicas, la ostentación, el consumo de marcas selectas y caras, los relojes de siete mil dólares (por ejemplo, los David Yurman), los diamantes de Van Cleef & Arpels, los vinos de precios siderales (Romanée-Conti, Armagnac, Château Mouton Rothschild, etc.), los yates de ochenta o noventa metros, las mansiones, las colecciones de autos o de obras de arte, las donaciones o las fundaciones filantrópicas no serían más que recursos de dominación, exhibiciones de fortaleza ante una muchedumbre de simios betas deslumbrados y deseosos de imitación o de servilismo por algunas migajas".
A ninguno de los millonarios entrevistados por Conniff le interesa el dinero o las propiedades, sino otra cosa: el prestigio social, el poder, el dominio de un territorio por medio de la riqueza.
"Animales solitarios y extravagantes, endogámicos, tacaños y arrogantes, sexualmente fríos o adictos al sexo, los millonarios y multimillonarios (es decir: a partir de tres o cuatro mil millones de dólares) de nuestra época conforman una especie de club (o de circo) internacional itinerante que se reúne en Mónaco, Mallorca, Palm Beach o Cayo Lyford en Bahamas a través de un circuito exclusivo y carísimo de hoteles, restaurantes, bares nocturnos, tiendas de alta costura, etc. El ranking de fortunas Forbes 400, por lo menos para los magnates norteamericanos, es como un campeonato de ricos que pugnan por alcanzar la cifra en dólares más alta. No hay, por supuesto, límite. Ted Turner y Rupert Murdoch han bajado y subido varias veces en esa lista, y Bill Gates (su fortuna se calculó en un momento en unos treinta y cinco mil millones de dólares) al parecer está agarrado con uñas y dientes de la liana pese a las acusaciones de monopolio. Juego vertiginoso si lo hay que George Soros (que lo ha practicado) no recomienda y que (a juzgar por sus elevadísimos gastos de divorcio) Mick Jagger tampoco recomendaría.
Pero no a cualquier primate alfa le queda bien un vestido de Gucci o un encendedor de Cartier. Nuevos ricos como Bill Gates (con su mansión automatizada y un yate kilométrico) o Silvio Berlusconi (una excepción entre los ricos, según Conniff, por su baja estatura) carecen de toda gracia en comparación con familias dinásticas que hace mucho disfrutan del encanto de ser ricos: los Goelet, los Ford y los Rockefeller en EE.UU.; los Grosvenor en Inglaterra; los Rothschild en Inglaterra y Francia; los Porsche/Piech y Haniel en Alemania; los Agnelli en Italia; los Mitsui en Japón. Muchas dinastías, cumpliendo con los principios darvinistas, se han debilitado para dejar paso a otras, como la de los Kennedy en relación con la de los Bush. Otras, como la de los Grimaldi, que gobierna Mónaco desde el siglo XIII cuando un antepasado entró a traición en la fortaleza del pequeño principado, parecen eternizarse como las antiguas dinastías chinas"
(Sobre Historia natural de los ricos de Richard Conniff de R. H. R. Página 12)
Aunque a veces algunos nos comportamos como ángeles, no dejamos de ser los animales que el fondo somos. Tomando un camino solapado en la benevolencia, más complejo y sofisticado, encerrado en la maraña humana, los ricos, tienen a su alcance, él disimular las ganas de aplastar y seguir dominando.
Un laminado y minucioso ensayo de los afortunados.
The New York Times Book Review presenta a Richard Conniff como" un escritor esplendido, lleno de frescura, claridad y ninguna condescendencia".