Hay lugares a los que uno no quiere ir. El miedo a enfrentar el sufrimiento, la seguridad de que lo que vamos a ver allí nos va a confrontar con el dolor, hace que nos resistamos. Eso es lo que sentía cuando me llevaban a visitar el antiguo Centro Clandestino de Detención "La Perla", actual "Espacio para la Memoria", en Córdoba, Argentina.
Durante años, incluso inmediatamente antes del golpe de estado que daría lugar al sangriento régimen militar instaurado en marzo de 1976, se sucedieron los secuestros de todo tipo de personas: jóvenes y ancianos, niños y adultos, hombres y mujeres, personas de clase alta y trabajadoras, militantes de izquierda y de derecha, delegados sindicales y religiosos, cristianos y judíos, protestantes y testigos de Jehová, estudiantes y artistas, testigos de otros secuestros o sospechosos de conductas inmorales, como los homosexuales, ¡incluso militares y policías! Nadie estaba a salvo del terror.
Hasta un número cercano a las 30.000 personas, en todo el país, fueron secuestradas, torturadas, sometidas a un trato vejatorio e inhumano, muchas de ellas asesinadas, muchísimas "desaparecidas" hasta el día de hoy. Y hasta hoy continua la lucha de los familiares y de los defensores de los derechos humanos por esclarecer lo ocurrido y para que no queden impunes los delitos contra la humanidad.
La Perla, o "la universidad" como era denominada por los criminales que la crearon para diferenciarla de otro centro apodado "la escuelita", en la misma provincia de Córdoba, fue escenario de esos horrores. Ahora, transferida a la sociedad civil por el Gobierno de Néstor Kirchner, se ha convertido en un espacio para la memoria desde el que se trabaja para que no se olvide tanta infamia, para que se siga persiguiendo a los culpables y también para que no se repita ese horror.
El caso es que cuando íbamos hacia allá, en el coche de mis queridos Ortíz-Fois, charlando y mateando, yo me sentía intranquilo y, secretamente, fantaseaba con que ocurriera lo mismo que nos paso en 2009, que el centro estaba cerrado y no lo pudimos ver.
Esta vez nos esperaban y nos hicieron una visita guiada. Me estuve aguantando las lágrimas casi todo el tiempo, mientras miraba los rostros que me interpelaban desde instantáneas de los años setenta y leía los breves relatos de vida de quienes padecieron el internamiento. Un momento especialmente duro fue reconocer el nombre y los apellidos de la hermana de mi querida Liliana Felipe en una de las fotos. También fue muy emocionante visitar una pequeña exposición con objetos encontrados en La Perla o que fueron sacados de allí por alguno de los supervivientes: pequeñas felicitaciones de Navidad hechas con un papelito y unos lápices de colores que los internos se regalaban, mínimas labores de costura, una chaqueta con marcas de balazos, un libro casi destrozado, un reloj inservible..., y las historias de superación y solidaridad que los han traído hasta nosotros y les dan sentido.
Pero por encima del dolor y de la sensación de estar en un lugar maldito, cargado de energía negativa, se fue imponiendo la idea de que el recuerdo dignifica a las víctimas, de que la memoria nos protege de nuevos horrores, de que lo mejor de los seres humanos también está allí presente. Nos tienen miedo porque no tenemos miedo, me cantaba Liliana al oído.
Visitando La Perla nos cruzamos con una excursión de adolescentes, casi niños, que también acudían a conocer ese lugar. Me preguntaba yo cómo sería contarle todo esta horrible realidad a los chicos y chicas. Sobre todo porque una de las consecuencias más atroces de este episodio infame es que muchos hijos de desaparecidas fueron también secuestrados y su verdadera identidad borrada. En algunos casos fueron dados en adopción a los propios torturadores, o a cómplices de la muerte de sus verdaderos padres, y otras veces les adoptaron familias que ignoraban su verdadero origen. ¿Cómo se les puede contar todo eso a los niños?
Tuve la respuesta al conocer Abuelas con identidad: la historia de Abuelas de Plaza de Mayo y los nietos restituidos, un libro escrito por Carla Baredes e Ileana Lotersztain, con ilustraciones de Eleonora Arroyo y editado por Ediciones Iamiqué. Aquí se cuentan los años previos a la dictadura, la represión sistemática, los crueles años del silencio, el miedo y la llama de esperanza que mantienen las valientes Abuelas. Cómo se organizaron, cómo pudieron burlar la represión y la censura y como se aliaron con la ciencia para localizar a sus nietos y con la ley para que los delitos ni prescribieran ni quedaran impunes.
Se cuentan cosas muy terribles y muy hermosas en este libro. Desde la emoción de reencontrase con hermanos, tíos y abuelos que nunca habían existido hasta el miedo a enfrentar una realidad tan dolorosa como la que les toca a estos hijos de los desparecidos. ¿Es necesario que los niños se enfrente a algo tan terrible? Si hay algo que no pueden soportar las niñas y los niños es la mentira así que tratar temas difíciles es tan necesario como jugar y comer.
