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Incógnito ¿ergo sum?

Andoni Calderón Rehecho 29 de Julio de 2013 a las 18:15 h

Existe tanta diferencia entre nosotros y nosotros como entre nosotros y los demás (Montaigne, Michel de. Citado en p. 181)

El hombre es una obra maestra de la creación, aunque sólo sea porque ni el mayor determinismo puede impedirle creer que actúa como un ser libre (Lichtenberg, George C. Aforismos. Citado en p. 194)

Una sorpresa inesperada, entrevisto entre un montón de recomendaciones cuando no había tiempo para prestarle; escogido frente a otro, también sobre el cerebro, mientras una tormenta arreciaba en las calles de Salamanca y estaba en la cesta otro libro sobre matemáticas hechas "sencillas" (¿por qué no opté por los dos primeros?). Una vez leída en el viaje buena parte de este último, inicié la lectura de Incógnito (se pueden leer las 30 primeras páginas desde nuestro catálogo), que no abandoné hasta que estuvo acabado, manchado con pintura de dos colores y alguna anotación. Poco después una copia más descansaba sobre la cama de invitados esperando para ser regalada, junto con el imprescindible Daños colaterales de Zygmun Bauman. El autor, David Eagleman, de 42 años, con 49 artículos, un índice h de 15 y 668 citas en la Web of Science. "A pesar de" esto (¿o por ello?) se entiende perfectamente.

El argumento principal es que "casi todo lo que hacemos, pensamos y sentimos no está bajo nuestro control consciente" (p. 12). Esta situación lleva a preguntarse por el libre albedrío y la responsabilidad y a plantear que las cuestiones legales deberían tenerlo en cuenta. No para eximir de la misma sino para incidir sobre sus causas (el maltrato a menores no exime de responsabilidad al adulto antes maltratado pero sirve para prevenir ese maltrato) o variar la manera de abordar la solución (el castigo no cambia el comportamiento de ningún enfermo mental y las cárceles se han convertido de facto en instituciones mentales). También a eliminar al yo del centro de todo, del mismo modo que la Tierra dejó de ser el centro del Sistema Solar y éste de la totalidad del universo.

El cerebro es moldeable, hiperflexible, se adapta a las circunstancias, evoluciona, hace predicciones, está compuesto por distintas partes que compiten entre sí (quizás una de las razones de la lentitud en desarrollar la inteligencia artificial es no tener en cuenta esta crucial cuestión, ligada a la biología). Es el primer programa (software) que se pregunta sobre sí mismo. A pesar de la competencia entre las diferentes "facciones", está programado para que -en condiciones normales- sólo se active un resultado, que se manifiesta mediante el comportamiento, para el que buscará un relato que proporcione coherencia y sentido: el cerebro siempre busca crear un relato, es un inventor nato de relatos, incluso de manera retrospectiva. "Los sueños ilustran nuestra capacidad a la hora de tejer una sola narrativa a partir de un conjunto de hilos al azar" (p. 170).

Hasta un tercio se dedica a lo visual: es el cerebro el que ve. Le preocupa la interacción social y está condicionado por la propia biología de tal modo que aceptamos la realidad del mundo que se nos presenta. No nacemos como una tabla rasa (sería imposible poder aprender todo "utilizando la pobre entrada sensorial que reciben los bebés"), dotados de instintos (aparte de automatismos). Algunas partes del cerebro son irreemplazables (otras, por tanto, no) y se desarrollan en determinado momento: como ocurre con los labios prefrontales, distintos en la adolescencia. Está ideado para generar un comportamiento pertinente para nuestra supervivencia; un comportamiento que puede ser modificado de manera radical por pequeños cambios en el equilibrio químico cerebral.

Existen dos sistemas: el más utilizado es automático, resultado del aprendizaje -que precisó de consciencia- que ha pasado a ser automatismo. Esta idea se desarrolla de manera excelente en Pensar rápido, pensar despacio (que estamos leyendo). La consciencia sólo surge cuando se produce un conflicto (tal vez nuestra libertad consista en el poder de veto).

"Es lo más asombroso que hemos descubierto en el universo, y es nosotros".

La división que se establece entre diferentes partes del cerebro no es tajante, es más bien un modelo que ayuda a trabajar; las imágenes tan vistosas que vemos últimamente sobre los circuitos cerebrales no son sino una tecnología muy tosca. No obstante, es el mejor momento histórico para asomarnos al cerebro aunque desconocemos mucho más de lo que sabemos. "Como suele decirse en broma: si nuestro cerebro fuera lo bastante simple como para que lo entendiéramos, no seríamos lo bastante inteligentes para comprenderlo" (p. 269).

Todo esto y mucho más nos lo explica con ejemplos transparentes, entendibles (en la página 265 hay uno excelente en el que enfrenta a un bosquimano y una radio y al primero intentando descifrar qué es y cómo funciona la segunda), amenos... sin obviar utilizar la terminología específica como epilepsia del lóbulo temporal, lobotomía, narcóticos, demencia frontotemporal, síndrome de Tourette, coprolalia, Parkinson, sonambulismo homicida, desarrollo de lóbulos frontales, dilema del tranvía, reserva cognitiva, síndrome de la mano ajena, anasognosia, inteligencia artificial, ceguera al cambio, ilusiones visuales, síndrome de Anton, memoria implícita, egoísmo implícito, primado, efecto de la ilusión de verdad (nos hace creer que una información es cierta sólo por haberla ya oído antes, aunque sea falsa: base de toda la publicidad), unwelt y umgebung, sinestesia, vasopresina, ceguera al instinto...

Totalmente recomendable, aunque uno pueda mantener cierta distancia con algunos de los ejemplos que reflejan su manera de pensar.

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Comentarios - 1

Javier Pérez Iglesias

1
Javier Pérez Iglesias - 30-07-2013 - 18:38:57h

Andini, me has convencido! Me lo llevo de vacaciones. Bueno, junto con otro montón de ensayos pendientes. A ver que obra me engancha más y vence la competencia, poderosa, de playas, bosques y siestas! Pero mañana me lo compro!


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