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Los desorientados, de Amin Maalouf

Marta Torres Santo Domingo 7 de Enero de 2014 a las 09:58 h

"Perdemos la memoria de las palabras, pero no la memoria de las emociones."

Un hombre de mediana edad, Adam, de 47 años, regresa a su país natal, del que se exilió hace más de veinticinco años, para responder a un amigo de su juventud que le llama poco antes de morir. Así se desencadena una historia en la que se mezclan muchos temas que afectan al corazón de Adam y a todo su círculo.

 

La amistad es uno de los sentimientos más fuertes que aparece en la novela:

¡Me sentía tan bien en aquellas veladas nuestras! ¡Todavía me acuerdo de nuestras conversaciones y de nuestras risas¡ Nunca me consolé de que se desperdigase el grupo. Nada sustituye el afecto de una pandilla de amigos. Nada, ni el trabajo, ni el dinero, ni la vida en familia. ¡Nada sustituye esos momentos en que los amigos se reúnen, y comparten ideas, sueños y comidas...!

Todos los amigos, luego desperdigados por el mundo así lo sienten y para ellos el territorio de su amistad es el del paraíso perdido.

- Los amigos sirven para que las ilusiones duren lo más posible.

- Pero al final acabas por perder las ilusiones a pesar de todo.

- Claro, con el tiempo acabas por perderlas. Pero vale más que no ocurra demasiado pronto. Porque, en caso contrario, también pierdes el valor para vivir.

Por eso, Adam no perdona la traición de Mourad, aunque eso no le impide acudir con celeridad cuando le reclama. Su pecado, para Adam, fue ensuciarse las manos alejándose de los principios e ideales que defendieron, y aliarse con los "señores de la guerra". Aún así, en el nombre de su antiguo amigo decide organizar un encuentro entre todos los amigos.

"Los principios son vínculos, amarras; cuando los soltamos, nos liberamos, pero nos pasa lo que a un globo grande lleno de helio, que sube y sube, y parece que se eleva hacia el cielo, siendo así que se eleva hacia la nada..."

 

La identidad es otro de los grandes temas de la obra. Aunque en ningún momento se nombra el país en el que transcurre la novela (sólo se habla del "Levante"), es evidente que se trata del Líbano, que tantas guerras ha sufrido en las últimas décadas ("acontecimientos" los llaman los que se quedaron). Y son identidades basadas no en la religión, sino en "tribus", comunidades, en filiaciones. Así, en el grupo de amigos hay cristianos, judíos, musulmanes, más conservadores o radicales. Para Adam, el intento de reunir a sus amigos de todas las confesiones significa, quizás, el intento de dar otra oportunidad a su país.

"Soñamos juntos un país diferente, un mundo diferente..."

Por cierto, que uno de los amigos muertos en la guerra, Bilal, estaba fascinado por la guerra de España, y sus héroes eran Orwell, Hemingway y Malraux.

 

El amor, la adolescencia, la soledad, el perdón, la muerte, son otros temas que van asomando en las páginas de la novela. ¡Qué hermosa la relación del niño con la Hanum, la señora, a través de los libros, en aquellas casas de verano libanesas en la montaña¡

"... se habla muchas veces del hechizo de los libros. No se dice lo suficiente que es por partida doble. Está el hechizo de leerlos y el de hablar de ellos...

He podido, en mi vida, notar con frecuencia esa virtud de los libros. Pero fue ese día   cuando lo descubrí. Estás con una extraña, te pregunta que estás leyendo, o se lo preguntas tu, y si los dos perteneceis al universo de los que leen, ya estais a punto de entrar cogidos de la mano en un paraíso compartido. Y como un libro llama a otro, vais a saber juntos de hazañas, de emociones, de mitos, de ideas, de estilos, de esperanzas..."


Es un libro [Los desorientados] que se aleja de las obras clásicas de Amin Maalouf que tanto han entusiasmado: León el Africano, Samarkanda, La roca de Tanios, Orígenes... Y, quizás, habrá quien espere más, conociendo la calidad literaria que puede llegar a alcanzar el autor. Pero es un libro muy personal, que habla de su nostalgia por un país bello, complejo, apasionante. Y de la nostalgia de quien ve un paisaje vital roto y necesita acercarse al aroma de aquellas tierras, tan castigadas, Líbano, Beirut, la montaña.

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