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Historias de Maine: la fuerza del paisaje

Alberto Baeyens 18 de Septiembre de 2013 a las 09:57 h

Si uno encuentra en una librería Historias de Maine (Tusquets, 2005) y le entra la curiosidad por leer la biografía del autor que aparece en la solapa, posiblemente corra el peligro de devolverlo al estante del que lo ha sacado. Lewis Robinson tiene poco más de cuarenta años, resulta muy atractivo físicamente (como se puede observar en la foto que acompaña al breve texto biográfico), ha trabajado de camionero, bombero y pescador y esta es su primera incursión en el mundo literario.

 

Sin embargo, más allá de la impresión inicial Historias de Maine llama la atención del lector tanto por su forma como por el contenido. Son once cuentos de prosa desnuda sobre momentos vitales de un puñado de habitantes del estado norteamericano de Maine. Quizás el escenario sea igual o más importante que las acciones que se desarrollan en él. Los personajes interactúan con el paisaje frío y silencioso de las costas de Maine, e incluso su personalidad se ve claramente influida por el mismo. El litoral atlántico del norte de Estados Unidos se ha convertido casi en omnipresente en las novelas de alguno de los escritores anglosajones más conocidos de las últimas décadas, como John Irving o Paul Auster. Incluso el enigmático Jeffrey Eugenides sitúa su última novela, La trama nupcial, en diversos parajes de Massachusetts.

El entorno natural de Historias de Maine aparece en estado puro, directo, como si hablara en primera persona. El lector puede sentir el desagradable y húmedo frío de las aguas de la costa sobre el barco del protagonista anónimo de 'El submarinista', o el vértigo que siente Alex Von Ballenberg en 'Rodeados de bosque, a la orilla del mar' al asomarse de forma imprudente en el puente Point Skyler, sobre el estrecho de la isla de Soper. Historias de Maine es viento, cielos despejados, es nieve y también violencia, la violencia de la Naturaleza y la que vive dentro de los personajes del libro, como en los protagonistas de 'Cabezabolos'.

Retrato de Lewis Robinson

"Oliver (Twist) se convirtió en la bestia que llevaba dentro, era un "huérfano terrible", completamente distinto del personaje que conocí seis semanas antes. No estaba seguro de cómo estaba funcionando entre el público, pero, como decía Christina, tenía que fiarme de mis emociones. Era parte del trato. Así que le metí un gancho a Bent debajo de las costillas. Por fin, el resto de los huérfanos comprendieron que yo estaba improvisando, y siete de ellos me sacaron a rastras del escenario".

No solo se trata de la violencia de la Naturaleza en todos sus ámbitos, la violencia física; también aparece la violencia que yace en el fondo de toda relación, ya sea familiar, de pareja o simplemente entre amigos. Violencia y frío, ese frío que provoca el amago de calor de los rayos del sol en enero. El frío de la nieve. El frío aparente de las construcciones poco adornadas de los cuentos de Historias de Maine, sin juicios de valor, sin un final claro; simplemente la exposición de los hechos que ocurren en las vidas cotidianas de los personajes.

Es un libro que empieza sin más, pero va ganando con el paso de las páginas. El lector se acostumbra poco a poco a esa prosa directa y sobria, tan sobria como fuerte (la fuerza que a veces tiene la primera obra de un autor, o el primer disco de un grupo de música). Se acostumbra tanto que al final acaba asintiendo, cayendo en la cuenta de que la Naturaleza inhóspita de Maine y de sus habitantes puede acabar provocando, sin saber bien por qué, llamaradas de emociones.

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