"Bueno, ¡a éste sí que lo conocerás!", digo yo con una sonrisa entre alentadora y triunfal.
Mi hijo me mira. Vuelve a mirar otra vez la foto con aire dubitativo: "No... ¿quién es?
No me lo puedo creer: observo los ojos desorbitados, el característico bigote tieso y brillante con las dos puntas hacia arriba. "¡Es Dalí!"
"¡Ah! ¡El pintor!"
Meneo para mis adentros la cabeza. Cuando yo era niña, cualquier criatura por encima de ocho años hubiera reconocido al primer golpe de vista al histriónico avida dollars. Mi hijo de casi doce años, curioso y leído, no tenía ni idea.
Confiamos nuestra memoria a las imágenes: una vale más que mil palabras. Pero las imágenes son, con mayor frecuencia de la que sospechamos, un recuerdo efímero, memoria sólo a corto plazo. Aquellas imágenes que, de tan presentes, parecían valer para la eternidad, al cabo de un tiempo apenas significan ya nada. Como los bigotes de Dalí.
En una de mis excursiones cinegéticas en busca de libros cayó en mis manos uno titulado: Las imágenes que nos revelan el mundo, editado por SM. Se trata de un repertorio escogido de fotografías procedentes del archivo de la Agencia Magnum. Las alrededor de 300 fotos nos guían en un repaso de la historia del mundo desde los años 50 del pasado siglo XX hasta nuestros días. Las fotografías se agrupan por décadas, tras una pequeña introducción que pretende asomarnos al "pulso" de la época. Después vienen las imágenes, cada una de ellas con una breve explicación. En el margen de cada página se nos va ofreciendo una cronología esquemática. A veces se incluye una sucinta reflexión del autor de la instantánea. Otras se añaden a modo de lemas rotundas afirmaciones de los protagonistas del momento. Las fotografías son de lo más variado: guerras, revoluciones y catástrofes naturales y artificiales; movimientos culturales y modas; políticos, líderes, actores, cantantes, escritores y pintores, como Dalí. Todo desfila rápidamente ante nuestros ojos: acontecimientos que cambiaron el mundo y otros que exigen un verdadero esfuerzo de memoria para recordarlos; personajes inolvidables y otros ya casi olvidados. El libro concluye con una somera biografía de todos los fotógrafos de los que se ha elegido alguna obra.
Las imágenes que nos revelan el mundo me parece muy recomendable por varios motivos. Si uno es de los que identifica la fotografía con personajes diminutos de rostros apenas discernibles situados ante grandiosos monumentos o paisajes incomparables que se salen de la imagen, o bien con un montón de caras apretujadas después de una comilona familiar o algún otro tipo de festejo, he aquí una excelente manera de empezar a descubrir por qué la fotografía también es un arte y de ir conociendo a algunos de sus protagonistas (tratándose de fotógrafos de Magnum, aunque no están todos los que son, sin duda son todos los que están). Si se tienen ya unos añitos servirá para revisar la memoria e incluso abandonarse por momentos al placer agridulce de la nostalgia. Si los añitos que se tienen son todavía pocos (de hecho, acaso por la editorial que lo publica, yo encontré Las imágenes que nos revelan el mundo en la sección de libro infantil y juvenil), ayudará a conocer algunas cosas para nosotros nuevas aunque ya sean historia... como los bigotes de Dalí.
Sólo haría una objeción al libro: cuando llega a nuestro siglo XXI, las imágenes seleccionadas pierden algo de fuerza. Será porque la excesiva cercanía aún no nos permite decantar lo que el recuerdo retendrá del presente.
Una recomendación final: la foto White Colored de Elliott Erwitt. Una imagen y dos palabras.
Ana Isabel Rábade Obradó