El hecho de no encontrar ningún post en este blog sobre este autor, me ha animado a escribir éste. Sándor Márai es un escritor magnífico, según mi opinión, y creo que merece estar entre los nombres de Sinololeonolocreo.
Márai fue un escritor y periodista húngaro, nacido en 1900 y muerto en 1989. Debido a los años que le tocó vivir, padeció todas las convulsiones que sacudieron a Europa durante el siglo XX. Y que, lógicamente, influyeron en su persona y están presentes en su obra.
A lo largo de su vida, Sándor Márai asistió a la desaparición de su país, tal como él lo conoció, ya que había nacido en lo que entonces era el Reino de Hungría, parte del Imperio Austrohúngaro. Con la ocupación alemana escribió contundentemente contra el nazismo para que luego, durante la ocupación soviética de Hungría y el establecimiento del régimen comunista, se le calificara de burgués y se viera obligado a abandonar su país. Desde 1948 se estableció en Estados Unidos dónde vivió hasta 1989, año en que se suicidó en San Diego.
Después de haber leído otras obras suyas que me gustaron mucho, especialmente El último encuentro, me "topé" con La hermana y rápidamente comencé su lectura.
Animado por el buen estilo literario que ya conocía de Márai, esta novela que ahora caía en mis manos me resultó desde el principio interesante, intrigante, atrayente. Y, además, me sorprendió cuando llegué a la parte que podríamos llamar "la novela dentro de la novela". Es decir, que el encuentro del diario de un famoso concertista de piano, por parte del personaje narrador de la novela, supone que la historia de este afamado músico se convierta, en realidad, en el núcleo esencial de la obra, y de donde proviene el título: La hermana.
El núcleo central del diario y, por tanto, de la novela, es la grave enfermedad y convalecencia del pianista, de nombre Z., en un sanatorio de Florencia.
Un tema que puede parecer desagradable y poco atrayente, y que, sin embargo, a mi me resultó curioso, interesante y muy diferente a mis lecturas habituales.
En la novela encontramos la descripción, no de la enfermedad, sino del estado anímico de Z., su relación con los médicos y las monjas que le atienden, el intenso debate entre la vida y la muerte, sus reflexiones sobre esos momentos en que la vida se nos escapa, el dejarse llevar, incluso regodearse en esa dejadez y llegar a disfrutar tanto con el dolor y con la enfermedad, como con los placeres de la morfina que le calman y le elevan a otro estadio.
La novela es capaz de despertar en el lector ese mismo sentimiento de encuentro con la enfermedad y el dejarse llevar por la enfermedad en sí; esa laxitud que a cualquiera le puede producir un momento de profundo decaimiento en el que se puede conseguir la paz de alma y cuerpo y el descanso de ver el final de la vida, lo que quiere decir el final de la lucha diaria.
La elegancia y lucidez con que está escrita la novela, que se reflejan en la relación médico enfermo y las reflexiones personales (anímicas, amorosas, musicales...) del pianista Sr. Z., convierten a La hermana en una interesante introspección sobre el alma humana.
No faltan, sin embargo, algunas pinceladas de humor o un guiño de amenidad, por parte de Márai, que por un momento sirven para separar al lector de las intensas cavilaciones del protagonista. Por ejemplo, cuando describe, con ironía, a las cuatro monjas con las que se enfrenta cada día en su aseo personal y que le hacen preguntarse sobre el sentido del pudor: "¿Puede haber cortesanas que sepan más sobre el cuerpo de lo que sabían la bella y virginal Cherubina, la rigurosa Carissima, la ceremoniosa Mattutina o la maliciosa Dolorissa?"