Las autoras hacen un trabajo excelente de síntesis y de exposición sobre este tema complicado, doloroso y sobre el que hay mucho escrito y publicado. Claro que tanto Carla Baredes, física, como Ileana Lotersztain, bióloga, tienen experiencia en cuestiones de divulgación de asuntos peliagudos porque son las fundadoras y dueñas de Ediciones Iamiqué, editorial especializada en cuestiones científicas para "chicos ingeniosos, curiosos y creativos".
Hay una interesante entrevista que les hizo Ana Garralón a estas dos valientes científicas y que publicó Educación y Biblioteca en su número 131 (septiembre/octubre de 2002). La misma se puede consultar online en la revista Imaginaria.
¿Qué hizo que se decidieran a crear divulgación científica para niños? ¿Y además en un momento, el año 2000, requetecomplicado para la Argentina? Las dos trabajaban como científicas y, por lo tanto, habían recibido un claro mensaje por parte del Ministro de Economía del inefable presidente Menem, Domingo Cavallo, que en 1994 mandó a los científicos "a lavar los platos". Desde luego ellas pensaron que había otras vías para ganarse la vida cuando el gobierno decidió recortar y congelar los fondos para educación e investigación (¿de qué me suena a mi está canción?). Eso hizo que se plantearan otros territorios profesionales. También tuvo que ver el dar respuesta a necesidades que latían en su entorno. El caso es que decidieron escribir y publicar el primer libro de la serie "Preguntas que ponen los pelos de punta" y que trata sobre el agua y el fuego. ¿Y se os ocurre algo más atractivo y sugerente, por lo peligroso y prohibido, para los más pequeños que el agua y el fuego? El libro, que he tenido el placer de leer y con el que se aprenden un montón de cosas, es entretenido y te hace sonreír. Lo mismo vale para alimentar curiosidades (infantiles o de todas las edades) que para "padres y maestros en aprietos".
La editorial tiene series tan interesantes como "Asquerosología" en la que se adentran en el fascinante mundo de las tripas, las necesidades fisiológicas, los hongos, la higiene, la conservación de alimentos..."No son asquerosidades...¡Es la ciencia de las cosas que dan asco!".
También me gusta la serie "Las cosas no fueron siempre así" en la que se repasan los avances tecnológicos y los cambios de paradigma en cuestiones como la escuela, el cine, el baño, los libros o la medicina.
En fin, Iamiqué tiene un catálogo en el que merece la pena bucear y para eso nada mejor que visitar su página web.
De mi visita a La Perla volví con un montón de documentación y libros. Algunos de esos materiales están pensados para actividades con niños y jóvenes porque ese es un sector preferente de actuación para que no se olvide lo que lo que allí ocurrió. Muchos de esos materiales están disponibles en la web de La Comisión y Archivo Provincial de la Memoria junto con información sobre La Perla y todo lo que se ahora se hace desde allí.
Argentina ha desarrollado una gran experiencia en la recuperación de su memoria histórica y su gobierno tiene como eje fundamental el trabajo en la recuperación de la verdad, la justicia para las víctimas y la defensa de los Derechos Humanos. Esto es así también en su política exterior y, gracias a ellos, y al interesante labor de Cooperación Sur-Sur que tiene el gobierno argentino, hay experiencias de apoyo a otros países en la reconstrucción de crímenes políticos cometidos durante dictaduras.
En ese sentido es muy interesante un proyecto de cooperación que se desarrolló entre Argentina y Bolivia y que puede consultarse en El Informe de la Cooperación Sur-Sur en Iberoamérica 2011 de la SEGIB.
En los paseos que me di por algunas librerías de Buenos Aires aprecié un mayor espacio para la divulgación científica que en las librerías españolas. En fin, no deja de ser una visión personal y basada en una observación muy parcial. Igual existen colecciones de editoriales españolas dedicadas a la divulgación científica que yo desconozco. El caso es que allí Siglo XXI edita unas colecciones, que no he podido encontrar en España, y que dedica a temas científicos tratados con un tono ameno y humorístico. Allí me compré, y leí durante el viaje, El mejor amigo de la ciencia: historias con perros y científicos de Martín de Ambrosio (siglo veintiuno editores pero en su división argentina). Hablando de los perros (su origen, las distintas razas, las relaciones entre canes y humanos) el libro hace un repaso de la evolución de la ciencia en occidente y del sufrido papel de los perros en algunos de sus hitos.
En fin, está primera crónica argentina me ha quedado muy científica y muy comprometida. No podía ser de otra manera, volviendo de un país que apuesta por la ciencia, la educación y el esclarecimiento de su pasado más obscuro.