"Los dragones del título yacen desde hace siglos en los mapas incompletos de la antigüedad, en los que el mundo terminaba allí donde lo hacía el conocimiento. Señalaban en ellos la cautela de los navegantes... Una leyenda que, acompañada de monstruosas serpientes aladas, advertía de la presencia, a partir de ese punto, de peligros desconocidos... Un Cuidado con el perro pavoroso...con el que los cartógrafos medievales perseguían disuadir a potenciales exploradores... Y a la vez, una bella metáfora: donde termina el conocimiento, empieza la imaginación... Este libro comienza donde los navegantes daban la vuelta".
Con estas palabras, entresacadas de la introducción del propio autor, Fernando León de Aranoa, titulada "Aviso a lectores", nos preparamos para enfrentarnos a una serie de relatos cortos, algunos muy cortos, en los que la fantasía y la imaginación emergen de manera espectacular de la mano de este director de cine que se revela como un magnífico escritor.
A los que ya le admirábamos como cineasta, nos sorprende ahora con la publicación de este libro, Aquí yacen dragones, en el que muestra su prosa rica, clara, concisa y cargada de imaginación; es decir, que empieza justamente allí donde los navegantes medievales tenían que darse la vuelta: donde se acababa la razón y el conocimiento.
A la hora de enfrentarnos a este libro es conveniente seguir unos consejos que nos da el propio autor; una serie de sugerencias con las que, como lector del libro, no podría estar más de acuerdo.
Una de ellas es que no se caiga en la tentación de leer las pequeñas historias aleatoriamente (el que sean tan cortas da pie a ello), sino que la lectura se haga siguiendo el orden dispuesto. Y ello tiene un sentido, muy unido a la creatividad imaginativa del propio autor, que sólo se encuentra al leer el libro, precisamente en su propio orden.
León de Aranoa nos aconseja también una pequeña pausa, mínima si se quiere, entre una historia y otra, para poder meditar y reflexionar sobre lo que acabamos de leer. Personalmente he tenido que seguir a pies juntillas esta recomendación por absoluta necesidad lectora; me he sentido incapaz de seguir pasando páginas sin pararme a pensar y a "digerir" lo leído. Es más, he tenido que leer el libro "a pequeñas dosis" y así disfrutar de cada una de esas historias con "su vida propia", fuerte e intensa.
El autor, que hace uso en este libro de una extraordinaria imaginación, dota de vida a seres inanimados y les hace intervenir en situaciones tan absurdas y surrealistas que es muy difícil seguir leyendo estas historias, una tras otra, sin un mínimo de reflexión. El autor así lo recomienda; yo lo apunto como absoluta necesidad.
Algunos de estos mini-relatos son tan fantásticos que nos evocan rápidamente a la literatura hispanoamericana y a esa faceta imaginativa que está presente en tantísimos autores del continente americano; muchas veces, los nombres de personas y lugares nos acercan también irremediablemente a aquella literatura. Así, en Aquí yacen dragones, nos encontramos con esa brújula que se empeñaba en señalar siempre el sur; o la historia en la que son los libros de las librerías los que eligen a los lectores con quienes quieren irse a sus casas; o la absurda historia en la que nunca nadie volviera a tener noticias de los vecinos de la calle de Londres que fue olvidada al hacer el mapa de la ciudad; o cuando se afirma que la correspondencia o no entre el nombre que supuestamente ya traemos y el nombre otorgado al nacer hace a las personas felices o desgraciadas; sin olvidar a aquel difunto que tenía tres tumbas, a las que su viuda iba simultáneamente a rezarle.
Aunque muchos de los cuentos responden a la imaginación del autor, es reseñable como hay también, en varias de las historias, un acercamiento a la realidad del mundo, con un tremendo sentido de denuncia social. Algunas veces es muy explícito, como en la historia en la que se alude a la injusticia que se ha cometido con el pueblo saharaui; "Abdel el de los barcos" es el relato del joven que estudió ingeniería naval y al volver a su tierra se encontró que le habían arrebatado el mar. En otros casos, de manera más sutil, menos explícita, nos encontramos con denuncias de forma más o menos irónica, de la realidad social, política, económica...
Otras veces nos encontramos, amén de la imaginación y de la denuncia social, con relatos con trasfondo de historias tristes, conmovedoras, de sentimientos más o menos profundos que hacen mella en el alma del lector. Y que también nos obligan a hacer esa pequeña pausa para encauzar bien el penoso tema de la susodicha historia.
También es característica destacable en estos micro-relatos el espíritu poético que vive en muchos de los cuentos; unos escritos tan profundos e intimistas que se convierten en auténtica poesía en prosa.
Muchas más connotaciones podrían sacarse de este interesante libro de pequeños relatos. Quien se anime a su lectura, seguramente llegará a más reflexiones de las apuntadas aquí. A modo de ejemplo, y reclamo, me gustaría terminar con algunas de las historias más cortitas, a modo de máximas o aforismos: la historia titulada COLORÍN COLORADO, y que dice así: "Este cuento no ha empezado".
O la historia llamada RISAS y que dice: "¿Pero de qué carajo se ríe la vaca que ríe?"
Fernando León de Aranoa. Aquí yacen dragones. Seix Barral, 2013