Lisbeth Salander quiere venganza: contra el hombre que ha intentado asesinarla y contra todas las instituciones gubernamentales que permitieron que fuera ingresada en un centro psiquiátrico y declarada incapacitada; pero ha recibido varias balas en su cuerpo, y se encuentra en una unidad de cuidados intensivos, constantemente vigilada. Además, está acusada de varios asesinatos.
No sólo tendrá que probar su inocencia con ayuda de Mikael Blomkvist y sus colaboradores en la revista "Millenium"; también tendrá que identificar a aquéllos que permitieron los abusos durante gran parte de su vida.
En esta tercera parte, Salander vuelve a ser la protagonista, un personaje totalmente iconoclasta, con tendencias neuróticas y antisociales, pero que consigue desde el primer momento las simpatías del lector.
Larsson vuelve a mezclar el relato policíaco con la novela negra, consiguiendo hacer una profunda crítica de la sociedad actual. Eso sí, mantiene la tensión desde la primera hasta la última línea. Lo que, dada la extensión de la obra, no es poco.