El anacronismo y la intrascendencia de los temas y personajes de las novelas de Benson tienen un atractivo especial que impulsan a su lectura. Su fácil estilo literario y su exquisito sentido del humor ayudan a ello.
Edward Frederic Benson (1867-1940) fue un escritor prolífico y precoz (publicó su primer libro cuando aún era un estudiante) y llegó a ser muy conocido por sus cuentos de terror y relatos de fantasmas, aunque también escribió todo tipo de novelas y biografías. Hoy, quizás, las novelas de las que vamos a hablar aquí sean sus obras más famosas. Ya en su momento, Reina Lucía le proporcionó más alabanzas que todas las que había recibido hasta entonces por sus cuentos de terror, e inauguró una serie literaria que ya es todo un clásico inglés: las historias de Mapp y Lucía. Además, la serie ha sido llevada a la radio y a la televisión británicas, lo que ha aumentado la popularidad del autor en el mundo anglosajón.
En el ámbito hispano, sin embargo, sus obras han sido menos populares ya que no todas se han traducido al castellano. Recientemente (2011-2012), la editorial Impedimenta ha publicado Reina Lucía y Mapp y Lucía. Pero la serie de Mapp y Lucía, se compone de varios títulos: Reina Lucía (Queen Lucia, 1920); Miss Mapp (1922); Lucia in London (1927); Mapp y Lucía (Mapp and Lucia, 1931); Lucia's Progress (1935, también conocida como Worshipful Lucia); y Trouble for Lucia (1939). Además de dos historias cortas, The Male Impersonator (1929) y Desirable Residences (1929), consideradas como apéndices de algunas de las citadas novelas.
Edward Frederic Benson nació y vivió en el seno de una familia muy culta; su padre fue Arzobispo de Canterbury. Sus dos hermanos varones, Arthur Christopher y Robert Hugh, y su hermana Margaret, también fueron escritores. Ella, además, era egiptóloga. Es curioso que de los tres hermanos, incluido Edward Frederic, se afirma que fueron homosexuales. Su madre, Minnie Benson, descrita como "la más brillante mujer europea", también mantuvo una intensa relación sentimental con una conocida lesbiana de la época, Lucy Tait, después, eso sí, de enviudar del Arzobispo Benson.
La serie de Mapp y Lucía, puede incluirse en el llamado estilo eduardiano, por coincidir aproximadamente con el reinado de Eduardo VII (1901-1910) y que, en realidad, abarcaría hasta el comienzo de la Gran Guerra (1914-1918); es decir, los primeros años del s. XX. Un período en el que fueros publicados y consumidos una gran cantidad de novelas y cuentos cortos; una época muy pródiga en una literatura "fácil" y amable que en algunos casos, como en el de E. F. Benson, se prolongó muchos años más.
El filólogo, escritor y traductor José C. Vales, en el prólogo "Nostalgias Eduardianas", en la edición de Impedimenta de la novela Mapp y Lucía, hace unos comentarios muy acertados sobre el significado de la serie de novelas de Benson en su contexto literario. Nos advierte Valdés de la perpetuidad del estilo eduardiano, un tanto arcaico y alejado de las nuevas corrientes por las que discurre la literatura anglosajona y europea, ya que en los años 20 y 30 del siglo XX se da una literatura mucho más avanzada y transgresora, propia de un mundo que ya ha cambiado y que va por otros derroteros. Pensemos, por ejemplo, en Virgina Woolf, D. H. Lawrence, James Joyce... Sin embargo, las penurias de la guerra y la posguerra propiciaron "la nostalgia eduardiana" con la idea de prolongar aquella idealizada "Edad de Oro" a la que, desgraciadamente, ya no se podría volver.
En todas las novelas de la serie el tema principal siempre va a girar en torno a envidias, rencores, malicias, vanidades, venganzas, ambiciones, hipocresías y falsedades de la pequeña burguesía rural de los pueblos de la campiña inglesa. Pero no hay una verdadera reflexión acerca del mal o la maldad. En realidad, como advierte el crítico y escritor Philip Henshe, prologuista de una reciente edición inglesa de Mapp and Lucía, uno de los grandes méritos de E. F. Benson es haber escrito una historia donde apenas ningún personaje puede ostentar ninguna virtud, y, sin embargo, al mismo tiempo, ha conseguido que adoremos a sus protagonistas y nos desternillemos de risa con ellos. Desde luego, nos asombran sus maldades, sus presunciones y sus maquiavelismos, pero los objetivos de esas iniquidades son tan fútiles y vanos que la malignidad apenas pasa de ser un entretenimiento contra el aburrimiento. El caso es que estos burgueses de provincias se aburren, y su modo de entretenerse es el cotilleo, la maledicencia, el maquiavelismo, la mezquindad o la envidia, pero siempre en un tono menor.
Benson se ocupa de manera ejemplar de que resulte hilarante y divertido y de que no haya jamás graves reflexiones sobre la muerte, el mal, la teología, la pasión o el sexo porque la melancolía eduardiana no se enfocaba en esos temas, sino en la alegría de vivir y el gusto por las cosas bellas. Benson formula una narración donde las máximas preocupaciones atañen a la receta que explica cómo cocinar una langosta, a las felicitaciones navideñas, a los ejercicios de calistenia, a los tés en el jardín, a una representación teatral en el saloncito de casa, a la habilidad para interpretar el Claro de luna de Beethoven, a los ejercicios de yoga, al bridge o a la composición del comité del Club de Arte local.
El mismo crítico José C. Valdés se pregunta: "¿cómo es posible el éxito de novelas en las que nada de lo que ocurre se ajusta a lo que nuestra sociedad considera importante o trascendente? Y sin embargo, eso es lo que sucede con la serie de novelas de Mapp y Lucía".