Habría que preguntarse qué tendrá nuestra época para que seamos tan proclives al oxímoron, pero como no es el tema de este post lo dejo flotar en el aire.
Resulta que me faltó tiempo para correr a una de mis librerías de referencia y comprarme la traducción de Diario de una dama de provincias que ha publicado Libros del Asteroide.
Una vez más, hacer caso a Pilar Gómez Bachmann ha sido una bendición. Me he reído leyéndolo en el metro y durante el desayuno. No ha habido otros escenarios porque el libro entra de un tirón (es lo que te pide el cuerpo) y queda uno listo para recibir la siguiente entrega.
Es curioso leer la literatura inglesa de principios del siglo XX y sentir tanta cercanía. El aumento de las clases medias en nuestro país (no tiemblen, se ha abierto la veda para evitar una superpoblación indeseable) y el propio devenir social durante las pasadas décadas (a nivel mundial de lo que viene siendo el primer mundo) han contribuido a que se extendieran y democratizaran usos reservados antes a un sector mucho más reducido de la población. Eso quiere decir que las fiestas de cumpleaños infantiles, los regalos de Navidad, la lectura de novelas, ir al teatro y hacer escapadas de fin de semana se han convertido en una práctica habitual entre una gran parte de la población. Pero ya nos están demostrando que eso tiene fácil arreglo.
Si obviamos el detalle del numeroso servicio doméstico, la vida de nuestra dama de provincias, miembro de la clase media alta británica, se asemeja mucho, en inquietudes y desvelos, a la de cualquier mujer de la simple clase media de nuestros días. Pero de verdad, eso está en vías de solución. No está bien que llevemos una conducta tan retro, que nos asemeja con los elementos más parásitos de la sociedad británica de los años treinta del pasado siglo.
Además, ahora las mujeres trabajan o están en el paro, no como nuestra protagonista que se dedica a administrar la economía familiar con lo que gana su lacónico marido aficionado a la prensa diario. Bueno, eso sí que ha cambiado, ahora nadie es aficionado a la prensa diaria. La verdad, tampoco marca mucha diferencia trabajar o estar en paro según en qué casos. Ya hemos logrado que se pueda tener un trabajo y ser pobre (esto alguna vez fue un oxímoron) porque los salarios pueden estar muy por debajo de la vida misma.
El caso es que me he reído con el libro (eso desde luego) y he tenido también una experiencia muy curiosa. Una mezcla de trampa mental, alucinación sonora y pesadilla. Cada vez que aparecía la engreída y antipática Lady B. en la novela (una típica aristócrata "toca pelotas") se me aparece la cara de Ana Botella. Sí, y además no me quito de la cabeza su voz, que tuve la ocasión de escuchar en un acto público sobre cooperación al desarrollo esta misma semana, diciendo que tal como le había comentado a ella un señor cura misionero muy entregado tendríamos que imaginarnos lo que era vivir "400 años seguidos de crisis". La verdad, se notó como a todo el auditorio nos recorría el mismo escalofrío. Aquello sonaba a amenaza y no era difícil imaginar a nuestra Lady B. castiza dando las órdenes necesarias para que eso ocurra.
Quizá el título no les parezca lo suficientemente justificado pero es que además de la novela que nos recomendó Pilar la semana pasada yo tenía otro libro en la cabeza cuando me puse a escribir. También tiene que ver con Gran Bretaña y contiene elementos que nos colocan del mismo lado, que nos hacen sentirnos identificados. Por cierto, también llego a mi vera de la mano de una amiga lectora, Lady Anataramaba. El libro lo escribe y dibuja (porque es un álbum ilustrado) alguien para quien, en principio, viajar fuera de su país y llegar a una gran urbe como Londres era algo impensable. El libro de la selva de Londres de Bhajju Shyam nos muestra lo exóticos que podemos llegar a ser vistos desde fuera. Leyendo la aventura de Shyam podemos sentirnos tan raros como los ingleses.
Es un libro de dibujos bellísimos, y de deliciosas anécdotas, de este artista de la tribu Gond que contempla una gran ciudad occidental con una mezcla de extrañeza, miedo y cariño. Además, en la historia de cómo llega a hacerse el libro hay mucha justicia poética. No digo más, ¡salvo que no se lo pierdan!